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martes, 31 de octubre de 2023

VAMOS MUDÁNDONOS

 Nadie en México ha sido consultado sobre la relocalización de empresas (nearshoring), que consiste en que se instalen cera del erróneamente llamado "mercado más grande mundo", el estadounidense. La candidata oficialista, Claudia Sheinbaum, según lo dijo en una reciente reunión con banqueros, espera "prosperidad compartida" del nearshoring, es decir, que el proceso beneficie a los trabajadores mexicanos, con salarios dignos, viviendas dignas, etcétera. Para variar, no se cuenta con fuerzas internas, sino que se las pone a disposición del exterior.

     Como el nearshoring, que argumenta un falso asunto de cadenas de suministro a raíz de la Covid 19, ya comenzó, está acentuando desigualdades en México: las inversiones que llegan se han concentrado en gran parte del norte (en particular en Nuevo León, con prolongación hacia Coahuila, y en Chihuahua) y en el Bajío, sobre todo Aguascalientes y Guanajuato, y parcialmente en Jalisco y Querétaro. El sur-sureste vuelve a quedar fuera, pese al esfuerzo del actual gobierno de Andrés Manuel López Obrador por reequilibrar el crecimiento entre sur y norte (Dos Bocas, Tren Maya, Corredor Interoceánico). Crítica de cualquier construcción nacional (refinería de Dos Bocas, Tren Maya), la oposición no lo es de otro alud de inversión extranjera, en el Corredor Interoceánico, que servirá también intereses estadounidenses.

     La relocalización en cuestión, criticada por China, no está más que buscando mano de obra barata y, tangencialmente, la cercanía del mercado estadounidense. Ahora que en Estados Unidos algunos sindicatos volvieron a ganar fuerza, como lo demostraron las huelgas en el sector automotriz, los patronos podrán responder: "nos vamos a México". Hasta ahora, los sueldos y salarios promedio no tienen nada de espectacular: equivalen más o menos a un poco más del de un policía en la Ciudad de México. Para que una familia de cuatro integrantes pueda subsistir, en varios países centrales tienen que trabajar dos miembros; en China o Brasil, tres miembros, y en México, los cuatro. A ésto es a lo que el simpático lenguaje empresarial le llama "salarios robustos y competitivos". Ocurre que las condiciones de trabajo en México son tan malas y precarias que los trabajadores aceptan cualquier cosa: en el sector secundario (industria), apenas poco más del 50 % de la fuerza de trabajo está protegido en el IMSS (Instituto Mexicano del Seguro Social), aunque tal vez deba verse como algo magnífico frente al campo (13 % protegido). No hay hábito de sindicalización independiente, pese a los cambios de principio de sexenio en materia de ley laboral. Para tener una idea, parte de la relocalización de empresas está teniendo lugar entre la franja costera china y el interior chino, donde la fuerza de trabajo es más barata. El problema de base, para el inversionista extranjero, está en que lo llamado "competitividad de costos" cayó en China: el costo laboral unitario de manufactura (salario por unidad ofrecida) aumentó 285 % en veinte años, y los salarios chinos costeros han crecido mucho (de duplicaron entre 2008 y 2019, en términos reales).   Los empresarios extranjeros están buscando salir de sus problemas, no sacar a los trabajadores de los suyos, aunque es típico de países periféricos aceptar trabajos no muy bien remunerados en empresas extranjeras antes que estar sobreviviendo en el sector informal. México tiene un "coste competitivo" inferior no nada más a China, sino también a países como Indonesia o Brasil (se sigue reportando un salario promedio en México de 4.45 dólares la hora contra 5.51 en China). La mano de obra mexicana es más barata, pero también está superando a China en productividad. Instalarse a invertir en México, que tiene acuerdos de libre comercio con unos 50 países (con el estatuto de "nación más favorecida", se eliminan en gran medida aranceles e impuestos para insumos y productos de importación y exportación)., es también sortear la guerra arancelaria entre China y Estados Unidos. Adicionalmente, la red "logística" en México se ha ido acondicionando en función de los requerimientos estadounidenses, con costos de carga por metro cúbico mucho más bajos que en China (117 puertos marítimos, 64 aeropuertos internacionales, 172 mil kilómetros de carreteras y 27 mil km de vías férreas). En vez de tres a cuatro semanas por mar, el suministro a Estados Unidos desde México se estima en 3-4 días, según el punto de destino en Estados Unidos.

      De remate, México está buscando cambiar la educación para adaptarse a estas circunstancias: ya tiene un porcentaje de graduados en ingeniería a India, Indonesia y Brasil. Dada esta "invasión informal", en el terreno económico, la universidad pública está urgidísima de renunciar a ser universidad para convertirse en lugar de enseñanza tecnológica, de computación, matemáticas e inglés, en un espítitu que es "por mi raza hablará el business". El resto amenaza en convertirse en un "conversatorio" para un poco de entretenimiento.

      No se ve mucho la "prosperidad compartida", porque la idea empresarial no es llegar a México a compartir, sino a obtener la mayor parte del pastel posible, así haga una que otra concesión relativa a unos trabajadores divididos y "segmentados" en el mundo. Hasta ahora, las cosas se están haciendo sin mucha planificación siquiera. Lo que puede llegar a hacer Sheinbaum es a rematar México a la inversión extranjera y a hacer algo así como un coaching, a falta de Estado nación al cual gobernar: hasta ahora, Sheinbaum es activista y bastante "libertaria", sin dotes de estadista. México es más que nunca el cornucopio de la abundancia orientado hacia Estados Unidos para sacarlo de apuros, un papel no muy brillante. De las necesidades nacionales, ya no hay mucha conciencia. Dicho sea de paso, antes los estadistas se involucraban en sus giras con el mundo del trabajo: visitaban fábricas, escuelas, hospitales...Ahora hacen reuniones protocolarias con el mundo de negocios para darle todas las garantías y toman "baños de pueblo" deplorables, en una especie de relajo de blusas bordadas y mítines con alguna escala para tragar comida típica, a la espera de que sigan lloviendo ayudas desde arriba, la nueva modalidad de food stamps. Ya ganó la creencia de que la riqueza la crean los ricos, no el trabajo, lo que no se creen ni los empresarios, puesto que están buscando trabajo barato, es decir, creadores de riqueza dispuestos a que se las quiten y "conformarse". En México debieran hacerse votaciones como las de Puerto Rico, donde ganan quienes se oponen a la independencia. El lópezobradorismo fue, sobre todo, una oposición al seductor de la patria, que rompió los equilibrios del antiguo oficialismo, desde el sexenio de Miguel de la Madrid (1982-1988). Ahora se trata de regresar a la "rotación", en gran medida, pero sin cuestionar la venta del país, sino aproximando su remate, porque al seductor se lo vió como "grande" por el TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), pero "chico" por no "rotar". Si López Obrador hizo todo y su contrario, la gobernadora Sheinbaum puede inclinar la balanza y quedarse con lo contrario y administrar o gestionar con honestidad el remate de México. Lo único que debieran evitarse es nombres como Felipe Ángeles en un aeropuerto o Francisco Villa para un año de gobierno: no se hace nada para la historia nacional, que no importa. (da click en el botón de reproducción).






viernes, 27 de octubre de 2023

TOMAR LA POSTA

 Los "progresismos" latinoamericanos tienen cierta tendencia a encumbrar a una sola persona, y la oposición lo sabe, por lo que busca "destronar" para "descabezar". Al mismo tiempo, varios de estos liderazgos no son sinónimo de ambición de poder.

