Los muy neutrales finlandeses no han encontrado nada mejor que buscar cobrarse la afrenta de la desastrosa guerra ruso-finlandesa en vísperas de la segunda Guerra Mundial, en 1939-1940. En enero, bajo patrocinio de Gran Bretaña, se celebró una "mini Cumbre" de países nórdicos europeos, interesados en tener acceso al Artico. Noruega ya obtuvo concesiones de Rusia, por causa de lo que serían imprudencias del presidente ruso, Dmitri Medvedev. La idea occidental sería sacar de su inveterada neutralidad a suecos y finlandeses para inmiscuirlos en la Organización del Atlántico Norte, la OTAN, a cuyo frente se encuentra un danés. Ni Suecia ni Finlandia tienen actualmente acceso al Artico.
Alexander Stubb, ministro finlandés de Relaciones Exteriores, no ve nada malo en que sus compatriotas compren tierras en la frontera, del lado ruso, lo que Medvedev quiso impedir. Más de un finlandés piensa que esas tierras, en Karelia, son en realidad de Helsinki y no de Moscú. Medvedev estaba en su derecho de proteger tierras de su país, mientras que el ministro finlandés no podía protestar por un asunto interno de Rusia. Sin embargo, Stubb metió sus narices. En muchos países está prohibido que extranjeros adquieran tierras costeras. Finlandia quiso reaccionar prohibiendo a rusos adquirir propiedades en suelo finlandés, pero sin tomar en cuenta el emplazamiento de dichas propiedades. Esta reacción finlandesa fue fomentada por la coalición Pro Karelia que quiere revisar los resultados de la guerra 1939-1940, tratando a la Federación Rusa como país vencido. Los finlandeses están reclamando también territorio de Pechenga, al norte, para tener acceso al Artico. Ese territorio es ruso desde la guerra de 1939-1940.
Hay en Finlandia una fuerte presión para que el país entre a la OTAN. Los escandinavos volverán a reunirse en abril para seguir con algo que es abrirle un enésimo frente a los rusos. El tiempo ha pasado y los escandinavos ya no son lo que pretendieron ser, un modelo de neutralidad o de lo que en algún momento se llamó "finlandización". Parece más tentador sacar ventaja del que está en situación de debilidad. Aunque, en realidad, los escandinavos deberían aprovechar las redes sociales e inundar los sitios rusos de suecas vestidas de Eva y buscando Adanes. A lo mejor habría resultados como los del atribulado mundo árabe, con millones de jóvenes rusos exigiendo suecas y la dimisión de las autoridades anti-porno. En todo caso, en Escandinavia no puede acabar la Guerra Fría. No al menos al aire libre, parece, ni en las sesiones de unos militaristas y revanchistas que cualquier día de estos resultan ser también dueños de redes sociales o de algún negocio "hot".
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sábado, 26 de febrero de 2011
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