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lunes, 25 de noviembre de 2024

FANÁTICAMENTE MODERADOS

 En varios países de América Latina, la izquierda, que tiende más bien a ubicarse en el centro-izquierda (del que no queda excluida Venezuela, a falta de una verdadera revolución popular como en Cuba y en Nicaragua, y dado el carácter "desde arriba" del chavismo), viene perdiendo notoriamente posiciones locales, como ya ocurrió con la gente del presidente colombiano Gustavo Petro, que por lo demás no tenía una presencia fuerte propiamente nacional. No sirve de gran cosa salir, como lo hace el periódico mexicano La Jornada, a dar de gritos porque ganó en el Uruguay el izquierdista Frente Amplio: lo hizo por un margen cerrado de votos (aproximadamente 49 % contra 46 %), lo que quiere decir que no hay hegemonía y que, otra vez, se puede tener el gobierno, pero no el poder.. El candidato ganador uruguayo, Yamandú Orsí, llegó con propuestas ambiguas: es libertario de "propuestas moderadas", por lo que se trata de esquivar sistemáticamente cualquier radicalismo, entendido como ir "a la raíz" de los problemas. Es el igualmente tibio Gabriel Boric, presidente chileno, de los primeros que llamó a Orsí para felicitarlo. La actitud reinante en la izquierda -lo que incluye a México- es cada vez más "centrista". A estas alturas, ya que no hay demasiados principios y mucho menos doctrina o teoría, es a ciertas propuestas concretas que cabe atender, en el entendido de que están fuera de lugar ya no se diga el socialismo o el antiimperialismo, sino un reformismo "fuerte" (la revolución la hace John Lennon).

      En el sentido descrito se ha ido ubicando también Brasil, cuyas más recientes elecciones locales mostraron la fuerza de la derecha y el centro. Cuando las cosas se sitúan en el "extremo centro", cualquiera de derecha puede aparecer en la "extrema derecha", siendo en realidad que ésta apenas tiene grupúsculos, y no es válido encasillar a todos en el mismo caso para "vender la idea" de "peligro", como cuando se encasilla a los minúsculos partidos comunistas, además divididos en dos, en una supuesta "extrema izquierda" que no es: lo ha sido tradicionalmente el trotskismo y un grupo de pequeños partidos cuya función suele ser la de provocar. Donald Trump en Estados Unidos o Marine Le Pen en Francia no son "la extrema derecha", a diferencia de Vox en España, ni es entendible que el portal Rebelión ubique al mandatario salvadoreño Nayib Bukele en el "fascismo latinoamericano".

      El llamado "bolsonarismo" en Brasil no incluye más que a un tercio de la población, según el propio portal de Rebelión. Esto no hace ningún ""fascismo". Por su parte, Luiz Inácio Lula da Silva es un mito, ya no un ser humano: el niño pobre y luego obrero metalúrgico, el de "paz y amor" de Lulinha para lograr su primera presidencia, el que critica un día al boliviano Evo Morales por querer reelegirse y encuentra la manera de hacer lo propio, porque es "hombre providencial", el del gusto de la "clase C" ("pobres venidos a más") y del Banco Mundial y los ricos servidos con generosas tasas de interés, el de el "toma y daca" con tal de no perder "voluntad de poder", el que se cree el mito del "Brasil potencia" sin que nadie le haga el menor caso (en el Donbás o en Oriente Medio), el de la gran unidad latinoamericana que no pasa del discurso: el del voto personal, y que pega como otros de gritos de alerta contra el "fascismo": si de conciliar se trata, la gente termina por votar al centro, que es lo que tendió en parte a suceder en las últimas municipales brasileñas. Con tal de mantener "voluntad de poder", el PT (Partido de los Trabajadores) de Lula se alía con la derecha o con el centro, a riesgo de perder, como en Curitiba (el PT gana más con alianzas hacia la izquierda, como en Sao Paulo, Porto Alegre, Fortaleza, o Natal). El PT es también el de la política hacendaria de Fernando Haddad, poco amable con la gente de abajo. ¿A todo menos a nada, con tal de tener un poder que no se tiene, salvo regionalmente, lo que también es visible en Colombia, o incluso en el Uruguay, y que a duras penas se ha remontado en el Ecuador y Bolivia? La presión del izquierdismo (como "enfermedad infantil") tampoco facilita no echarse encima a una parte de la sociedad por lo que se cree que es "marxismo cultural", en asuntos LGBTTTIQ+A, de feminismo a ultranza y de "racialización", como temas de "identidad", a los que ya cedió también Lula al integrar su gabinete. Grupúsculos aparte, es una política "atrápalotodo" y la deriva de medio mundo hacia la demagogia. Y para hacer demagogia está el "centro", que es "puro amor", mientras que los demás son "odiadores", porque además está prohibido no ser feliz. El PT tenía 624 ayuntamientos en 2012; acaba de conseguir 248, mientras que el Partido Liberal (PL) de Bolsonaro consiguió 512 municipios. Para los más cargados al "identitarismo", no parece que las cosas vayan demasiado bien, como en el caso del PSOL (Partido Socialismo y Libertad), que perdió ocho concejales y la única capital estadual que gobernaba. Cuando no es asunto de franca división, es de lucha por un poder que se fragmenta. No tiene sentido una "voluntad de poder" para "no poder" sino confundir más las cosas. De la antigua izquierda no quedó más que "la voluntad de poder" para "marearse" -como sucede con la gente de Petro, con frecuencia-, convertirse en suma de "especies" (los trabajadores no serían sino una más) y "agarrar" con una tenue redistribución. Suficiente para juntarse contra "el fascismo" (da click en el botón de reproducción).



viernes, 22 de noviembre de 2024

EL QUE LO DICE LO ES

 El grueso de las noticias que se dan en el mundo occidental carece de la lógica más elemental. Como parte del conflicto en Ucrania, que se reduce al Este ex ucraniano, la misma Ucrania decidió aventurarse a atacar territorio ruso. Una cosa es defenderse de un ataque, y otra ir a meterse al territorio del otro para agredirlo. Suponiendo sin conceder que haya en el Este ex ucraniano una agresión rusa, no justifica que Ucrania ataque territorio ruso, y ni siquiera por cuenta propia, sino por encargo de "socios y aliados".