     Es algo que está claro en el caso de Rafael Correa, quien se negó a cualquier artimaña para reelegirse y se fue a Bélgica, de donde es su esposa, con la idea de dedicarse a escribir. Ha seguido activo en política -a lo que tiene todo derecho- por lo ocurrido en 2017, la traición de Lenín Moreno en Alianza País y el "vacío de autoridad" provocado por la persecución contra otros líderes de la Revolución Ciudadana, como Ricardo Patiño o sobre todo Jorge Glas. Luisa González, candidata reciente de la Revolución Ciudadana, no habló de llevar a Correa al Ecuador, aunque sí de consultarlo. No es que falten aduladores cerca de Correa, pero hay elementos para pensar que no quiere poder para sí. Lo mismo puede decirse del presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, quien no desconoce las reglas del sistema político mexicano y cerró el paso a cualquier petición absurda de reelección o de tener algún cargo luego de abandonar la silla presidencial. López Obrador se irá a su rancho -finca- en Palenque y tal vez no se excluya que, de ser quien gane la presidencia, Claudia Sheinbaum lo consulte, pero sin que ello suponga injerencia. Ni Correa ni López Obrador son ambiciosos de poder, ni mucho menos se han enriquecido, El mundo mediático quiere dar otra impresión, pero para descalificar y polarizar en torno a una persona para restarle autoridad y suplantarla por las vedettes de los medios. Como sea, no es seguro que haya sido lo mejor colocarse todas las mañanas temprano como blanco de los medios de comunicación masiva. Tampoco es seguro que López Obrador haya sido ajeno del todo a ciertas pifias clientelistas, pero su figura ha sido utilizada en el aparato del Movimiento de Regeneración Nacional (MoReNa) para que algunos escalen en nombre del "bien". En su momento, Correa también señaló la presencia de ambiciosos en 2021 en torno a la candidatura presidencial de Andrés Arauz.

      Es distinto lo que ocurre con el liderazgo de Evo Morales en Bolivia, por el énfasis en los indígenas, proclives a formas de "organización" personalistas y piramidales, más allá de los méritos de Morales y sin que sea un cacique propiamente dicho. Aquí sí aparece el "hombre indispensable", no exento de cierto culto (en Oruro, por ejemplo). Lo mejor es que lo haya criticado el actual presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, por querer reelegirse torciendo la Constitución. Lula no ha hecho nada similar, pero también aparece como "hombre providencial" para los pobres. Nótese que en los casos de Morales y Lula se trata de gente venida de muy abajo: "los pobres" o los indígenas pueden no estar exentos de prácticas personalistas y clientelistas, pese a que en los dos casos hay antecedentes sindicales -no es menor cosa- que no existen en Correa o en López Obrador.

       Daniel Ortega en Nicaragua es otra cosa, dados sus antecedentes militares, como ocurría con el sempiterno Fidel Castro en Cuba, y como llegó a ocurrir con otro militar, aunque no guerrillero, en Venezuela, Hugo Chávez. Es siempre una tendencia tal que se termina por hablar de "fidelismo" o de "chavismo", lo que no ha ocurrido en cambio con Ortega, poco dado, a diferencia de Castro y Chávez, a pasarse el tiempo en la exhibición pública (aunque Ortega, cuando habla, lo puede hacer también por horas, eso sí sin histrionismo, al grado de dormir a los oyentes). El paternalismo implícito hizo daño en Cuba y en Venezuela. Por lo demás, también existe en López Obrador y en Lula, por lo que la izquierda no ha conseguido desembarazarse de cierta herencia señorial. Correa tiende a ser la excepción, pese a que no siempre se rodea de los más competentes.

     Los rasgos descritos se acentúan a falta de organización partidaria fuerte y direcciones más colectivas que permitan el "desbloqueo" generacional, aunque en más de un sentido ha tenido lugar en el Ecuador (con Luisa González) y en México (con la candidata Claudia Sheinbaum). En Brasil no fue posible, en Venezuela es sabido que Nicolás Maduro no tiene el arrastre de Chávez y en Cuba Miguel Díaz-Canel es gris. El relevo funciona así donde el personalismo está más acotado: mal se entendió si se creyó que González era  títere de Correa, o si se quiere sugerir lo mismo de Sheinbaum. Es en Bolivia donde Morales podría ceder -sin dejar el liderazgo del MAS (Movimiento al Socialismo). Lula está en la recta final y Ortega es un misterio. Lo que no es muy factible es que el relevo sea de un grupito de líderes estudiantiles excesivamente jóvenes y con cierto aire de boy scouts, como en Chile con Gabriel Boric. El hecho es que el personalismo deja entrever un bajo grado de institucionalización, si bien la derecha no está para quejarse: Estados Unidos fue el apoyo de gente "personalísima" como Anastasio Somoza Debayle en Nicaragua, Francois Duvalier en Haití, Alfredo Stroessner en Paraguay, Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana, Alberto Fujimori en el Perú o Augusto Pinochet en Chile, al grado que, siempre con apoyo estadounidense, los peruanos siguen pagando el personalismo y el nepotismo de la familia Fujimori, y los chilenos la incrustación del pinochetismo en la sociedad, como los haitianos los restos del duvalierismo. Igual fascinó en México el seductor de la patria e innombrable, que rompió las reglas de "equilibrio de intereses" del antiguo oficialismo. Quien quiera puede comparar lo que tienen los líderes progresistas y lo que han acostumbrado a hacer los amigos de Estados Unidos en términos de fortunas personales -o incluso, como en el caso de los Fujimori, de vínculos con el crimen organizado.

       Las relaciones personalistas y clientelares no son nuevas en la izquierda. Como sea, son menos fuertes que en el pasado y están en parte fabricadas por los medios de comunicación masiva para insinuar que "todos son iguales", menos los que, en vez de hacerlo por la "política", lo hacen por el dinero. Sin embargo, los presidentes-empresarios en América Latina no han funcionado: el próximo en demostrarlo será Daniel Noboa, en el Ecuador. Si la tendencia fuera a administrar, quedaría por saber en qué términos y para quiénes. 

Queda algo de alegría boliviana (da click en el botón de reproducción).





jueves, 26 de octubre de 2023

EMBRUJADOS DE AMOR POR LA LUNA

 Como la izquierda no es equivalente de trabajo, y más, de trabajo productivo, no siempre se toma "el trabajo" -la forma de decirlo no salió de la nada- de argumentar y debatir, en vez de descalificar.

     Quienes han festejado el triunfo del peronista Sergio Massa en Argentina no han explicado por qué más de la mitad de los votos se fue a la derecha, entre el anarco-libertario Javier Milei y la "macrista" Patricia Bullrich. No son "liberales", para empezar: nada tienen que ver con el liberalismo clásico. Javier Milei no es un "negacionista": en sentido estricto, no hubo ningún "genocidio" durante la dictadura argentina, ni hay motivo para creer a pie juntillas en lo que se dice sobre el origen del cambio climático, que admite varias explicaciones. No se ve por qué Milei no tendría derecho a ser antiabortista. Simp0lemente, se recogen evidencias aparentes -hablar de la dictadura como "genocida", reiterar en el cambio climático sin discutir las causas, estar en favor del aborto sin discusión- para decir del otro que, palabras más, palabras menos, circula en sentido contrario, y además tiene una relación extravagante con sus perros y con su hermana. Lo que no se explica, entonces, es por qué alguien tan fuera de la realidad se lleva el 30 % de los votos y puede alcanzar más en la segunda vuelta, gane o pierda. Es del mismo estilo que, en parte, Milei, que ve "comunistas" -es apenas una etiqueta para descalificar- donde no hay ninguno, ni siquiera en la señora Cristina Fernández de Kirchner. Cada quien habla en nombre de "todos", pero la votación no refleja unidad, ni siquiera en tendencia. Por cierto, queda bastante más sin explicación: una parte no desdeñable de la sociedad argentina, al cabo de 12 años de kirchnerismo (Néstor y Cristina), que logró la mayor redistribución de la renta desde 1945-1955, agarró y se fue a votar por Mauricio Macri. Al parecer, no hay explicación sobre el hecho de que aproximadamente la mitad de la sociedad argentina no vea inconveniente en contratar deudas enormes con el Fondo Monetario Internacional (FMI) o en dolarizar la economía (Milei). ¿Es un simple asunto de mercadotecnia, o en todo caso de sectores de la sociedad que encuentran en el plano mediático lo que responde a sus intereses? ¿Los medios de comunicación masiva, tipo Clarín u otros, nada más mienten, o más bien buscan el flanco más débil del enemigo, en cuyo caso este flanco existe?¿Milei inventa cuando se refiere a los de la política como "la casta", o hay sensación de privilegio en más de un peronista y más si colgado del gobierno?¿Por qué Milei estaría equivocado al no ser fanático de la reivindicación sobre las islas Malvinas o no querer asuntos de "ideología de género" en la educación?¿ebiera extrañar luego que se hable de "casta", porque lo propio de ésta es su cerrazón. El asunto de las Malvinas es secundario; hay varios temas de los que se puede demostrar que no hay consenso -más allá del fabricado, mediáticoPor qué Milei no podría criticar al Papa Francisco, que con tal de ganar fieles es capaz de pasar sobre la Biblia? No es que Milei sea el bueno: es que la izquierda y los "moderadamente radicales" o los "radicalmente moderados" parten de lo que consideran que está fuera de discusión, y que por lo demás puede que sea dictado desde el exterior. Al menos podría decirse que, si la provincia de Buenos Aires aportó muchos votos a Massa, es porque el gobernador Axel Kicillof se negó a renegar de Cristina Fernández de Kirchner e hizo una buena gestión. Suena distinto a  ganar con un 36 % con una "opinión" que se basa en "yo estoy bien, tu estás mal" (yo estoy bien porque tu estás mal).

