Estados Unidos no tiene inconveniente en ayudar por doquier a fuerzas retrógradas. Es lo que ha hecho en el mundo árabe, llamándole "revoluciones" y "primaveras" a procesos de restauración e incluso, de contrarrevolución. Lo mismo ha sido hecho en Europa del Este.
Es lo que ocurrió en Georgia -gran aliado estadounidense en el Caúcaso- con la "revolución de las rosas" y el idilio entre el actual presidente georgiano, Mijail Saakashvili, y los Bush. Hoy, Georgia es la punta de lanza de la reacción contra Rusia en la región caucásica. Como Azerbaidján tampoco es un país seguro, Moscú ha negociado con Armenia para colocar ahí un radar -en las montañas armenias- que haga contrapeso al dispositivo de la Organización para el Tratado del Atlántico Norte en Turquía.
Durante la segunda Guerra Mundial, algunos georgianos pelearon del lado nazi, muy en concreto con las SS y la Wehrmacht. El georgiano al mando era Shalva Maglakelidze y la legión georgiana instaló su cuartel general en Marijampole, en Lituania. Al lado de los nazis, algunos georgianos pelearon en Ucrania y en el norte del Caúcaso. Maglakelidze logró huir a Italia al terminar la guerra y luego fue a Alemania, donde terminó asesorando al canciller Konrad Adenauer, hasta que el georgiano nazi fue capturado y juzgado por los soviéticos en 1954.
A otros les fue mucho mejor. Dmitri Shalikashvili peleó en la SS-Waffengruppe Georgien y estuvo en Normandía, donde se rindió a los británicos. El georgiano, que había peleado contra los soviéticos, encontró finalmente el modo de emigrar en 1952 a Peoria, Illinois, en Estados Unidos. El hijo del georgiano nazi, John, hizo carrera en el ejército. No pasó desapercibido: llegó a ser, bajo la presidencia del demócrata William Clinton, jefe del Estado Mayor conjunto del ejército estadounidense (1993-1997). Es decir que si, como John Shalikashvili, alguien tiene antecedentes familiares de colaboración con los señores nazis, hay buenas oportunidades de colocarse en el "establishment" estadounidense. Lo mismo ocurre si se es un fanático islámico, incluso un veterano de Al-Qaeda, luego de la lucha contra los soviéticos en Afganistán: se puede ser premiado con un pedazo de poder en Libia.
A la contrarrevolución desatada en el antiguo bloque socialista, luego en el mundo árabe y por cierto que en alguno que otro país de América Latina, se le llama "cambio". No es tan complicado encontrarse al de izquierda que repita que se trata de un "cambio". Lo que se ha producido en Europa del Este, parte de la antigua Unión Soviética (el Báltico, Ucrania, parte del Caúcaso) y el mundo árabe es la contrarrevolución y la reacción en todas sus formas. Sí se puede. Sí-se-puede.
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martes, 17 de abril de 2012
FANÁTICAMENTE MODERADOS
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