      Parte del asunto está en que, simplemente, Ucrania ya perdió la guerra, además de que el Este y Crimea ya ni siquiera son ucranianos. Es una pura fantasía querer recuperar para Ucrania esos territorios, más allá de incursiones vanas que lo que logran, sobre todo, es el sacrificio inútil de gente ucraniana. 

      El "suponiendo sin conceder" tiene que ver con que, durante años, antes de intervenir, Rusia, a diferencia de Ucrania, NO quiso anexarse el Este ucraniano sino que se respetaran los acuerdos de Minsk para que dichos territorios permanecieran en Ucrania, aunque con autonomía. Francia y Alemania reconocieron que no querían mayor cumplimiento de acuerdos de nada, sino "ganar tiempo"", lo que contribuyó a que los ucranianos, en vísperas de la intervención rusa, se estuvieran preparando para volver a quebrantar lo acordado y masacrar a más habitantes de las regiones de Donetsk y Luhansk. Este es el motivo por lo que Rusia, luego de una espera y un cumplimiento de años, corrió el riesgo de meterse en el Este ucraniano: ANTES de la incursión rusa, Francia y Alemania no cumplieron lo pactado. Tampoco lo hizo Ucrania. Ni importa en lo más mínimo la secuencia de los hechos, y por ende, la razón de Rusia: impedir que soldadesca ucraniana y fuerzas neonazis siguieran matando por MILES a habitantes del Este ucraniano, en algo preparado. El montaje está en colocar el inicio del problema en la operación rusa, que aparece como una "agresión", y que sirvió para proseguir con sanciones y desinformación para intentar quebrar al gobierno ruso. No hay manera, para un occidental promedio, de meter algo de orden si todo el tiempo se les presentan los hechos sacados de contexto y fuera de su secuencia: entonces resulta que el presidente ruso, Vladimir Putin, es un "peligro", y no faltan quienes repitan no queda claro si por ignorancia, mala fe o ambas cosas, entendiendo "mala fe" por "fe", pero en gente que presenta un montaje -es decir, algo falseado- como verosímil y creíble, aunque no sea verdadero. A este ritmo, pareciera que se trata de desdibujar las fronteras entre ficción y realidad para hacer pasar la ficción por la realidad o, lo que es más, por "evidencia". No habrá medio alternativo que logre plenamente su cometido mientras no deshaga el montaje.

     Habiendo perdido la guerra, al lanzar sus "flamantes misiles" sobre territorio ruso, por cierto que con poco éxito, cerca de Briansk, el problema está en saber el motivo de la acción: pareciera que provocar, porque se trató de una decisión de poca o nula efectividad militar. Se trataba de que Rusia "reaccionara", lo que hizo: como fue atacada, contratacó. Se volvió a repetir lo mismo "hasta la naúsea", como se dice, porque Putin introdujo una ligera variante en una doctrina militar que considera el uso del arma nuclear en caso de que se ponga en juego la existencia misma del Estado ruso, con lo que implica de soberanía territorial. La variante implica que, si Ucrania, alentada por sus "socios y aliados", llega a poner en peligro el Estado ruso, siendo aquélla "un país no nuclear ayudado por un país nuclear", puede simple y llanamente recibir un ataque nuclear preventivo si lanza una ofensiva que suponga un grave peligro para el Estado ruso. Como ni Ucrania ni los occidentales tienen esa capacidad, salvo que se extralimiten en armar a Ucrania, Putin no varió mucho la doctrina oficial, pero como mencionó la palabra "nuclear", se cortó nuevamente la secuencia y se presentó lo que no es, puesto que la respuesta rusa NO fue nuclear ni creó el peligro de ninguna guerra mundial. No se entiende como el atacado es presentado como el agresor, puesto que Rusia contestó "en espejo", y nada más. Lo que significa la variante de Putin incumbe a Ucrania: que no se le ocurra meterse a fondo en el espacio ruso porque recibirá una respuesta nuclear. Ucrania puede tener la seguridad de que sus "socios y aliados" no la defenderán, porque la escalada significa la segunda opción: no jugar a los ataques nucleares entre europeos para entretenimiento estadounidense, sino apuntar al dueño del circo, que para el caso es Estados Unidos. Se llegaría a un punto de tensión similar al de 1962, con desventaja militar estadounidense, de lo que no se entera a la "audiencia" occidental que, por lo general, no está al tanto de lo que representan las armas hipersónicas rusas.

     En ninguno de los casos se avizora el Fin del Mundo.. Vuela parte de Ucrania o queda Estados Unidos cerca de ser volado, y para el caso, si gusta responder, ya nada tiene caso, entonces sí. A veces hay gente no muy fijada que, con tal de acorralar a alguien, no se da cuenta de que está acercándose a un callejón sin salida. Rusia no contestó al ataque ucraniano con las supuestas "armas grandiosas" con NADA NUCLEAR, simplemente porque el ataque de Ucrania fue de un ridículo que no puso en riesgo la existencia del Estado ruso. El problema se orienta entonces a otra parte:  no parece probable que se impida a Trump asumir  el cargo en enero; además de aguantar al senil presidente estadounidense Joseph Biden y al neonazi Volodímir Zelenski, él sí dispuesto a escoger entre volar el planeta o volarse la tapa de los sesos (es lo típico de un nazi), hay que esperar a ver qué otra ocurrencia tiene Occidente para salir de la derrota con la mejor imagen y las mejores relaciones públicas, es decir, convenciendo a la gente de que una derrota es una "gran victoria" y de que el callejón sin salida es una gran autopista. No vaya a ser que la población occidental se dé cuenta del fraude.