      Hay formas de discurso "político" que dan cuenta de una tendencia a la endogamia, por lo que no es del todo anómala la queja contra una "casta": por algún motivo, a la izquierda se llega a creer que estar contra la pobreza -a veces sin pasar de lo caritativo- y contra la desigualdad (pero sin tocar mayormente a la gente adinerada) es un privilegio, cuando podría decirse que, desde el punto de vista estatal, es una obligación a cumplir para que siga existiendo un mínimo de interés general. No puede haberlo si la distancia social es tal que pobres y ricos parecen pertenecer a dos países muy distintos. Las Malvinas son secundarias (le importaban más a la dictadura para legitimarse) y ciertos temas no son de "evidencias contundentes", por lo que al menos debieran argumentarse, en vez de expulsar a quien discrepa para colocarlo "fuera de la realidad";  la dictadura argentina entre los '70 y '80, por condenable que sea, no eliminó sistemáticamente por motivos de nacionalidad, "etnia", raza o religión, y el político es un tema polémico (entre otras cosas, asunto de peronistas). Tampoco hay exterminio social: no existe la figura jurídica ni, en rigor, la de la Real Academia Española, ni puede existir la voluntad de hacer de la represión sufrida una renta. 

     No es que Massa no sea opción. Es que no hay mucho por festejar cuando se está lejos del argumento y cerca de una competencia entre marcas, claro que con diferencias, al haberlas más saludables que otras, según el punto de vista. Quedaría por saber por qué para algunos la izquierda es negocio (o en todo caso, renta). (da click en el botón de reproducción). ¿Es en serio que "la casta" no existe?



martes, 24 de octubre de 2023

DIVISIÓN DEL SUR

 A fuerza de dividir el mundo entre ricos y pobres, y no entre explotadores y explotados, se puede llegar a profundizar la división, como lo muestran muchas elecciones presidenciales en América Latina, aunque en algunos países se circula en sentido contrario.

     En las elecciones que llevaron de vuelta a la presidencia a Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, el país se partió en dos: un norte pobre, en particular en el noreste, y un centro sur más acomodado, que se fue con Jair Bolsonaro, a diferencia de la otra región que se volcó por Lula. En las elecciones colombianas, el actual mandatario, Gustavo Petro, ganó en las regiones más pobres (costa Caribe, costa Pacífico, parte de la más remota Amazonía), como ya había sucedido contra Iván Duque, mientras que Rodolfo Hernández se llevó las regiones más acomodadas. En las últimas elecciones peruanas, la derechista Keiko Fujimori se llevó Lima y parte de la costa, abrumadoramente, por contraste con la victoria contundente de Pedro Castillo en el resto del país, en particular en todo el callejón serrano. Es apenas de manera reciente que en Bolivia se ha logrado en algo -con alianzas del gobierno de Luis Arce- atemperar las diferencias, cercanas a la confrontación abierta, entre altiplano y "media luna", en particular con protagonismo cruceño.

     Otros dos países también han tendido a polarizarse: el Ecuador, de manera muy llamativa, entre la costa y la sierra/Amazonía. La diferencia está en que la costa incluye la ciudad más rica, Guayaquil, que como el resto de la costa viró a la izquierda, en algunos casos de manera abrumadora (como en Manabí). En cambio, los pueblos originarios, salvo excepciones (en pocos cantones y en parte en Imbabura), votan a la derecha si se les ofrece otro señorito como Daniel Noboa , para quebrar el país rematándolo: indios pobres o pobres indios, como se quiera, enfilan detrás del patrón empujados por sus caciques. La otra excepción es Argentina: Sergio Massa, candidato "radicalmente moderado" del peronismo, un fenómeno "moderadamente radical", ganó gracias a la provincia de Buenos Aires, que concentra casi el 40 % de la población, gente algo culta -en lo que queda- y buena parte de la producción, con el "ángel" de Axel Kicillof, de quien no cabe saber si es "radicalmente moderado" o "moderadamente radical". Como Massa puede perder la segunda vuelta, tendrá que moderarse aún más, para ubicarse en el "extremo centro" y tratar de captar votos del macrismo o de indecisos, aunque el primero se pronunció por Javier Milei. En Argentina, pues, los pobres votan como indios y los más acomodados como gente "de razón", hasta donde la haya en el aglutinante peronismo.

      Las diferencias regionales siguen pesando en México: el norte vota a la derecha (Acción Nacional, como en Chihuahua), al centro (como Coahuila, un éxito del Partido Revolucionario Institucional) y a algo así como el "derecho a la alegría" y la obligación de "jalar" (Samuel García en Nuevo León, con Movimiento Ciudadano, (MC) sin que al parecer la capital haya notado que las dos segundas ciudades de México, Guadalajara y Monterrey, están "de naranja" con MC, que puede deparar alguna sorpresa que dé cuenta del estado real de México, si el ex canciller Marcelo Ebrard lo desea, ya que lo demás es, en parte, seductores de la patria contra antiseductores de la patria...a costa de la patria). El presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, pisa el acelerador y mete reversa al mismo tiempo: ratifica el TMEC (Tratado México Estados Unidos Canadá) y deja hacer al nearshoring, que concentran la actividad económica en pocos puntos, y "reequilibra" para la unidad norte y sur-sureste, ayudando al segundo, el más beneficiado de ayudas sociales (en entidades como Guerrero o Chiapas) y proyectos como la refinería de Dos Bocas, el Corredor Interoceánico y el Tren Maya, sin desdeñar un alud de inversión extranjera. El arte pareciera el priísta de "hacerle a todo" para satisfacer intereses contradictorios: los de la soberanía y los del remate frenético de México al exterior, al grado que Claudia Sheinbaum ya tiene cierto olor a "gobernadora" puertorriqueña. No es cuestión de ofender: es que la maquila, las remesas y el turismo, además de ser muy de México, tienen un largo historial en Borinquen, la tierra del edén, aunque menos mitómana. En fin: más se abre un país al exterior, y más tiende a desintegrarse si carece de base económica endógena. Más de uno va para el Estado fallido, a fuerza no no creer en lo propio y no creer más que en lo ajeno, sintiéndolo propio. La mano estadounidense no es secreto. Tampoco que el adorado Petro también cree que instalarse en una contradicción sin resolverla es "la política": declara extrañamente que los migrantes en México están en "campos de concentración" y que la solución no es el desarrollo endógeno, sino que Estados Unidos suelte de su bolsillo para invertir en el Sur en energías renovables, cosa de tener sudamericanos eólicos y solares. Lo que sigue no es seguro. Ni para la Argentina (da click en el botón de reproducción).



sábado, 21 de octubre de 2023

¿QUÉ ES LO QUE HAY?

