La tragedia ocurrida con el tsunami en Japón sirvió de ocasión para una nueva andanada de psicosis, esta vez sobre la energía nuclear, a tal grado que, pese a lo asegurado por expertos de distintos países (desde rusos hasta mexicanos bien calificados), no faltaron quienes llegaron a pensar en resguardarse de potenciales turistas nipones radioactivos, aparatos estereofónicos radioactivos en los automóviles japoneses, cámaras fotográficas radioactivas "made in Japan" y surimis explosivos. De película, como si no bastara con una desgracia natural.
Menos se dice, primero, de un comportamiento obediente de la población japonesa, que ni en un Tokio a media luz o casi a oscuras se lanzó a saquear supermercados (que apaguen la luz en Detroit, a ver qué pasa), ni, segundo, de la tendencia de los dirigentes nipones a la falta de piedad y al revanchismo. En efecto, desde semanas antes del tsunami, muy en concreto desde febrero, líderes políticos japoneses venían orquestando una campaña anti-rusa a propósito de las islas Kuriles, llamadas "territorios del norte". Unos extremistas decidieron profanar una bandera rusa y no hubo disculpas, ni siquiera oficiales. Son cuatro las islas en supuesta "disputa": Iturup, Kunashir, Shikotan y Habomai, en manos soviéticas luego de la segunda Guerra Mundial. Japón quiere que le den las islas, lo que supone tratar a Rusia, en este caso heredera de la Unión Soviética, como país derrotado, exactamente lo mismo que hacen en el Báltico los finlandeses y un poco más lejos los noruegos, o lo que hacen los georgianos en el Caúcaso. !Que pague el ruso! El asunto enojó al Kremlin y el presidente ruso, Dmitri Medvedev, además de apersonarse en las islas Kuriles, decidió desplegar ahí armamento, a ver si los dirigentes japoneses se entretienen en otra cosa que en humillar al vecino. El colmo del colmo es que el alegato japonés se basa en un tratado bilateral de 1855. En cuyo caso, que Estados Unidos devuelva Alaska a Rusia. ¿Pero con Sarah Palin incluida, o no?
La desgracia que se abatió sobre Japón, la pronta ayuda de un gran contingente ruso (el mayor de los primeros em llegar, en una tradición de solidaridad ejemplar, similar a la de los cubanos) y las urgencias no impidieron que, en vez de gratitud, la dirigencia japonesa siguiera humillando con lo de las islas, lo que hizo Masaharu Kono, embajador nipón en Moscú. Los japoneses prosiguieron con que, si Medvedev visita las Kuriles rusas, es una ofensa contra Japón, aunque sea territorio ruso; de nuevo, a este ritmo, si Medvedev visita la Karelia rusa habrá una sublevación de finlandeses.
Desde tiempos del señor Gorbachov, el derecho internacional se interpreta sobre la base de la fuerza y al antojo. Gorbachov dijo en ocasión reciente de sus 80 años que no considera haber perdido grandes batallas, pero la lección que sacó Occidente es que hay un perdedor y el derecho a que cualquiera que se oponga sea pasado por las horcas caudinas. Los japoneses no parecen muy prontos a insistir en que los estadounidenses terminen de irse de Okinawa y lugares por el estilo. !Que líderes tan valientes!
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