        El agravante de tener que esperar a que Occidente termine de salir del ridículo está en que los Demócratas e imitaciones son gente con la que no se puede hablar, y que es, además, obtusa, porque se tiene que atener a una "imagen", y para ello, con tal de no caerse, repetir cosas del estilo "mamá, Putin me pegó", o "Putin se puso muy intenso", o "mírenlo eh, mírenlo eh". Tampoco son muy democráticos: si gana Trump, desde ya se las están ingeniando para usar el poder contra el gobierno, acusando al ganador de "no democrático" (da click en el botón de reproducción).





miércoles, 20 de noviembre de 2024

EN BABILONIA

 La elección de Donald J. Trump significa para algunos países de América Latina un mal rato, sobre todo dada la designación de Marco Rubio como secretario de Estado, ya que es alguien considerado como ""halcón", entre otras cosas por su ascendencia cubana. No es novedad: el anterior gabinete de Trump tuvo a gente parecida o peor, como John Bolton (quien acabó dándole la espalda a Trump) y Mike Pompeo, que se paseaba con aire de Al Capone. Al mismo tiempo, en el nuevo gabinete, junto a otros ex demócratas, se anuncia la presencia de un Kennedy: Robert F. Kennedy Jr. para la secretaría de Salud y Servicios Humanos. Lo que llama la atención es la vuelta por sus fueros de la industria petrolera, a riesgo de promover el fracking, con el secretario de Energía Chris Wright, y la idea de revitalizar la industria automotriz, con el administrador de la agencia de Protección Ambiental, Lee Zeldin. El asesor de Seguridad Nacional, Michael Waltz, es alguien contrario a China, tampoco una novedad entre la gente de Trump, y hay uno que otro más de "política migratoria dura", como Stephen Miller (Jefe de despacho adjunto para políticas) o Tom Homan, "zar fronterizo", con esa manía de llamar "zar" a quienes se ocupan de asuntos de droga o de migración. Hay algunas mujeres, entre ellas la muy joven Karoline Leavitt, quien será secretaria de prensa, y "mujer inteligente y dura", según Trump. Una cosa es que el presidente electo esté por parar la inmigración; otra que sea racista o misógino, ya que no se le conocen declaraciones en este sentido, sino que se trata de ""etiquetas" colocadas con quienes ya están en la animadversión. Trump es, en parte, nacionalismo económico, pese a alianzas como la hecha con Elon Musk, en un país, Estados Unidos, que está manteniendo a duras penas un nivel de vida artificial, por encima de sus capacidades productivas reales hasta entrar en "vías de chatarrización". La diferencia está en que, si Trump quiere "volver a que Estados Unidos sea grande"", los Demócratas se creen que "es" grande a partir de sus alianzas con el gran capital, financiero (Kamala Harris ganó en las dos grandes sedes financieras, Nueva York y Chicago), de las nuevas tecnologías (Silicon Valley: Harris ganó en California) y hasta el Big Pharma. Aunque debería ser lo propio de Trump, empresario inmobiliario, son los Demócratas que confunden nación y gran capital, con el progresismo latinoamericano detrás. Admitir inmigrantes a diestra y siniestra es, también, algo conocido de uso de "sobrepoblación relativa" y presión sobre los salarios para beneficio de patronos capitalistas. La clase capitalista no está exenta de contradicciones, y no se trata por lo demás de idealizar a Trump.

       En el portal Rebelión, alguien hizo notar que, entre los partidarios de los Demócratas, no faltaba gente de orígenes "medios", pero sin parar de ostentar lujos. En América Latina se cree en los Demócratas de Franklin D. Roosevelt o de John F. Kennedy, la "Edad de Oro" del "bienestar", aunque Kennedy era bastante contradictorio. Contra lo dicho al término de las elecciones pasadas (las ganadas por el todavía presidente Joseph Biden) por el abogado de Trump, Rudolph Giuliani, hay quien cree que el partido Demócrata es el de esa "Edad de Oro", cuando en realidad es un trampolín de advenedizos que, entre otras cosas (además de no dejar en paz a América Latina), han ido creando un estilo que, en lo arribista, es de mal gusto, mezcla de californiano, narco, lumpen y hipster, que daña a ciertos sectores de la población que, al mismo tiempo, carecen de educación, aunque no de pretensiones. Creyendo ser "totalmente Palacio", han instalado un estilo "totalmente decadente", empezando por barbas de imitación de islámicos o de Chapitos, ropa de la que no se sabe si es "totalmente casual" o porque no hay recursos para más, colitas en el pelo a lo Tacubo, sin se se sepa si quieren ser divinidades hindúes o malas imitaciones de un rastafari, y un vocabulario lamentable. Oligarquía financiera y lumpen, con el magnate George Soros pescando entre marginales. No falta el aire "bobo" ("burguesía bohemia"), y lo "políticamente correcto" para terminar de pervertir a la universidad, creando climas "a lo Salem". Es la manera de algunos de buscar "inclusión", y además cosmopolitismo. Hay gente que no se siente a gusto con esta fauna y sus provocaciones, que suponen adueñarse del espacio público con preferencias privadas, y además convertir este espacio en un desagradable reality show en el que se cree que tener verguenza es ser "un reprimido". Se pódrá decir lo que se quiera de Trump, pero, en casi tres décadas, el mundo de los Demócratas se volvió el de la gente cínica y, más aún, desvergonzada, que es lo que ostenta además con fariseísmo: la desfachatez y la ambición de control. Es algo que ha ido ganando terreno entre la izquierda, del presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva hasta el líder boliviano Evo Morales, que se creen sus "personajes" en medio de la más crasa ignorancia. El "gusto" descrito, hasta donde se acompaña de una creciente falta de civismo y educación, es una de las rutas a la barbarie, además reivindicada en peinados y atuendos de origen hippie: no por nada se habla de "tribus urbanas" o de "nativos digitales", para sacar todo lo animal y primitivo a pasear y ostentar, cuando no es secreto que llega a ser extravagancia de riquillos ociosos. Es la "respuesta" -que no es ninguna- a una inseguridad y precariedad crecientes, y al reino antropológico en las ciencias sociales, puesto que lo primitivo es "auténtico", ""natural"" y "libre", para darle ese aire al capitalismo de grandes negocios y unas cuantas marcas cuasi-monopólicas. Todo con un "churro" o un joint y la total solemnidad en algo tan chusco  como inventarse con el presidente Barack Obama "baños neutros". El involucramiento de la izquierda en todos estos sabores, olores y colores ha provocado desastrosamente que la derecha crea que es "marxismo cultural", cuando no es más que convertir el "escenario" en un Woodstock de mala muerte y de imposible convivencia, porque es también el egoísmo a ultranza y, encima, la imposición y la creación del miedo latente ante la provocación. Ni la gente de abajo se libra de este reality show, agregándole una linda sinceridad más salvaje aún.