 Durante mucho tiempo, y como herencia de Marx, izquierda se asociaba con trabajo. Los partidos de izquierda buscaban tener bases en la clase trabajadora, aunque era confundida con los obreros (industria y minería), mientras quedaba a debate el lugar de los campesinos. En la Unión Soviética, en 1936, la Constitución consagró la alianza de obreros y campesinos, agregando a los trabajadores intelectuales, aunque más tarde las cosas cambiaron por el "pueblo". La izquierda, así, no era muy dada a hablar de "pueblo". Andando el tiempo, quedaron menos partidos que hicieran referencia a los trabajadores, y más de uno era trotskista (como el Partido Revolucionario de los Trabajadores -PRT- en México). Quedaron otros, aunque bastante desligados de los trabajadores, como el Partido Laborista inglés, el Partido del Trabajo (PT) en México o el Partido de los Trabajadores (PT) en Brasil. Los partidos comunistas solían tener bases obreras, aunque a la larga se quedó en "obrerismo" o "campesinismo" (para los maoístas), pero sin el menor análisis sobre otro tipo de trabajadores explotados, que igual pueden situarse en la "clase" media y con ingresos no forzosamente tan bajos. El "obrerismo" y el "campesinismo" terminaron convirtiéndose en miserabilismo: "los pobres", "los condenados de la tierra", etcétera, pero todo -incluido "el pueblo"- cada vez más desligado del trabajo, por lo que no tiene gran cosa que ver con Marx.

      Un sistema como el soviético buscó premiar el trabajo de distintas formas (como por ejemplo la capacidad para producir mucho en el llamado "estajanovismo"), y después el bloque soviético se enfrascó un tiempo en la polémica sobre el modo de recompensar el trabajo: materialmente, o moralmente (idea cubana con Guevara y su "hombre nuevo"), chocando con el igualitarismo: un sistema socialista no tendría por qué no crear cierta desigualdad entre quien trabaja, y bien, y quien no lo hace, o lo hace mal. Cuba ha sufrido mucho tiempo de un igualitarismo salarial innecesario, recompensando por igual -por igualitarismo- a quien trabaja y quien no trabaja o lo hace mal. Es así que, por el mismo igualitarismo, se ha olvidado que las diferencias de clase subsisten, y es normal que subsistan, en un régimen socialista.

     En el capitalismo es distinto. Se premia el éxito en los negocios, por lo que no han faltado incluso presidentes empresarios, vistos como símbolos de éxito (el más reciente es Daniel Noboa en el Ecuador). Se compite y se rivaliza duramente por el estatus social que se confunde con el económico: las cosas de marca (vestido, lentes, relojes, automóviles, etcétera), los lugares de residencia y de vacaciones, el tipo de deporte practicado o al que se es aficionado (golf, tenis...), la música que se oye, etcétera. En cambio, en los regímenes socioeconómicos precapitalistas, en particular el feudal/señorial, no cuenta tanto el éxito económico, sino en las relaciones personales (el número de dependientes, la extensión de la familia), en el séquito, los "súbditos", y la desmesura: la extensión de las posesiones (en tierras, así estén ociosas), la ostentación de la vivienda (en "modo hacienda"), lo "grande y extenso" como muestra de estatus, además de la capacidad para acaparar (espacio, tiempo) y tener rentas, antes que actividad productiva directa. Esto pesa en las izquierdas del Sur.

     En efecto, muchas izquierdas del Sur, por ejemplo en América Latina, no han estado exentas de relaciones clientelares ni, llegadas al poder, de modos de vida señoriales, todo desligado del trabajo y de lo que el prócer mexicano Benito Juárez llamaba la "honrada medianía". Ocurre igual en ámbitos universitarios. Lo dicho ha terminado en una izquierda también marcada por el "rentismo de la época", que, como se dice, saluda con sombrero ajeno: se hace pasar por "antifascista" designando "fascistas" hasta donde no los hay, se cuelga de "causas" sin saber mucho de su significado (pueblos originarios, afrodescendientes, con tal de seguir en el miserabilismo y la caridad), se agarra de China por moda de los sesenta, y ostenta estas rentas al igual que, en el Sur, los "demócratas liberales", hasta donde ahora es el capitalismo que hace el cambio y promueve a Guevara. Las mismas prácticas: líderes intelectuales de la autodenominada "Cuarta Transformación" mexicana con clientelas, proclividad al acaparamiento, a la renta (repetición incesante del "descubrimiento), modos de vida para la simonía (compra de cosas espirituales) y para recibir indulgencias. Nada de ésto tiene que ver con el trabajo: los trabajadores no tienen posibilidades de ascenso y representación en el "progresismo" (Lula es una excepción dudosa, y Evo Morales fue una excepción que quiso apoyarse en el peruano Pedro Castillo), copado por clases medias "intermediarias". Los nombres no hacen alusión al trabajo, sino al "hacer Historia" ("trascender"), a ser "humanos" ("Colombia humana"), a "la potencia de la vida", a extrañas apelaciones a "todos" (Frente de Todos, "por el bien de todos"), por no caer de milagro en "Unete a los optimistas" (el amor al prójimo, la acusación de "odio" contra la derecha, etcétera). Si hay cosas que dentro de ciertos límites se pueden valorar en el "progresismo", está limitado por su herencia clientelar, si bien hay excepciones y, sobre todo, por su alejamiento del trabajo y los trabajadores, ni se diga de Marx. No hay "comunistas" más que en la cabeza torcida de TV Azteca en México, de Javier Milei en Argentina o de Gloria Álvarez en Guatemala, que en vez de razonar buscan crear una "impresión fuerte". Y el mundo del trabajo no está muy representado que digamos, porque se prefiere con frecuencia "repartir" desde arriba que dar a cada uno lo que corresponde a su mérito en el trabajo, no en el "hacer méritos" en las relaciones o en el éxito económico. (da click en el botón de reproducción).



miércoles, 18 de octubre de 2023

VINO NUEVO EN ODRES VIEJOS

 La función de un partido político, cuando no es simple movimiento, es persuadir a la gente de lo mejor de un programa propio. Lo que ha estado ocurriendo en Bolivia da cuenta de cómo la izquierda no ha sabido resolver la diferencia entre partido y Estado. Dicho sea de paso, la Revolución Ciudadana en el Ecuador escogió a dos buenos candidatos para las recientes elecciones ecuatorianas, pese a la derrota: ambos con formación adecuada para gobernar y una, Luisa González, con buena trayectoria en la administración pública. Faltó, de parte del binomio, Andrés Arauz, capacidad de atracción para los electores de la sierra. Nadie dijo que fueran las marionetas del expresidente Rafael Correa, que se negó en su momento a buscar la reelección y no ha dejado entrever que quiera volver a cargo alguno (Luisa González ni siquiera habló de resolverle a Correa sus problemas legales). Es probable que se crea que la Revolución Ciudadana es "la clientela de Correa", pero no es así, si bien tampoco se puede negar entre algunos cierta tendencia al personalismo, añejo problema del Ecuador (baste con recordar las figuras de Velasco Ibarra o de Assad Bucaram).

     En México, no queda claro si el oficialista MoReNa (Movimiento de Regeneración Nacional) es otra cosa que una "agencia de colocación" en el gobierno, con los problemas que conlleva de gobernadores para abajo, que es donde se ha seguido detectando una fuerte corrupción. MoReNa ha fallado como organización de persuasión, y el resultado es que el presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, es quien se dedica a sermonear todas las mañanas, mientras MoReNa se encarga de "repartir".

    En Bolivia, el problema comenzó cuando el presidente Luis Arce, en vez de "repartir" entre movimientos sociales y el MAS (Movimiento al Socialismo, oficialista), hizo un gabinete más basado en la competencia profesional de los escogidos. Hasta ahora, la "guerra" -para beneplácito de los medios de comunicación masiva- no ha cesado entre gobierno/empleados públicos y el MAS, si bien también hay organizaciones de base que respaldan a Arce, como la Central Obrera Boliviana (COB), las Bartolinas y otras. La función del MAS es persuadir de un programa y ganar apoyo de la población. La función del Estado es otra: garantizar el servicio público y conciliar intereses particulares con el interés general. Evo Morales puede ser un muy buen líder sindical cocalero, pero ésto no lo convierte automáticamente en buen estadista. Ya fue suficiente con "torcer" la Constitución para reelegirse y no suena muy bien que, buscando otra vez la presidencia para 2025, argumente que "se siente obligado" porque "la gente lo pide". Nada le impide, en cambio, continuar en el liderazgo del MAS si sigue sabiendo persuadir. No es necesario que el MAS haga tretas para acaparar el partido. El problema está en saber si Morales no representa una dinámica clientelista, algo que no sería por lo demás ajeno a los indígenas, que no desconocen los cacicazgos. Peor si el "arcismo" se convierte en otra clientela, pero en el aparato público. No está claro a estas alturas, pero en el servicio público se debiera en principio premiar el mérito profesional y no una dudosa "capacidad política", militante o activista. En México, el aparato público sigue con gente sin méritos profesionales y que a la postre se revela incompetente, ex comunistas incluidos: al poco rato salen los llamados "chapulines", como el de Salud que quiere jefatura de gobierno o el policía al que le tuercen la voluntad por motivos electoreros y para agraciar a la clase media capitalina, para indignación del arribismo de MoReNa que, a su vez, no encuentra la posibilidad de garantizar lugar para tal o cual clientela. El problema es añejo y se remonta al antiguo régimen, pero también al lópezobradorismo, como lo demostrara lo sucedido con Miguel Angel Mancera en la jefatura de gobierno de la Ciudad de México: no es que lo haya hecho tan bien, pero bloqueaba el ascenso clientelar del lópezobradorismo mismo, incluso pese a la voluntad del mismo López Obrador, que en este caso Claudia Sheinbaum no supo ver.

