El actual presidente ecuatoriano, Daniel Noboa, no tiene idea de nada que no sea negocio, y mucho menos de Estado nación. El Ecuador es en gran medida un Estado fallido, con un aparato judicial calamitoso, aunque, a diferencia del Perú, con una Asamblea que funciona, tan mal que bien. Noboa ya ha mostrado que la ley no le importa mucho, al tomar por asalto la sede diplomática mexicana para llevarse al ex vicepresidente Jorge Glas y seguir con el mensaje para escarmiento. Por lo demás, Noboa se saltó la Constitución para las elecciones presidenciales más recientes y, encima, las hizo bajo estado de excepción y no sin fraudes. El proceso fue irregular de cabo a rabo.
Antes de Noboa, el presidente Guillermo Lasso se evitó un juicio político, costoso para la derecha, y que se dieran a conocer sus tejes y manejes entre otras con la mafia albanesa, puesto que se trata de ponerse "global". Antes, el presidente Lenín Moreno también estaba involucrado en irregularidades en paraísos fiscales (Ina Papers). No se hizo mucho caso de las denuncias que vinculaban a Noboa con tráfico de droga en containers de banano. Noboa no representa siquiera a alguna "burguesía", sino a una rancia oligarquía bananera.
Parte del problema para "desempatar" fuerzas en el Ecuador tiene que ver con los medios de comunicación masiva y su manera de invertir y desplazar las cosas, en pura ideología, y con mala voluntad e ignorancia: se trata desde hace años, con apoyo de un aparato judicial corrupto, de hacer creer que todo se reduce a Correa sí o Correa no, por el ex presidente Rafael Correa, de centro izquierda, y con creencias rancias del estilo "muerto el perro, se acabó la rabia", por lo que bastaría con "descabezar" a la Revolución Ciudadana (RC), en Correa, para reducirle fuerza, aunque es la única que la tiene a nivel nacional. La derecha ya no tiene a líderes "doctrinarios", por así decirlo, y carece de programa para sacar adelante al país, a diferencia de la RC, y pese a las críticas de la extrema izquierda desde el "antiextractivismo" y buena parte de los indígenas, aunque son minoritarios en el Ecuador. En rigor, nadie podría definir el tan llevado y traído "correísmo", más allá de agitarlo una y otra vez en los medios para el ritual antiguo, de origen primitivo, del chivo expiatorio, del mismo tipo que el que se lleva a cabo en México contra el ex presidente Andrés Manuel López Obrador, con saña. El ritual es parte de algo más: buscar evitar lo que la derecha considera "radical", de ser necesario inventando de tal modo que no falta quien, ya en pleno desgarriate, para decirlo con una palabra coloquial mexicana, dé rienda suelta a su deseo hecho fantasía, porque la ideología también tiene sus fantasmas.
Noboa convocó a un referéndum en el que creyó probablemente hacer un nuevo negocio, para asestarle dos golpes fuertes a la RC, pero fallaron: entre otras cosas, el referéndum reciente preguntó si la gente -cerca de 14 millones de habilitados para pronunciarse- quería bases militares extranjeras y una Asamblea Constituyente, para remplazar la Constitución de 2008, hecha bajo la presidencia de Correa. En ambos casos, cerca del 60 % de quienes se pronunciaron lo hicieron por el NO, aunque en el Ecuador siempre cuentan los resultados regionales; las provincias de Chimborazo, Tungurahua y Loja, con fuerte población indígena, metieron la pata como acostumbrado, para volver a mostrar que los pueblos originarios no siempre tienen mayor idea de que están en un Estado nación. La situación ya ha cambiado en Imbabura (centro-norte) y en Bolívar, además de Cotopaxi, feudo del líder Leonidas Iza. Para no variar, la costa se pronunció abrumadoramente por el NO (El Oro, Esmeraldas, Guayas, Los Ríos, y la siempre delantera liberal, Manabí, provincias que más sufren el azote del crimen organizado, pero no salieron a pedir ayuda foránea). En la Amazonía, igual: por el NO con fuerza en la frontera con Colombia. como Sucumbíos, y no tanto o cerca del empate en Napo-Pastaza y Zamora Chinchipe, también con indígenas). Galápagos votó No.
En las regiones más urbanas y de clases medias, el No se impuso en Azuay (centro-sur)., y también en Pichincha, donde está Quito, capital ecuatoriana. De la nueva Constituyente no quiere nadie, salvo en provincias indígenas atrasadas. En suma, Noboa sigue en gran medida como estaba, en parte agraciado por gente de dinero e ignorantes, mientras que la unidad indígena se rompió, que es la novedad (en los grandes centros urbanos, 40 % o un poco más vota a la derecha).
El resultado subraya la diferencia entre patria y antipatria, lo que también ha enfatizado Luisa González, ex candidata de la RC, mientras Correa se decanta más por "alianzas amplias" y sus dejos de amiguismo. Por si no se lograra "desempatar", está la otra carta foránea: la fragmentación en nombre de "todos son iguales", por lo que dos preguntas del referéndum fueron de algún modo sobre la "clase política", la misma que tal vez le suscita dudas a González. ¿Contra "los políticos"? Hábil, porque, salvo en Cotopaxi, las preguntas sobre el tema (financiamiento a los partidos políticos, reducción de asambleístas) dividieron a la capital, Quito; a Guayas (donde se encuentra la gran ciudad de Guayaquil), al Azuay (otra ciudad grande: Cuenca) y a los desorientados indígenas ya mencionados, como para ir metiendo un "antipolíticos" para reintentar minar a la RC y fragmentar, otra vez, el voto. Ninguna sorpresa, salvo esta última: un guión en busca de actores, para seguramente restarle a la RC y hacerla psar, ante el negocio, como la "política" (da click en el botón de reproducción).