        De la misma manera, no queda claro por qué, en un país como Francia, por ejemplo, donde ya se instaló igualmente el mal gusto, debiera convertirse el espacio público en un carnaval que es la negación misma de la creencia en la ciudadanía. Sin llegar a los extremos del "gran remplazo", la inmigración, como en Estados Unidos, es proclive a cierta porosidad que deja pasar todos los tráficos, los de armas incluidas, sin que se sepa por qué la policía no deba hacer nada: entonces ser migrante es tener ya licencia para ponerse a tono y extorsionar. Es también Demócrata: extorsión de un "plus" sin el menor esfuerzo o trabajo, sino por el solo hecho de "ser" (mujer o joven, llegando también al desafío y la desverguenza). Como ""son", las "señoras de la casa" se atribuyen hasta becas de 60 a 64 al margen del mérito, e imponen. Lo mismo que Black Lives Matter mientras les dura el financiamiento de magnates, o que la reiteración hasta el cansancio de un puro cuento "originario" que no se creen ni los mismos "originarios", salvo en sus presuntos "intelectuales". Habría que saber si este "bloque" puede ser desplazado al cabo de varias décadas de dárselas de interesante para trepar o dar la impresión de "haberLO" logrado. Además de ser la clase de gente a la que no le importa crear riesgos internacionales de errores de cálculo con consecuencias graves. Le hará esta gente la vida de cuadritos a cualquiera que no comulgue y exprese el menor desacuerdo (da click en el botón de reproducción).



domingo, 17 de noviembre de 2024

TU EXPERTÍS, ESO ES/LA QUE TIENES ARRASTRÁNDOSE A TUS PIES

 Una universidad pública es tal, no "del público", confundido con la "audiencia". Si es un organismo descentralizado del Estado, no por ser "autónoma" y "nacional" deja de ser estatal, es decir que convergen lo público y lo estatal. Si hubiera una mínima tradición de contrato, lo público sería entendido como de todos y cada uno, del "interés general", no como algo a ser capturado por un grupo particular, el de los Woldies y el Instituto de Estudios de la Transición Democrática, por más que se disfracen de un "interés general" muy vago. La universidad es del Estado, no de la transición democrática. Lo anterior quiere decir que, más allá de intereses particulares, clientelas y grupos de presión, la universidad debiera ser capaz de detectar cuáles son los intereses del Estado. Salvo que del Estado no se habla más que para criticar el "autoritarismo", de acuerdo con una cierta "tradición" instalada por la gente del 68, los libertarios y personas como Max Horkheimer.

      Como parte de la "toma del poder" de los 80, junto a la vuelta a la "vida cotidiana" -preparada por los acostones hippies- se puso de moda "ser parte de la sociedad civil", y ya no de la sociedad, como forma de expresar apolicitismo. La sociedad civil no es la sociedad, sino grupos de diversos intereses por fuera del Estado, y para ser más precisos, privados. El estudioso italiano Antonio Gramsci le dió gran importancia a la "sociedad civil" como lugar de "batalla cultural", y al rato los estadounidenses hicieron lo mismo, desde los documentos de Santa Fe, un llamado a ganar esa batalla. Desafortunadamente, este "giro" hizo que "las organizaciones de la sociedad civil", llegadas a aparecer como intermediarias entre los individuos y el Estado, no aprendieran a mostrar sus financiamientos, quedando como "autónomas", sin precisar de qué, puesto que no lo son de intereses privados que pueden tener grandes recursos. Lo más típico, de moda desde los '80 (al igual que fundaciones y cosas por el estilo), han sido las ONGs (organizaciones no gubernamentales), con frecuencia utilizadas para desestabilizar el Estado y, de paso, para que algunos se llenen bus "bolsillos autónomos": la manera de actuar es conocida desde el Este europeo hasta los indígenas en varios países latinoamericanos. Para Estados Unidos, es algo oficializado como "poder blando", forma de "hegemonía" en la sociedad: Haití fue llevado por la Fundación Clinton, el actor Sean Penn y más a convertirse en "país ONG", con los resultados a la vista, porque el dinero se quedó en los "intermediarios autónomos" y no llegó demasiado a la gente. La "sociedad civil" puede ser un conglomerado de "agrupaciones" intermediarias haciéndose de dinero sin mayor utilidad social, pero, entre otras cosas, para refugio de intelectuales desencantados, pero que se justifican con el disfraz de "la ciudadanía" -olvidando en qué remite ésta al Estado- que exige "transparencia", enojándose cuando se les pide a su vez lo mismo, como ha sucedido en distintos países. Están "exigiendo", no para cumplir con un mínimo de obligaciones.