     Lo que no puede ser es que un líder indígena sea canciller sin saber nada de diplomacia, o que alguien quiera saltar de Turismo a jefe de gobierno de una Ciudad, o que se empiecen a hacer otros errores, como el del énfasis excesivo en que, en el Ecuador, Luisa González estaba "haciendo Historia por ser mujer", o el de el ex vicepresidente boliviano Alvaro García Linera en que a "Evo" todo le corresponde "por ser indígena", porque entonces se está en que "ser mujer" o "ser indígena" es un oficio, al igual que "ser de izquierda" -vieja confusión entre izquierda y trabajo- o "ser activista". Se llega a la destrucción de la profesión: una maestra, como Delfina Gómez en México, termina "chapulineando" sin saber qué hacer con la Secretaría de Educación Pública (SEP) y como gobernadora sin verdaderos méritos propiamente políticos.

      En Bolivia, acaba de ser reelegido en la presidencia del Senado el "evista" Andrónico Rodríguez, pero con el apoyo de los "arcistas". Cercano a Morales, Rodríguez ha sido crítico del clientelismo en el MAS -el mantener lealtades personales para lograr "posiciones"-, de los fósiles en las universidades y de quienes, ya con cierta edad, la pretextan -siempre en modo clientelista- para no permitir el relevo de generaciones. El gran reto está en salir del clientelismo, y hay algunos elementos que pueden permitirlo, si no se monta encima el "grupo de presión" al estilo estadounidense. El problema está en saber si Evo sabe gobernar, no en saber si "sabe ser indígena": si Luisa González sabe gobernar, no si "sabe ser mujer". No queda claro hasta cuándo la politiquería continuará mezclándose con la necesidad de tener buen servicio público y buenas agrupaciones políticas, con programas. Los medios de comunicación masiva no facilitan las cosas con sus afanes de protagonismo y su fabricación de chivos expiatorios. en fin, algo más de Bolivia (da click en el botón de reproducción).




domingo, 15 de octubre de 2023

TODO, TODITO INDIO

 A juzgar por los resultados electorales, que le dan por un tiempo (hasta 2025) la presidencia del Ecuador a Daniel Noboa, empresario derechista de 35 años, no hay modo de sacar de la polarización al país sudamericano (48 % para Luisa González, de la Revolución Ciudadana). Puede pensarse que algunos factores influyeron en poco más de 10 % de indecisos: las gracejadas de Noboa por Tik Tok o el intento por colgarle un muerto (Fernando Villavicencio) al ex mandatario Rafael Correa, pero hay más.

     Como en 2021, las votaciones están polarizadas entre costa (abrumadoramente por la Revolución Ciudadana) y sierra, toda, todita por Noboa. Este no tiene idea de nada, salvo de negocios, y su vicepresidenta, Verónica Abad, es partidaria de privatizarlo todo. En conjunto (considerando la "grandiosa" idea de atraer inversión extranjera), no hay en esta oligarquía del banano otra idea que no sea asociarse con el extranjero y suicidarse como clase dirigente, si alguna vez realmente lo fue, y no delegó más bien en otros. Se trata así de la "antipatria", sin el menor sentido del Estado nacional. No hay más país que los negocios de papá y la promesa de "empleo" lanzada en helicóptero, o algo así.

     Lo que es más penoso es observar el resultado electoral por provincias. Hay una de la costa (El Oro, bananera) de casi empate, pero a favor de Noboa, y las del norte de la Amazonía a favor de González, tal vez por el delicado problema de una frontera porosa con Colombia. En la sierra, todo, todito Noboa, hay casi empate en el Azuay, luego del fracaso de Yaku Pérez (pseudoindígena en una provincia de antigua migración a Estados Unidos y de refugio para estadounidenses retirados, en Cuenca), y en Imbabura (con indígenas más bien prósperos). A diferencia de la "capital económica", Guayaquil (Revolución Ciudadana), la capital andina, Quito, se pronunció en un 60 % por Noboa. Lo más llamativo es el voto en las provincias serranas con fuerte presencia indígena: Cañar (58 % por Noboa),  Cotopaxi (60 % para Noboa), Bolívar (63 %), pero, más escandaloso aún, Tungurahua (74 % por Noboa), Chimborazo (66 % por Noboa),  o Loja (67 % por Noboa). No es cuestión racial: Luisa González ganó entre los Tsáchilas. También ganó en Esmeraldas, con población negra. Es cuestión de conducta de los indígenas en gran parte de la sierra: hábitos de servidumbre, estamentales (de grupo independientemente de la pertenencia social) y de arraigo de cacicazgos por lo demás fragmentados. Así no hay mayor conciencia de patria, sino de "qué ganamos como indígenas". Los amazónicos son otra versión de lo mismo: Napo (75 % para Noboa), Pastaza (74 % para Noboa), Zamora Chinchipe (72 % para Noboa) y Morona Santiago (68 % para Noboa). Dicho de otra manera, la servidumbre sigue sirviendo al patrón (que hace todo lo posible por presentarse como tal).

     Que se llevan al Estado nacional por delante se puede probar. Las provincias de la costa, donde arrasa la Revolución Ciudadana, son las que han estado sufriendo lo peor de la violencia por el trasiego de drogas, pero votan Revolución Ciudadana con sentido de responsabilidad, puesto que con Rafael Correa como mandatario el Ecuador era el segundo país más seguro de América Latina. No parece que importe demasiado a los serranos, menos impactados por la ola de violencia y más favorecidos (como en Quito) por un ostentoso lavado de dinero, eso sí, negado. Contra la inseguridad, Noboa no ha dicho más que disparates.

     No estaría mal que los universitarios hagan conocer las estructuras sociales indígenas y las de sus organizaciones. Pelean de tal forma por su "autonomía" -es decir, para que el Estado no tenga gran cosa que decir- que igual pudieran estar desde reservaciones tratando directamente con el gran capital. Las organizaciones indígenas pueden marchar de vez en cuando sobre Quito, paralizar carreteras y llevar al patrón a hacer el ademán de tomarlos muy en cuenta, sobre todo que son "su" servidumbre, pero no articulan ningún programa de Estado nación: ahora van a estirar la mano ante Noboa, como Yaku Pérez ante el presidente saliente Guillermo Lasso. Los indígenas no se comportan como gente "de abajo" (Luisa González lo es), sino que "disponen". Por cierto: las iguanas de Galápagos (que Lasso entregó a Estados Unidos) votaron por Noboa (66 %). No queda claro si señalar la antipatria de empresarios bananeros, indígenas proestadounidenses e iguanas de las Galápagos puede ser un camino mejor que el de hacer llamados a "todos" y a la "unidad nacional" cuando el gran capital y sus estamentos aliados no tienen idea de ningún interés general, sino únicamente de los particulares, desde los cuales lanzar migajas sin que falten míseros para querer alimentarse de ellas. Nada que festejar (da click en el botón de reproducción).



viernes, 13 de octubre de 2023

POR LA VEREDA TROPICAL

 Bolivia está entrando en una situación lastimosa, que se refleja en la división del Movimiento al Socialismo (MAS), entre los partidarios del presidente Luis Arce, en principio expulsado del partido, y los del ex mandatario Evo Morales, reelecto -en un acto considerado ilegal por los "arcistas"- al frente de la organización y considerado candidato presidencial para el 2025. Hay, de entrada, un problema de relevo generacional y falta de entendimiento de Morales, como si no hubiera sacado las conclusiones de la búsqueda previa de la reelección, que se consiguió torciendo la Constitución. Las cosas no se resuelven apelando a los indígenas, y hasta ahora no queda claro qué pudiera decir el ex vicepresidente Alvaro García Linera. Está por verse si Arce tiene bases propias, lo que no está descartado.

