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jueves, 4 de agosto de 2011

VESTIDOS DE AZUCAR

Son un encanto. Están convencidos de que la democracia requiere que los ciudadanos no paren de reclamar sus derechos, en el entendido de que ellos son los ciudadanos. Les gustan muchas causas, aunque prefieren pocos efectos. Como parte de sus derechos, obligan a presidentes a pedir perdón hasta de lo que no han hecho, arrodillan a legisladores y lo mejor, dan órdenes a los ejércitos. Tienen a representantes impolutos, por lo general son víctimas y veneran lo "light".
A estos ciudadanos, convencidos de que todo el secreto está en la clase media, no les gusta mucho que haya pobres, pero jamás condenarán el descaro de cierta riqueza, ni las orgías de los ricos (que lo digan videos de Enrique Iglesias, Cristina Aguilera, Britney Spears, Ha Ash, etcétera), ni su insolencia, ni ninguna de sus desmesuras. Los ciudadanos quieren paz, pero no condenan en concreto ninguna guerra. En cierto modo, esta clase media ciudadana, aséptica, se comporta como la mujer que del hombre quiere nada más que la provea, quedándose él calladito y bonito el resto del tiempo. Si no, le arman una de esas griterías a las que acostumbran Gloria Trevi o Paulina Rubio, versiones "light" de una señora del barrio.
El modelo es Estados Unidos, donde Barack Obama, el presidente, admirador confeso del difunto ex mandatario Ronald Reagan, acaba de pactar elevar el techo de endeudamiento: no hay modo de aumentar los impuestos a los ricos, intocables en su insolencia y degeneración, pero en cambio se argumenta una y otra vez que todo es que la seguridad social sale cara, lo que es falso (es superavitaria desde hace mucho). En realidad, sucede que les pagan a los ricos y le subsidian al Estado asuntos como sus guerras. Pero no hay causa del efecto: a los ricos no se les toca porque ellos son los que "detonan" la economía y provocan "la derrama" (así de prosaico).
Ningún país ni líder del mundo se atreve a tocar a Estados Unidos, menos ahora que hay un presidente "a la izquierda" o en el centro. Más de un país sabe que está amarrado al mercado estadounidense y, mucho más grave aún, el asunto de los BRIC (Brasil, Rusia, India y China), u otros como el del "modelo turco", consisten en que la clase media "haga metástasis", proliferando por doquier, así sea chatarra y a crédito. Desde hace cerca de dos décadas, junto a los ricos hay "nuevos ricos", en todo caso privilegiados, a los que nadie mueve y que lo único que tienen son exigencias. Estados Unidos, en quiebra, no para de exigirle al mundo. Lo mismo hacen estas encantadoras clases medias.
El único que se atrevió a una crítica fuerte, llamando las cosas por su nombre, fue el actual primer ministro ruso, Vladimir Putin, quien afirmó que Estados Unidos, parásito de la economía mundial, vive por encima de sus medios, sin querer encarar el menor ajuste. Según Putin, elevar el endeudamiento no resuelve nada: permite que Estados Unidos viva a crédito pasándole la factura a otros. Encima, a juicio de Putin, Estados Unidos no hace sino aprovechar el monopolio del dólar.
En suma, salvo para una clase media demográficamente extendida y políticamente incapaz, la suerte de Estados Unidos es la desgracia de una economía internacional que Washington desde luego no quiere reformar. Así, de nuevo hay signos de estancamiento o de que la crisis seguirá. Nada "light", por cierto. La proliferación de segmentos clasemedieros por doquier bloquea cualquier cambio, así sea una reforma, y abona en el sentido de un conservadurismo de décadas. No queda más que leer las Obras Completas de Paulina Rubio, incluyendo su "Ley de Causa y Efecto", donde la cantante, en un desliz marxista casi imperdonable, explica que de todos modos cada error se paga. Suponiendo que los "light" tengan alguna conciencia de estarse equivocando, en vez de creer que todo es acomodarse a los tiempos y las pequeñas conveniencias.

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