     Lo peor es cuando una universidad no sabe leer su propia legislación, y para qué tiene una "autonomía" que no es "independencia". Puede haber quejas de que el Estado no asigna lo suficiente, pero una extraña manera de dilapidar lo asignado. Como sea, en "transición democrática", la universidad se puso desde hace tiempo a responder no al Estado, del que es parte, ni por tanto a la idea de servicio público, porque no hay público. Se responde a grandes intereses transnacionales y con un extraño comportamiento de "organización de la sociedad civil", que no para de dar patadas en el pesebre y de parasitar: no importan los asuntos de Estado, reducidos a "la represión", como si el antiguo régimen no hubiera tenido otra cosa que hacer, sino los temas de "agenda" que también se resaltan en "la sociedad civil", desde el ya mencionado onegeísmo hasta los migrantes y los luchadores del género y contra el maltrato animal. En suma, la autonomía es usada para que los recursos no lleguen a mayor cosa de útil, sino a los "intermediarios universitarios" que no responden al Estado, sino a lo que está contra él, desde grandes "agendas" foráneas hasta remedos de "sociedad civil". ¿El asunto del público? La universidad cree que la sociedad son los medios de comunicación masiva, y al mismo tiempo no hay tradición de ciencia e innovación tecnológica "de dominio público", por lo que no hay idea de lo que se hace en la universidad -ni en la propia universidad. No existe "interés general" por la ciencia por la costumbre de importar del exterior el "paquete ya hecho". En vez de "la sociedad a la que se debe", un decir para pegarse de la ubre presupuestal, no hay modo de preguntarse por el escaso interés de la sociedad en lo que hace la universidad, y el desinterés por difundirlo. En suma, sin público. Y remplazándolo por acarreos, apariencias aparatosas ocasionales y maquillaje de cifras para llegar bien al ranking. Es lo logrado, como lo fue con las elecciones más caras del mundo mundial: que un grupo de intermediarios se haga pasar por algo de "interés general" para llenarse los bolsillos, o que haga pasar sus cuitas personales de raza, género, viajes y mascotas por algo "de interés público": como la "sociedad civil", e incluso con la injerencia de "organizaciones de la sociedad civil", de la manera más formidable, en un organismo...del Estado. Ya había sido anticipado por el investigador Marcos Kaplan, o tratado por otro, José Arthur Giannotti, brasileño, desde los '80: en nombre de "lo civil" y en la confusión entre lo "autónomo", lo "neutro" y lo "imparcial", se trata de parasitar indirectamente a lo que queda de sociedad, a través de mecanismos presupuestales y estructuras de poder en las que es difícil creer que de lo que se trata es de alguna vocación, y no de privilegios. A costa del huésped, es decir, del servicio público, que se ha ido extinguiendo, y que no es "al público" como audiencia -con un supuesto "hablan los expertos"- o al "nicho de mercado". (da click en el botón de reproducción).



jueves, 14 de noviembre de 2024

LOS AUTÉNTICOS (DECADENTES)

 Una parte de la administración pública y de la política siguen pareciendo tales, pero en realidad están cada vez más mercantilizadas. No se menciona la palabra, pero en política medio mundo hace demagogia, aunque haya variantes, a raíz del uso de la mercadotecnia, que lleva a ver a los votantes no como ciudadanos, sino como clientes. Parte de la discriminación positiva, a favor de grupos "vulnerables", es una forma de encontrar "nichos de mercado". La universidad pública, como parte de los organismos del Estado (en México es estatal, y organismo descentralizado), no ha escapado a la tendencia prevaleciente. Desde mediados de los '90 se sabía que las ciencias sociales estaban abandonando la atención a los grandes problemas nacionales. Parte de esta tendencia venía instalándose desde los '80, con la vuelta a "la vida cotidiana", ante el "fracaso de los grandes relatos". No había gran cosa con qué comprometerse, y al mismo tiempo se fueron creando en sectores de la universidad pública privilegios suficientes como para llevar una vida bastante desentendida de dichos problemas. Faltaba que se propagara que "lo personal es político", otra forma de decir que los asuntos privados se pueden entrometer en la vida pública, Andando los años, aunque ya había gente "pionera" desde los años '70, se pasó al ombliguismo, puesto que, si el ombligo es personal, el ombligo de cada uno es político y asunto de "visibilidad".

       Es así que, en una universidad pública, se imponen finalmente varios asuntos de los que cabría preguntarse si son grandes problemas nacionales, como los asuntos relaciones con la comunidad LGBTTTIQ+A: una cosa es que los derechos de las minorías sean respetados, y otra cosa es que estas aparezcan como algo de mayor importancia a la real, simplemente porque a los asistentes a la universidad les importa "liberarse", cuando no mostrarse "de mente abierta": es la creencia que se les vende a los estudiantes, y algunos "se la compran" con cierta frecuencia por pose. Como las sociedades subdesarrolladas no creen mucho en la ciencia, se toma parte de la universidad por "bohemia", y se toca así a lo marginal, creyendo que es central. Hasta hace algún tiempo, la comunidad LGBTTTIQ+A era marginal. Ahora es minoritaria. Para ser "inclusivo", incluso se hace como el presidente Barack Obama y de decreta la existencia del "baño neutro". No se puede decir gran cosa, ni argumentar o razonar, menos en una universidad, porque lo exigido es ser "tolerante", aunque cuando menos se debería no hostigar a quien no piensa igual. La llamada "ideología de genero", dígase lo que se diga, es asunto de minorías y también se les puede pedir que no impongan a las mayorías, salvo que cada quien salga a manifestarse por su "preferencia", siendo perfectamente posible que un "simple hetero" tenga sus razones, no sólo para serlo, sino para rechazar -sin que ello implique perseguir- a la comunidad LGBTTTIQ+A. Ni siquiera está el esmero de mostrar cómo más de un macho tiene su lado "homo", "bi", o hasta "travesti" o "trans": es demasiado devanarse los sesos. El hostigamiento es latente: al que no le guste o lo rechace es por "mocho" o por "reprimido", aunque se trate con frecuencia de una falsedad.