       La situación se tensó en un momento en que llegó como encargada de negocios estadounidense Debra Hevia, agente de la Central de Inteligencia Americana (CIA), no ajena al intento de desestabilización en Nicaragua en 2018 y que, apoyándose en la derecha y sus congresistas, busca ahondar la división del MAS y desprestigiar a Morales, haciéndolo aparecer no como el líder sindical cocalero que es, sino como "narcotraficante". Las circunstancias para dirimir el conflicto en el MAS se complican.

     Gran parte del problema está en no lograr deshacerse de prácticas de origen colonial, mezcladas con prehispánicas, y que son personalistas, hasta donde las lealtades personales son una forma de tratar de asegurarse el otorgamiento de posiciones políticas, que no excluyen el acceso a negocios. Desde una posición personalista, Morales ha lanzado a su vez fuertes acusaciones de corrupción contra miembros del gobierno de Arce, e incluso contra familiares de éste. Hasta ahora, no logran pasar líderes más jóvenes y opuestos al clientelismo, como en particular Andrónico Rodríguez, que ha sonado como ideal para "terciar". Lo único que no hace peor las cosas es que la oposición está dividida.

      El "progresismo" está tocando sus límites en América Latina, con el agravante de que la derecha no es capaz de gobernar, aunque sí, al menos en la visión de Estados Unidos, de tratar de dejar las cosas en el "caos controlado". Los límites se han visto en el carácter de molicie de José Mujica en el Uruguay, de Alberto Fernández en Argentina y de Gabriel Boric en Chile, los dos últimos en la presidencia, pero con la popularidad en picada. En más de un caso, Estados Unidos ha logrado recuperar bastante del terreno perdido. Es lo que intenta en Bolivia, sin que la izquierda, cada vez más electorera, logre teorizar gran cosa. No queda claro qué fue a hacer García Linera en la Internacional Progresista del Demócrata estadounidense Bernie Sanders. No ha sido el momento de la gente de abajo y mucho menos de los trabajadores, sino de sectores medios que en gran medida han hecho suyos los intereses Demócratas, como lo ha demostrado por ejemplo Gustavo Petro en Colombia, y está por hacerlo la autodenominada "Cuarta Transformación" con Claudia Sheinbaum en México, de manera suicida. Con frecuencia, los liderazgos populares no logran pasar el umbral clasemediero (Lula en Brasil, por ejemplo), ni permitir que sean trabajadores (el mismo Lula no lo es desde hace muchísimo) los que se pongan al mando: lo sucedido con Pedro Castillo en el Perú es un escarmiento, y podría no ser el último. Hasta cierto punto, la misión de Hevia en Bolivia es cerrarle el paso a un Morales limitado (da click en el botón de reproducción). Izquierda no es sinónimo de trabajo.


jueves, 12 de octubre de 2023

A TÍ LLEGUÉ PORQUE LLEGUÉ, DE TÍ SALÍ PORQUE SALÍ

 Hay asuntos que se parecen, al menos en mucho, aunque no en todo. Los crímenes de Estado suelen tener características muy señaladas.

     En medio de la campaña presidencial ecuatoriana para la primera vuelta, fue asesinado el candidato Fernando Villavicencio, de quien se ha querido olvidar que fue denunciado como agente de la Central de Inteligencia Americana (CIA). Hay un dato curioso. Más allá de ciertos límites, que tolera, a Estados Unidos ne le gusta demasiado la incursión de China en América Latina. Uno de los libros de Villavicencio fue contra la presencia china en el Ecuador, Ecuador: made in China. En particular, se enfilaba contra la presa Coda Coda, construida por Sinohydro. Al parecer, no hubo motivo para recordar que quien terminó involucrado en un proceso por soborno en el caso fue el ex presidente Lenín Moreno, cuyo hermano, Edwin Moreno, patrocinó el despegue del candidato derechista Daniel Noboa. No hay nada que diga que Villavicencio haya ido tras la pista de Moreno. Lo que intentó Villavicencio es insinuar que el presidente Rafael Correa y el vicepresidente Jorge Glas sabían de lo que hacía Moreno. Villavicencio iba más lejos, contra gente del gobierno venezolano de Nicolás Maduro o contra la colombiana Piedad Córdoba, por ejemplo. A través del caso Arroz Verde, Villavicencio consiguió que Correa fuera sentenciado a ocho años de prisión.

      Cuando fue ejecutado, Villavicencio se encontraba en un evidente "descuido" de su aparato de seguridad. Como sea, se buscó acusar a Correa de la ejecución y Luisa González, candidata de la Revolución Ciudadana (cercana a Correa), cayó en picada en las preferencias electorales, cerca de 9 o 10 puntos, habiendo estado en posibilidad de ganar desde la primera vuelta. En vísperas de la segunda vuelta, se resuscitó el caso y se volvió a inculpar a Correa, otra vez en circunstancias turbias. De los procesados como presuntos autores materiales del crimen, siete colombianos, uno murió el día del asesinato, pero seis fueron ejecutados en la cárcel (dos cárceles), pareciera que otra vez con un "vacío de seguridad". Uno más, el día del asesinato, fue llevado a declarar estando herido y murió "cantando", en vez de que se cuidara de su vida en un hospital, en otra "falla" de seguridad. El único sicario que quedó vivo acusó "al gobierno de Correa", según lo reprodujo Christian Zurita, periodista remplazo de Villavicencio. Es un poco difícil que "el gobierno de Correa" haya hecho cualquier cosa, porque dejó de existir en 2017. No estaba a cargo de la seguridad de Villavicencio. Lo del "gobierno de Correa" fue un curioso lapsus. Luego hubo que rectificar para tratar de inmiscuir a "políticos cercanos a la Revolución Ciudadana", en un gran parecido con lo hecho poco antes de la primera vuelta para desacreditar a Luisa González.

      Alguna vez, Correa acusó a Villavicencio, quien había encontrado el modo de aliarse con parte del partido político indígena Pachakutik, de "vendepatria". Villavicencio no había encontrado nada mejor que buscar pedirle a una Comisión del Senado de Estados Unidos que se impusieran sanciones al Ecuador (Villavicencio había sido sentenciado por injurias). En todo caso, el ejecutado era muy selectivo; y siempre fue "selecto", hasta ser "seleccionado" por un patrón del que no es secreto que tiene diversas ramificaciones -en la política, los aparatos de seguridad y ciertos cárteles. Hecho poco mencionado, Los Lobos, un grupo pandillero delincuencial ligado al CJNG (Cártel Jalisco Nuevo Generación, enemigo del Cártel de Sinaloa, "el más querido"), se atribuyó el asesinato de Villavicencio. La fiscal Diana Salazar -mujer y negra- se olvidó de los narcogenerales ecuatorianos: denunciados por "la embajada"...y por Villavicencio, a quien parecería ahora haber querido reivindicar...prestándose a un ardid más. Como los de Sinaloa están en el Ecuador desde 2003 y se estima que el CJNG llegó para estorbar, no sería raro que algunos se confundan. Todo pudo ser un "influjo psíquico" de Rafael. Hasta la victoria, siempre (que se pueda).(da click en el botón de reproducción).






domingo, 8 de octubre de 2023

VACA MUERTA

 El fenómeno decadente Javier Milei ha dado un susto en Argentina, aunque no se trata de locura, sino de llevar el llamado "neoliberalismo" -que no es del todo ajeno a los libertarios y anarquistas- hasta sus últimas consecuencias, de ser necesario vociferando. Después de todo, en ambos casos se trata de demoler el Estado, a partir de una confusión entre Estado y gobierno.

