Tal parece que el presidente ruso, Dmitri Medvedev, nacido en 1965 y fanático de Slade, Led Zepellin y Deep Purple, hizo propuestas en la reciente reunión de la OTAN, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, en Lisboa, para compartir el escudo antimisiles que quiere crear Washington en Europa. Medvedev habría sugerido hasta dividirse el escudo por zonas, para parar los misiles según de donde vinieran. En tiempos soviéticos, no se podía proponer acuerdos por la libre y confundiendo el título personal, la representación de un país y el ruido de Led Zepellin. Las superpotencias se habían comprometido a no crear escudos antimisiles y los tenían reducidos a dos pequeños lugares, uno en el norte del estado de Dakota, en Estados Unidos, y el otro en la región de Moscú. Estados Unidos acataba. Desde que desapareció la Unión Soviética, la idea del escudo antimisiles, en vez de desaparecer, se amplió. Medvedev ha cedido en otras cosas, por ejemplo dándole a Noruega derechos sobre el mar de Barents, lo que nunca había ocurrido. En Lisboa, el presidente ruso actuó sin consultar y ahora los militares rusos están analizando de qué se trata: los madrugaron en casa. Entretanto, el huésped del Kremlin, muy de su generación, sigue como disco rayado o como disco de Deep Purple ofreciendo luchar contra el totalitarismo y desestalinizar a la Federación Rusa. El actual primer ministro ruso, Vladimir Putin, ya había dejado en claro que la masacre de más de dos decenas de miles de militares polacos en Katyn en tiempos de la última guerra mundial fue culpa soviética. Ahora, con Medvedev, de lo que se trata es de ir más lejos y pedir perdón. No nada más ceder en lo real; también hay que ceder en lo simbólico hasta donde se pueda. El día que caiga un misil en Moscú, Medvedev lo recibirá cantando "Stairway to heaven" y con un discurso en la Plaza Roja sobre las diferencias entre el ritmo del baterista y el de la guitarra eléctrica. Para que no lo acusen de totalitario.
Michael Moore propuso alguna vez para la presidencia estadounidense a Oprah Winfrey, pero ni es necesario. Barack Obama nació en 1961, así que es también de una generación que considera que todo está en saber acomodarse y no defender nada que ponga en riesgo el acomodo. El padre adoptivo del actual presidente estadounidense, Lolo Soetoro, fue hombre del general indonesio Suharto (mientras el padre biológico de Barack tenía entre sus amigos a agentes secretos estadounidenses en Kenia), quien, mediante un golpe de Estado, derrocó a Sukarno y se llevó la vida de alrededor de un millón de indonesios, muchos de origen chino, acusados de comunismo. ¿Es legítimo matar a cerca de un millón de personas por la sospecha de que son comunistas? Porque, de lo contrario, se espera que Estados Unidos pida perdón. O que los Clinton no vuelvan a aceptar en su campaña dinero de gente allegada a Suharto. La madre de Barack Obama, Ann Dunham, trabajó a finales de los '60 en Indonesia en la USAID (Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional), tapadera de la Central de Inteligencia Americana para limpiar de restos comunistas a islas indonesias como la de Java. ¿Hippie? Ni tanto, puesto que la antropóloga Dunham se encargaba del equivalente de lo que en América Latina fue la Alianza para el Progreso contra Cuba.
La generación nacida en los años de Medvedev y Obama podrá acomodarse como quiera y con el ruido dizque musical que mejor le convenga: en claro, lo que está diciendo es que sus mayores rusos se equivocaron de cabo a rabo y que los matos estadounidenses no, ni tienen de qué pedir perdón. Entiéndase: es normal matar a un millón de indonesios y hay que pedir perdón en repetidas ocasiones por la muerte de poco más de 20 mil polacos. Las cuentas son claras. Tan claras como las que seguramente alguien pagó para que la delegación georgiana en la reunión de la OTAN en Lisboa se comprara a 80 "sexoservidoras" que amenizaron en el hotel hasta que el presidente francés, Nicolás Sarkozy, se exasperara por el ruido de los caucásicos. Los de Georgia entienden rápido de qué trata lo que los otros toman por acomodo a los nuevos tiempos.
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