       Como parte de lo que conllevó la vuelta a la "vida cotidiana", algunos universitarios estudian a los animalitos y las formas de defenderlos del maltrato. Tampoco hay el menor argumento o razonamiento, salvo el del "amor" y de que son "seres vivos" (por lo que algunos se meten a veganos). Como no hay gran cosa de qué hablar, porque se acabaron los "grandes relatos", al menos es constatable que, como ser sintiente (lo que es, puesto que el animal tiene el sentimiento de sí mismo), el animal llega a tener comportamientos que los humanos con frecuencia desconocen. No más:: "todo humano es un humano" (!) y hace rato que no se puede decir que tal o cual conducta de un humano es inhumana, porque tampoco se sabe ya qué es tener "humanidad". Es así que parte de las Humanidades deambulan no por la educación, sino como adorno para quienes escogen también esta vía para mostrarse como gente "de cultura", que suele ser ignorante, pero "de mundo". Humanidades para distracción de hipsters y pretensiones para mostrar "la importancia" de tal o cual nombre. Creatividad, no mucha. Como sea, las Humanidades dejaron de ayudar a distinguir lo humano de lo inhumano, y no puede considerarse siquiera hasta qué punto ningún animal ha creado nunca campos de exterminio, por ejemplo. Como sea, decirle a alguien "animal" o "no seas bestia" ya no se estila, por no ofender al animal o a la bestia. Es que todo el mundo tiene su lado animal: lo que sigue es hablar de "animales humanos" y "animales no humanos" para pedir protección de los segundos y el cese de los circos y las corridas de toros, otro de los grandes problemas nacionales.

       Otros temas preferidos, para colgarse de la "agenda global": el feminismo que no es capaz de producir ni un solo estudio sobre el machismo, la idealización de los "pueblos originarios" hasta tratar de crear otro nicho de mercado -"vender nativo", porque es "auténtico", casi como parte del paisaje-, y migrantes y memoria. Migrantes, como la cantidad de universitarios que migran de un evento a otro, o de un país a otro, o de un lugar de estudios a otro, sin que se produzca -si se hablara de producir- un solo estudio sobre el impacto de las remesas, por ejemplo. No: es "la libertad" de ir a donde se desee, mientras lo que queda de la nación se reduce a "patrimonio" para ofertar. Otro marginal: el universitario convertido en turista a costa del erario, o de práctica de campo a tratar al "originario" como si estuviera en el zoológico.

      Como el espacio público está usurpado por los medios de comunicación masiva, a los que hay que rendirles cuentas todas las mañanas, en plena confusión entre lo público y lo mediático (extendida a la universidad, que corre de coyuntura en coyuntura para que una parte de la audiencia siga creyendo que es "muy importante"), en realidad el universitario se dedica a consumir bajo un supuesto que no es nada nuevo: todo lo que viene de afuera es, por principio de cuentas, mejor que lo propio, incluso porque el asunto de los "pueblos originarios" también llegó del exterior, por convención de la Organización Internacional del Trabajo, en el Convenio 169, que data de 1989. Bien mirado, ya no hay nada sobre lo propio, como no sea para ponerlo al servicio de intereses privados: en una universidad estatal, salvo para tener privilegios a costa del erario, no se habla nunca del Estado, como no sea para decir que es opresor, autoritario, un macho violador o cosas por el estilo. Ah, "fue el Estado": lo enumerado -dejando de lado a los "animales no humanos"- es suficiente para colocarse como víctima (de milenios de patriarcado, de siglos de colonización europea, de impedimentos para viajar, etcétera) para lograr pateado el pesebre, la extorsión presupuestal, entre clientela y grupo de presión. A veces los hay suficientemente hábiles para recoger la experiencia populista y cooptar -para lo que está el presupuesto- al que extorsiona, y dar la impresión de que no hay nada de mente más abierta que un universitario.

     Como se ha sugerido, el cambio viene de los '80, aunque está latente desde antes: la vuelta a "la vida cotidiana", el relegamiento de "la sociedad" (distinta de la imagen que de ella dan los medios) como algo sobre lo que no se puede actuar ("ah, tú solo no vas a cambiar 'el sistema'") y el triunfo de "la libertad de ser uno mismo", auténtico como un animalito, un LGBTTTIQ+A, una mujer (bajo el supuesto de que "da la vida", según dijo curiosamente hace poco la presidentA de México, Claudia Sheinbaum, aparentemente sin que sepa la diferencia entre engendrar o concebir y dar a luz), el aborigen y la naturaleza. Como también es negocio, ser auténtico requiere a nivel personal de lo mismo que hacen "los jefes": campañas de imagen y relaciones públicas. Y todo empezó con la vuelta a las pequeñas cosas y "haz el amor, no la guerra". . Es decir: campañas de imagen y relaciones públicas entre un amor y otro, o de cómo llegar a la más excelsa frivolidad.(da click en el botón de reproducción)






domingo, 10 de noviembre de 2024

RUDOS VS TÉCNICOS

 Occidente se creyó que se estaba al borde de la Tercera Guerra Mundial, porque se trató de lo siguiente: la puede provocar la supuesta "amenaza rusa", por lo que, para evitarla, claro, hay que hacer negocio, es decir, venderle armas a Ucrania, de a montón. Se crea una "impresión", se actúa sobre el miedo -salvo el placer que a alguno le cause una Tercera Guerra Mundial con tal de salir del tedio-, y, lo más genial, se encuentra un nuevo mercado. Hasta ahora, no ha habido tal guerra, y hace rato que no se habla gran cosa del tema. No sirve de mucho la creencia izquierdista en "ya ven, se los dije". No es que el capitalismo sea malvado. Simplemente, busca lo suyo, que es la ganancia. Y no queda claro qué ganancia puede haber si se acaba el mundo. La Unión Europea (UE), Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) están cerca de Rusia para tragarse el mayor número de mercados posible|, y por si acaso, como lo propusiera el presidente William Clinton en los años '90, pudiera hacerse con Rusia lo que con la Unión Soviética, provocar una implosión. Se dirá que es por el bien de Rusia, para liberarla de un "autócrata", cuando de lo que se trata es de tener acceso directo o indirecto a los inmensos recursos naturales rusos. Ni siquiera importa que quien esté al frente de Rusia no esté en sus cabales: a Occidente nunca le importó la gran afición del presidente ruso Boris Yeltsin por la bebida, en los años '90. Algunos rusos no están mejor: el ex integrante de "contrainteligencia" y hoy analista Daniel Estulin, experto en fallar en sus pronósticos, cree que el problema entre Occidente y Rusia empezó como hace mil años o algo así, tras el cisma de las Iglesias católica y bizantina. Ya estamos como en la guerra de Yugoslavia: en problemas "insondables" por "ancestrales". No parece que en estas condiciones se pueda parar. Tampoco es entendible para qué inquietarse por el fin del mundo en una guerra mundial, si es algo contra lo que no se puede nada. Si acaso, podría darse una escalada y el riesgo de un conflicto nuclear limitado, pero no mucho más, salvo por error. Ni siquiera sirven de mucho los argumentos sobre el "mundo ruso", como supuesto pretexto para algún expansionismo ruso: en este caso, Rusia habría seguido hasta Odessa y Transdnistría. Simplemente Rusia ni siquiera se ha tragado Ucrania, ni siquiera con el argumento del pasado común de la Rus de Kíev. Y no porque no pueda: hace rato que Ucrania ya perdió la guerra en el Este de Ucrania -que ya es territorio ruso-, nada más que no hay motivo para no seguir vendiendo armas mientras se pueda. Desde antes de 2022, estuvo claro que Ucrania nunca consideró como propia la región del Donbás: no había nada más fácil que escuchar a algún ucraniano del centro del país hablar de Donetsk -una de las principales ciudades del Donbás- como una verdadera porquería. En vez de incluir al Donbás, en vísperas de la intervención rusa Ucrania estaba preparando nuevas masacres. Una de las cosas que desafortunadamente distinguen a los ucranianos hoy es el poco aprecio por su propia gente, al grado de mandarla a hacerse matar sin ninguna posibilidad de victoria.