      Lo que algunos empiezan a constatar es el declive del peronismo, un populismo nacido del siglo XX, también con bastante vociferación, pero no muy radical: en lo fundamental, la oligarquía terrateniente y el capital extranjero en Argentina no fueron tocados por los gobiernos de Perón, pese a ciertas medidas estatizantes, y nunca se sentaron bases realmente sólidas para el desarrollo. Ocurrió en parte que Argentina encontró su propia forma de mitomanía ("Perón, qué grande sos"), dentro de un proceso que llevó erróneamente a creer que eran algunos países del Cono Sur los que mejores posibilidades tenían de salir del atraso. Las cosas ya no parecen ser así, diga lo que diga Milei: según las cifras más recientes, la pobreza en Argentina toca ya al 40 % de la población, en medio de la presidencia desastrosa de Alberto Fernández, y sin que al Grupo de Puebla se le ocurra asumir las consecuencias.

     Alguna esperanza pareció tener el peronismo luego de la grave crisis de 2001 y con el ascenso al gobierno de los Kirchner, Néstor y luego Cristina Fernández. Esta tampoco llegó demasiado lejos, pese incluso a buscar respaldos teóricos para la "razón populista" (en Ernesto Laclau). Hace rato que importa menos el programa serio y más el candidato electorero, tratando de atraer lo que sea en función de no soltar el poder, pero sin la menor claridad de qué hacer con él. Sergio Massa es el "peor es nada" del peronismo, sin que quede claro cuál es el sujeto del cambio, ni hacia dónde, como no sea aminorar vagamente los desastres de una derecha suicida, que ya no tiene nada en mente más que vender y extranjerizar. Estados Unidos no ha dejado de incursionar en Argentina, con visitas reiteradas de Laura Richardson, a la cabeza del Comando Sur, además de los cursos para jueces y fiscales, dictados por el Departamento de Justicia, la Agencia para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés) y la Agencia Federal de Investigación (FBI, por sus siglas en inglés), y las asesorías para el desarrollo limitado en tecnología. Frente al poder mediático, la derrota es inocultable. Por lo demás, la izquierda se atrinchera en una forma no tan peculiar de hundir a la izquierda pareciendo ser de ésta, como lo prueba la maniobra y manipulación sistemática de Página 12, destinada a enturbiarlo todo de tal forma que una radicalización a la izquierda sea imposible. No es raro que los regímenes populistas creen verdaderas faunas extravagantes a la izquierda.

     Muchos ricos en Argentina no tienen más que mentalidad de saqueo y rentismo: mientras el 10 % del producto interno bruto en el mundo se encuentra en paraísos fiscales, en el país conosureño es el 40 %. De las existentes, no hay vía que no siga en la extranjerización: tal vez lo que parezca "nacional" sea la derecha de Patricia Bullrich, con el grupo Clarín y empresarios nacionales, pero Bullrich es muy proestadounidense y Clarín está entre los que más sacan dinero del país; Milei quiere la dolarización y es gente de los fondos buitres, y el peronista Massa igual puede ofrecer al extranjero recursos naturales, en la minería, el petróleo, el gas y el litio. No es nada más el declive del peronismo; es que no queda claro qué sentido hay del Estado nación. Y Argentina está en la mira, sin mayores reservas que las que le pudieran quedar a la señora Fernández de Kirchner, en minoría frente a la suma de derecha.

     No es exclusivo de Argentina, ni raro que vaya acompañado de ciertos discursos de grandeza, como en el "México milenario" que se empieza a rematar sin que nadie haya sido consultado. El gobierno colombiano de Gustavo Petro no distingue entre capital nacional y capital extranjero, mientras Estados Unidos recupera posiciones: no pocas en el Perú, algunas más en el Ecuador. No parece que Washington esté decidido a dejar su "patio trasero" así como así (da click en el botón de reproducción).





martes, 3 de octubre de 2023

AH, LO QUE SE VE NO SE JUZGA, CLARO

 A la oposición en México, del Frente Amplio, le tiene sin cuidado la distinción entre verdad y mentira, como a ciertos círculos intelectuales y a buena parte de la universidad pública. El ejemplo es el del intelectual Guillermo Sheridan: acusado de ser miembro de la fuerza aérea universitaria, no contesta sobre sus horas e itinerarios de vuelo, sino que recurre a verle la cara a quien se deje. Da como supuesta prueba de su trabajo el haber escrito 35 libros "como autor y/o coordinador" (cuidándose de distinguir) entre 1985 y 2021, además de haber dado a luz a otros tres (ya son 38) y dejado en prensa dos más (suman 40) en 2022, lo que da un total de 40 libros en 36 años. La universidad pública no lo tocará, sino que se pondrá a investigar a Xóchitl Gálvez y a Claudia Sheinbaum, por presuntos plagios. Un libro serio requiere como mínimo cinco años de trabajo, según universitarios que algo saben del tema, pero Sheridan hizo o coordinó libros a un ritmo de más de uno por año. De este tipo de grandes personalidades está llena la universidad pública. Sheridan no es tocado habida cuenta no de algún mérito personal, sino de su pertenencia a una clientela no exenta de cierto poder, incluido el mediático. Considerando la respuesta de Sheinbaum, a la universidad pública no le quedaría más que sancionar a Gálvez y dejar en paz a Sheinbaum, asumiendo las consecuencias políticas, si acaso importan más allá del "dale donde más le duele" al que se dedica la oposición. Son casi seis años así con López Obrador y hay ánimo para seguir con Sheinbaum por si tuerce el rumbo.

       El sexenio del presidente Andrés Manuel López Obrador se acerca a su fin entre luces y sombras. Prometió diferenciarse de los anteriores en materia de corrupción y, en más de un aspecto, lo logró: salvo un caso no muy publicitado, expuesto por Hernán Gómez Bruera: durante tres años, los negocios de la Consejería Jurídica de la Presidencia, a cargo de Julio Scherer Ibarra, hijo de Julio Scherer, e investigado por la Fiscalía General de la República. Fuera de este caso, el gabinete de López Obrador no tiene en su contra nada comparable a muchos gobiernos anteriores, en términos de saqueo del erario: no hay disposición discrecional de gigantescas partidas secretas, ni Fobaproas, ni Oceanografías, ni Garcías Luna, ni Estafas Maestras, por más que la oposición y su fuerza mediática quieran guiarse por el engaño, al hacer creer que, a fin de cuentas, "todos son iguales": la fabricación del caso "Casa gris", Felipa, Martinazo o los sobres de Pío francamente no dan para insinuar que gobernó otro "Negro" Durazo o un López Portillo nunca tocado. En lo fundamental, López Obrador cumplió. También habrá conseguido equilibrar en algo las economías del norte y del sur-sureste de México (las respectivas tasas de crecimiento lo prueban, hasta aquí). No prometió demasiado en materia de seguridad y logró reducir la pobreza un poco "de chiripa", casualmente, como se dice coloquialmente: no fue atacada a fondo la pobreza extrema, pudiendo hacerse, de los programas sociales se beneficiaron más bien estratos medios bajos y los cinco millones que salieron de la pobreza (otros elevan la cifra a nueve millones) lo hicieron gracias a aumentos salariales. Lo que hizo la popularidad del presidente mexicano fue su frontalidad. Tampoco se lo encontrará en ningún lujo terminado el sexenio: se irá a La Chingada, como prometido.

