Han pasado 20 años desde que desapareció la Unión Soviética. Antes de que sucediera el hecho, el descontento no escaseaba en Occidente, que veía con malos ojos al "Imperio del Mal", porque no era tan sencillo encontrar algunos artículos, mientras que las estanterías occidentales se llenaban. Así que muchos intelectuales de izquierda, convertidos en consumidores, empezaron a pedir, como si estuvieran en un restaurán, que les sirvieran lo que llamaron "el socialismo que queremos". Ya entrados en el menú, los eurocomunistas se imaginaron el "socialismo a la italiana", o "con los colores de Francia". Hasta hoy, trátese de Cuba o Venezuela, se discute de gustos, no de hechos o ni de problemas reales. Nada que sea "realmente existente", sino "lo que queremos" (y desde luego, lo que al rato exigimos). Todo quedó en utopía, en socialismo que no existe en ninguna parte pero, además, nunca existió: lo que había en la Unión Soviética era un proceso que se había desviado de los libros (por culpa del dogmatismo), o un capitalismo de Estado, así fuera sin mucha propiedad privada. En fin, es un tipo de celo que uno quisiera ver con el capitalismo. No: es que, se aducía, el capitalismo sí tiene todavía muchos recursos, otras tantas fuerzas productivas. Se parece al capitalismo que quisiéramos.
Salió también el asunto de la "tercera vía". Tampoco queda nada porque lo curioso es que, para poder escoger, hubo que renunciar a escoger, o es que escogieron y ni cuenta se dieron. Cosa frecuente entre los escogidos. No hay tercera vía porque no hay ni primera ni segunda.
Esta brillante labor clasemediera consistió en atenerse a la visión del mundo del patrón en la canción del malogrado Facundo Cabral, ese patrón que, como tantos hoy, se sabe el precio de todo, pero no conoce el valor de nada. Así que no se trató de valorar la experiencia soviética, sino de ponerle precio. Veamos: un comunista con convicciones reales (es decir, uno de esos verdaderos incómodos) probablemente no hubiera pensado en venderse en el mercado (a diferencia del señor Gorbachov), es decir, en ponerse un precio y ver quién "le llegaba". Así que, en resumidas cuentas, un comunista era lo más fácil de vender, puesto que había salido gratis. Durante unas décadas, cualquier acomodaticio entendió que vender comunistas era hacerse un lugar bajo el sol y cotizarse en el mercado, sin tener que pagar por ello. !Un lugar al sol, gratis! Un arribista como Gorbachov desdeñó, en agosto de 1991, a un general del ejército soviético, nacido en 1923, héroe de Stalingrado, veterano de Etiopía, Angola y Afganistán, el general Valentín Varennikov, porque hablaba "con malas palabras", aunque valiera más, en las acciones, que el muy cotizado y solvente (sic) señor Gorbachov. Incluso Putin terminó dándole un puesto honorífico a Varennikov, y Medvedev un reconocimiento. Gorbachov, el hombre del "socialismo con rostro humano", no fue capaz de nada por Varennikov, quien no quiso ser indultado luego del golpe de Estado de agosto de 1991. Henchido de vanidad, Gorbachov vendió lo que había que vender: de éso trata el mercado. Parecía un negocio redondo: uno vende comunistas, se deslinda de horrores verdaderos y otros muchos inventados, y se cotiza al alza. Queda bien con el patrón.
Bien, les salió gratis. No construyeron nada. Hasta que empezaron las dificultades donde menos se las esperaba. Una recesión fuerte entre 2007 y 2008. Tal vez venga otra. No pongamos en la cuenta las pocas guerras que quedan, todas hechas desde Washington. No, el puro funcionamiento del capitalismo. Lástima, pero el capitalismo cobra caro, cuando son sus asuntos, no regala nada, a diferencia de los equivocados comunistas, y hoy se empiezan -se empiezan- a pagar las cuentas del capitalismo. A 20 años de la caída de la Unión Soviética, sin izquierda en el horizonte, únicamente cabe citar a esa seguidora de Rosa Luxemburgo, la insigne cantante mexicana Alejandra Guzmán, para quien no quiera creerlo: "ten cuidado con el corazón, canta esta guía de la juventud, aquí abajo en este mundo material. Un descuido y te pueden desplumar, por nada". Bendiciones.
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