      Donald J. Trump es un hombre de negocios, y ha propuesto a través de allegados suyos un plan de paz para el conflicto ruso-ucraniano. El plan comprende crear una zona desmilitarizada de mil 200 kilómetros a lo largo de la línea de conflicto; que Rusia se quede con 20 % del territorio ucraniano, y que Ucrania se comprometa a no entrar en la OTAN durante cuando menos 20 años. Por si parece que es una concesión excesiva a Rusia, el plan comprende emprender la reconstrucción de Ucrania, en la que ya están haciendo cola poderosas empresas occidentales (hay un plan general de BlackRock), y además, seguir armando a Ucrania, para que no pierda el complejo militar-industrial estadounidense. Rusia se quedaría con lo que, a fin de cuentas, no es sino en buena medida un movimiento defensivo; y, a través de la venta de armas y la reconstrucción económica, Estados Unidos, en vez de andar perdiendo el tiempo en una causa perdida y en riesgos de escalada que no llevan más que a un "topón", podría hacer un negociazo. No lo ha tenido ni Obama. Se trata así no de "ceder al autócrata", y ni siquiera de responder en algo a las peticiones del mandatario ruso Vladimir Putin de que la OTAN dé marcha atrás, sino de no pelear lo que no se puede ganar (Rusia ha vuelto a demostrar su superioridad militar hipersónica sobre Estados Unidos y la OTAN), y buscar sacar el beneficio a través de lo que queda de Ucrania, que para el caso es el 80 % del país que hace mucho rato que disfruta de ser un cuasi-protectorado estadounidense. Como parte de los planes de Trump están en eventualmente juzgar la corrupción de la familia Biden en Ucrania, podría resultar en que, a cambio de gigantescas inversiones en Ucrania, se pida de este país que deje de "desaparecer" lo que recibe entre unos cuantos privilegiados ucranianos, para ser menos corrupto. Como se dice coloquialmente en México, Estados Unidos de paso "le comería el mandado" a la UE.

      Lo dicho es una posibilidad. A grandes rasgos, salvo como Estado nación, Ucrania saldría ganando en modernización, y tal vez algo más de capitalismo aminoraría cierta fuerza de los "señores" neo-nazis que tampoco son toda la sociedad ucraniana. Se trata en parte de "congelar" las cosas, y no de un "pivote hacia Asia" que anunció el presidente Barack Obama. El interés de Trump, como no parece entenderse, es hacer negocios, y no ir a soltarle el arma nuclear a China -o si acaso a México. Se trata de tomar las medidas necesarias para evitar que China obtenga ventaja tecnológica sobre Estados Unidos, y hacerlo mediante medidas comerciales. De alguna forma, ya se hizo en el pasado, en los '80, con Japón, para orillar a este país a los Acuerdos Plaza de 1985 y para que no se adentrara mucho en el mercado estadounidense ni en América Latina, siendo que hoy la entrada de China en la región también inquieta a Estados Unidos. Está por ver si, simplemente, Trump logra tiempo para "enfriar" a la competencia económica. Los cálculos geopolíticos son parte de lo que en Francia se conoce como "cálculos politiqueros". En cuanto a "hacer Historia" por cualquier cosa, no es el estilo de Trump: está más interesado en hacer negocios, aunque no parezcan darse cuenta quienes ya se tragan cualquier cosa sin fijarse ni a qué "sabe". El interés de Trump es que se haga negocio en Estados Unidos, antes que de estadounidenses en detrimento de Estados Unidos, en el exterior. Antes de que Estados Unidos, que la tiene difícil para la MAGA (Make America Great Again), se lleve a quien se deje al despeñadero, ya que más de uno está agarrado de Estados Unidos como si fuera del Arca de Noé, y sin pensar que pudiera estarse subiendo a algo más parecido al Titanic. Si Estados Unidos, LA potencia capitalista por excelencia, se ciñe a los negocios y la técnica, limitando su carácter imperial, ya será de agradecer y de recordar que, al mismo tiempo, Trump es muy estadounidense, es decir, un hombre de negocios RUDO como tal, no exento de majadería e ignorancia, lo que no es absolutamente nada nuevo (da click en el botón de reproducción).



viernes, 8 de noviembre de 2024

¿VAN A AHUECAR EL ALA?