     El aparato mediático y el de Justicia optaron por hacerle la guerra a López Obrador. Tuvo que hacer al mismo tiempo con otros problemas insidiosos. No se le hizo el menor caso en su llamado a la "revolución de las conciencias", y asomó otra cosa: el arribismo del aparato del Movimiento de Regeneración Nacional (MoReNa), que hace cualquier cosa: ahora promueve para la jefatura de gobierno de la Ciudad de México a una persona vulgar, Clara Brugada, porque tiene una alcaldía (Iztapalapa) clave en votos, incluso a nivel nacional, pero sin que se sepa hasta el momento qué propone la señora, más allá de llevar cuentas en orden (no es seguro que sus proyectos culturales sean tan loables); y abre posibilidades a Omar García Harfuch, policía que dió muy buenos resultados, que quería estar en Seguridad federal y que de política sabe tanto como de chino mandarín, al igual que en el pasado el desperdiciado Miguel Angel Mancera, pero que es un guiño de ojo a la clase media. No importa en ningún caso que una deba seguir haciendo cuentas y que otro deba seguir con el oficio de policía que le funciona: MoReNa no hace más que cálculos electoreros, y creyendo tal vez que con agregar a los Angeles Azules la demagogia y lo electorero parezcan popular, si se trata de Brugada e Iztapalapa. La elección de Sheinbaum para la presidencia pudo haberse ahorrado -López Obrador trató de frenarlo- prácticas como las "cargadas" de gobernadores o acarreos. No está claro que se esté alumbrando un cambio de régimen, salvo en las prácticas de las altas esferas. MoReNa pudiera andar por otros rumbos, a reserva de lo que venga: el rechazo al salinismo, más que al antiguo régimen, al haber cesado la idea de que "todos caben" y, a la par, "unos con mejor lugar que otros".

     López Obrador no habrá sido Quijote, ni sin mancha. Su creencia de que "la política es el arte de escoger entre inconvenientes" y, sobre todo, un acomplejamiento provinciano frente a un mundo intelectual mal comprendido lo llevaron a más de un error: nombramientos con "leyes a modo" como el del señor Francisco Ignacio Taibo Mahojo, permisividades a la señora, transformación de parte del aparato diplomático en agencia de colocación de viudas de amigos y de amistades de la intocable (la misma señora), enfrentamientos estériles con personas cuyo único interés es la importancia personal, falta de trabajo (más allá de condiciones de salud), ignorancia no reconocida e idealización del "pueblo" a costa del trabajo mismo, al grado de que no faltara gente incompetente en el gobierno. Deja una tibia defensa de la soberanía y, al mismo tiempo, un país cerca de ser terminado de rematar por el nearshoring, que es lo deseado por una oposición suicida, al menos en el Frente Amplio. Si López Obrador fue bastante consecuente (aunque no en todo, ni siempre), MoReNa está en cambio en la contradicción más completa, salvo excepciones: a menos que se trate de querer monopolizar lo que dé el remate de un país que ha dejado de vivir de sus propios recursos, de sus capacidades endógenas y de una soberanía económica que, si alguna vez tuvo cierta importancia, ya no existe más. El "proyecto de nación" no existe, salvo en la creencia en ciertas costumbres dizque "culturales" que ni siquiera son garantía de que la desintegración social no prosiga. No es tratando al "pueblo" como niño o como discapacitado -como lo hace Sheinbaum - que pueden encontrarse fuerzas para levantarse y, por lo demás, parar la suplantación del interés público por el mediático y del ejercicio de la autoridad por la impunidad judicial. Como se le quiso restar a López Obrador autoridad, se le querrá quitar a Sheinbaum: es para lo que están "autoridades" como Sheridan, que como otras deslumbran por su violencia apenas disimulada: grosería maliciosa y refinada mala fe, puesto que el mensaje es que el verdadero Supremo es el que hace más de un libro al año, y consigue que lo tomen por "alguien", además algo así como incólume e impoluto cazador de advenedizos. Descanse en Paz.

Música para la mañanera, al gusto de todos (da click al Zócalo de ensueño en la Cdmx):






domingo, 1 de octubre de 2023

ME CONFORMO

 A veces no queda claro para qué se dan noticias: si para que la gente haga algo o para que, al contrario, se vea neutralizada. Insistir una y otra vez en la delincuencia, por ejemplo, es algo que puede crear a la vez inseguridad y sensación de indiferencia, "con tal de no meterse con ellos", de no ir a ciertos lugares y de aprender así a sobrevivir, creyendo vivir "a todo lo que da".

      Para colmo, quien se toma en serio el problema de la delincuencia, persiguiéndola de verdad, y no a medias, puede encontrarse tachado de "autoritario". Por si acaso, en El Salvador el presidente Nayib Bukele ha proseguido con los últimos reductos de pandilleros (maras), pero también han sido liberadas seis mil personas, dejándose margen a la corrección de errores o injusticias.

      Junto a la violencia, las condiciones socioeconómicas son motivos de emigración. En El Salvador tuvo que salir mucha gente refugiada durante la guerra interna. Luego, un clima de violencia muy grave provocó más emigración, aunque ahora no se tratara de refugio político. El fenómeno migratorio, con el paso de los años, hizo que El Salvador se volviera un país fuertemente dependiente de remesas, en particular de las enviadas desde Estados Unidos, y la búsqueda de salida no cesó, aunque ha empezado a bajar, ahora que con el gobierno de Bukele el país centroamericano se ha vuelto muy seguro.

     Bukele anunció hace rato una nueva sorprendente, que difícilmente es posible en otras comunidades de inmigrantes. Mientras en América Latina más del 30 % de la población (o hasta el 50 % en algunos casos) dice que emigraría de tener la posibilidad, entre los inmigrados salvadoreños el 60 % dice que regresaría a su país si tuviera la oportunidad, y dicho ésto a pesar de que la pobreza ha crecido un poco en El Salvador. No existen antecedentes conocidos de ese tipo, es decir, de un cambio tal en el país de origen que más de la mitad de los inmigrados desee regresar, dejando de lado algunos casos de exilios políticos, y por cierto que no todos. Lo señalado indica que, para un buen número de salvadoreños, su país es hoy sinónimo de paz y de oportunidades para salir adelante honradamente. No hay en América Latina ningún otro país que pueda presumir de lo mismo (ni México, pese a las promesas del lópezobradorismo, con un estado de cosas tal que arroja, una vez más, serias dudas sobre la "estrategia" de seguridad federal, con la excepción de la Ciudad de México, que adoptó medidas adecuadas en la policía, en particular con alzas de salarios, medidas de inteligencia y, cosa muy importante, sistemas de promoción dependientes de evaluaciones y no de cesiones personales de arriba, por lo que se puso por delante la meritocracia que, de una manera general, la autodenominada "Cuarta Transformación" no sólo no entiende, sino que rechaza, pese a que es el secreto de la eficacia del ejército cuando se lo propone).

     Uno tras otro, distintos países latinoamericanos caen por la pendiente de la presencia mayor de la delincuencia, al grado de terminar en Estados fallidos, como Haití o el Ecuador (que por ahora toma veneno estadounidense a modo de "medicamento"), pero también Chile, Costa Rica, el Perú o Uruguay. La región latinoamericana vive una fuerte lumpenización, sin que los gobiernos progresistas atinen a atajarla, y con las cosas en la duda: el "remedio" estadounidense es el "caos controlado", para atomizar y evitar protestas sociales, por lo que, antes de Bukele, y bajo cualquier signo ideológico, no se hizo nada serio ni de verdadero alcance para detener la violencia. Antes al contrario, se la "administró" o "dosificó", pero sin más, tal vez porque no era ajena a ciertos negocios, y tal vez también por lo que tontamente acaba de declarar el presidente ecuatoriano saliente, Guillermo Lasso: la creencia de que "sólo se matan entre ellos", cuando en realidad la criminalidad se desborda (en particular bajo la forma de secuestros y extorsiones), y deja en la indefensión a la gente de abajo que busca ganarse la vida por las buenas. El mensaje para otra parte de la población es que puede estar feliz de sentirse a salvo y en la indiferencia. No hay necesidad de ninguna "militarización" ni de "criminalización de los movimientos sociales", porque en el "caos controlado" no hay organización posible, porque el miedo y la indiferencia no la permiten. Bukele ha demostrado que el problema de la inseguridad es posible de resolver, pero son entre otros los medios de comunicación masiva los que se han encargado de sembrar más miedo (y otro tanto de indiferencia): miedo e indiferencia a políticas constructivas firmes y a alternativas probadas. Aplaudir cuando llega el cártel-que-todos-quieren es gozar de la creencia de que "peor es nada". Ya se sabe cuál es el himno salvadoreño (da click en el botón de reproducción):



TIEMPO DE....¿SEÑORAS?

 A reserva de lo que dé a conocer Ricardo Raphael, muy buen conocedor del caso, Isabel Miranda de Wallace es una mujer de antología que llev...