 Alguna gente en América Latina se agarra del presidente electo Donald J. Trump como de un clavo ardiendo. Es por ejemplo lo que hace el presidente ecuatoriano Daniel Noboa. No parece entenderse de qué se trata, ya que está por verse si a Trump lo van a dejar gobernar. Quienes, como lo ha dicho el mandatario ruso Vladimir Putin, tienen interés en que no logre gran cosa pueden buscar inmovilizarlo. Es lo que no entiende una parte de la derecha latinoamericana, que practica lo mismo que podría intentarse contra Trump. En el mandato pasado, no lo dejaron, e incluso parte de su equipo le dió la espalda..

      Los dos elementos que pueden actuar en contra de Trump son los de siempre, un poco por doquier: los medios de comunicación masiva globalistas, que de hecho ya empezaron la campaña contra el presidente electo; y el aparato de Justicia, que hace rato que le siembra de todo al magnate vencedor. Así fue durante el mandato anterior, sobre todo con el invento de que Rusia había hecho quién sabe qué para favorecer a Trump, sin que a la larga se demostrara nada. Trump ha dicho explícitamente que se ha enfrentado a los intereses del "Estado profundo", por lo que tiene en contra a la Central de Inteligencia Americana (CIA) y a la Oficina Federal de Investigaciones (FBI), sobre todo que Trump sabe sobre el asesinato de John F. Kennedy, o sobre las andanzas de Hunter Biden, hijo del presidente Joseph Biden, en Ucrania, entre otras cosas. En los intentos de atentado contra Trump en su reciente campaña hubo alguna que otra rareza del FBI. Por lo demás, el portal Zero Hedge mostró hace rato cómo, en la "toma del capitolio", los partidarios de Trump fueron objeto de una provocación y llevados a una trampa. La pelea no es muy limpia que digamos. La Justicia en Estados Unidos es buena, a ciertos niveles, mientras no estén en juego grandes intereses de negocios ni la imagen de grandes personas, salvo un outsider como Trump, más allá de que pueda haber en su equipo "halcones" indeseables. De la misma manera en que se declaró sin tapujos contra el "Estado profundo", Trump había dicho en una ceremonia en West Point que era tiempo de que Estados Unidos dejara de librar guerras en lugares que a la gente ni le importan. Hasta aquí, en la medida en que Trump cumplió y estuvo sin guerras, es difícil saber dónde quedó la izquierda que, en principio, debiera defender la paz. Trump no es la clase de persona que dice una cosa y hace otra a diferencia de lo que hacen sistemáticamente los Demócratas: Kamala Harris, por ejemplo, contra el cambio climático y al rato dejando pasar el fracking. Los Demócratas como Bernie Sanders reconocen lo sucedido, que también debiera ser motivo de reflexión para una izquierda a la que sólo parecieran quedarle imposturas de viejas glorias gastadas: los trabajadores se fueron con Trump, en un país de desigualdades flagrantes donde el 60 % de la población vive al día, lo que quiere decir que el "alma de Estados Unidos", la "clase" media, no es lo que algún día fué, además de que ni siquiera hay buen acceso a la salud y a medicamentos que son caros. Hay quienes al parecer sólo ven de Estados Unidos la fachada de modernización financiera, y ni siquiera se incomodan por el hecho de que sea un "limosnero con garrote": el nivel de vida estadounidense, que ha bajado para gran parte de la población, se mantiene a costa de parasitar al resto del mundo que se deje. Nunca se tuvo en cuenta tampoco que Trump había dado buenos resultados económicos, dentro de ciertos límites: no, el asunto es trepar para una parte de la población, no mayoritaria, sobre las espaldas de los demás, y hacer pasar el arribismo por conducta deseable. Hillary Clinton era una criminal, pero no importó su grave involucramiento en guerras como la de Libia o la de Yugoslavia, a la que empujó a bombardear. Fue William Clinton quien desde los '90 quiso que se desmoronara Rusia como lo había hecho la Unión Soviética. Barack Obama, Nobel de la Paz, fue el presidente con más tiempo en guerra. O no se sabe, o más bien no se quiere saber: es el capitalismo del fraude. Según ha dicho Sanders, las cosas empeorarán con la Inteligencia Artificial. El "progresismo" no reflexiona demasiado, ni tiene teoría de nada, salvo excepciones, y está a remolque de los medios de comunicación masiva, además de preocuparse ante todo no del público, convertido en "audiencia", sino de "quedar bien" con los amigos para garantizar ciertos privilegios. Es lo mismo con los llamados "demócratas liberales": gente que se posicionó desde los '90 para trepar y que considera que los privilegios le son ""debidos", para lo que ofrecen golpear incluso a ciegas. Es también la gente boomer y del 68 que se cree exenta de rendir cuentas, aunque con derecho a pedirlas a medio mundo si bien el tiempo pasa para todos. A partir de los '90, es gente beneficiada con la fachada financiera y con el adelanto tecnológico, pero que no parece darse cuenta de que hay problemas de valores que no se limitan a descalificar a quien no se deje cooptar: el negocio con lo que sea no lo es todo en la vida, ni ""los derechos y las libertades", ni les histoires de cul. La gente no votó a Trump porque "sólo se sabe la posición del misionero", ni mucho menos por "misógino". Encima, los medios no argumentan, sino que denuestan a quien es franco y directo, más allá de una que otra extravagancia. Puerto Rico sí está en estado "basura" en las finanzas; Kamala Harris sí tiene la típica sonrisa gringa de falsedad, y decirlo no es misoginia; Hillary Clinton sí es moralmente repugnante, porque es totalmente doble, y más de un mexicano sí es un asesino que contribuye a meter droga en Estados Unidos, ya que de lo contrario México no tendría los homicidios que tiene. Lo demás es de fariseos, la especialidad Demócrata. El problema no son ellos, sino quienes desde el "Estado profundo" los han patrocinado para cooptar con demagogia a una población medianamente harta. Ahora es probable que se trate de no dejar gobernar. (da click en el botón de reproducción).



FANÁTICAMENTE MODERADOS

 En varios países de América Latina, la izquierda, que tiende más bien a ubicarse en el centro-izquierda (del que no queda excluida Venezuel...