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miércoles, 27 de enero de 2021

EL SALVADOR: ESO ES TODO, AMIGOS


 (de introducción, Inés Ochoa en el Teatro Nacional de El Salvador)

 

 El presidente salvadoreño Nayib Bukele no ha dejado de ser polémico. Levantaron ámpula sus más recientes declaraciones sobre los Acuerdos de Paz de 1992 para El Salvador, al calificarlos como una "farsa" y ordenar que se recuerde sobre todo a las víctimas de un conflicto interno que arrojó unas 75 mil muertes. Bukele dejó establecido que a su juicio "la firma de los acuerdos de paz no representó ninguna mejora para la población en sus derechos más básicos", aunque quepa decir que se terminó con la presencia de dictaduras y se estabilizó la democracia. Bukele considera que los acuerdos fueron una negociación de cúpulas. Lo cierto es que el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) no perdió la guerra, pero no consiguió ganarla tampoco, y los acuerdos en cuestión fueron "empujados" por cambios en circunstancias internacionales que antes les eran favorables a la guerrilla: el desplome de la Unión Soviética (la comandante Ana Guadalupe Martínez, por ejemplo, reconocía abiertamente que se dejarían de recibir armas desde la República Democrática Alemana-RDA), la pérdida del gobierno de los sandinistas en Nicaragua (1990) y los habituales virajes cubanos. Hubo una derrota implícita, pero el FMLN era popular en El Salvador. Si no todo fue cupular, a la larga, con el acceso al gobierno, el FMLN demostró estar lejos del significado que para muchos tenía la guerrilla. La oligarquía local y la burguesía transnacional quedaron por su parte intactas y, a raíz de los cambios de estructura socioeconómica en medio de la propia guerra, analizados por pocos (lo hizo el dirigente comunista Schafick Jorge Handal), El Salvador se volvió un país de servicios y dependiente en extremo del exterior, en particular de las remesas.

       Algunos pusieron el grito en el cielo por lo dicho por Bukele, y 107 historiadores, académicos y personalidades de El Salvador no encontraron nada mejor que expresar su descontento en una carta publicada por el dudoso medio digital El Faro. La misiva no deja de tener su parte de razón, pero tampoco se firmaron los acuerdos para reconciliar como "hermanos" a víctimas y victimarios. La extrema derecha, representada en el partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), no dejó de tener arrastre. El Salvador se vió envuelto por lo demás en enfrentamientos entre y con pandilleros que han costado más que el conflicto armado, arrojando dudas sobre la vigencia de los derechos humanos. Pero lo inexplicable es la manera en que el FMLN dilapidó el poder: pasó de primera a tercera fuerza política del país entre 2009 y 2019, con diez años de gobierno, a fuerza de políticas clientelistas, asistencialistas (incluso del agrado del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial), de debilitamiento de la organización popular, de casos de corrupción, de estilos de vida suntuosos y de una muy peculiar incapacidad para la autocrítica. Por lo demás, al expulsar de sus filas a Bukele, el FMLN dejó ir la alianza con sectores democráticos, el capital nacional/árabe (palestino) y prefirió el transnacional. La alianza mencionada se había conseguido en parte a partir de 2007 con el que sería presidente Mauricio Funes, pero el segundo gobierno del FMLN consistió en asistir a las sesiones de dormitación del presidente Salvador Sánchez Cerén. A la sombra de éste no faltaron las actitudes cupulares, y, como lo ha escrito en Alainet Roberto Pineda, "queda comprobado que los programas sociales no se traducen en votos, ni mucho menos en conciencia y organización. Son diez años de asistencialismo puro y la gente recibió la ayuda y votó por Nayib". Es lo ocurrido así que lleva legítimamente a pensar en asuntos de arreglos cupulares (con todo y sobresueldos...). En su momento, dentro del FMLN, el dirigente de origen comunista Mauricio Merino planteó la alianza con Bukele sólo para ser silenciado. El ex comandante del FMLN y también de origen comunista (Partido Comunista Salvadoreño), Dagoberto Gutiérrez,  ha podido declarar sin problemas que los acuerdos no desplazaron a la oligarquía del poder y que Bukele merecía la oportunidad (Bukele ha dicho por cierto que El Salvador es un país feudal). Se puede esperar tal vez al infinito que el FMLN haga un poquito de autocrítica. No parece que vaya a llegar.

        Bukele ha dado resultados. Con o sin tratos con las pandillas, siguen los días sin un solo homicidio en El Salvador. La construcción de infraestructura va bien. Hecho significativo, el gobierno de Bukele puso a andar todo un programa de infraestructura educativa y para la calidad de la enseñanza (Mi Nueva Escuela). Mientras tanto, algunos planes se detienen por una oposición legislativa en la cual coinciden extrañamente ARENA y el FMLN, junto con la ANEP (Asociación Nacional de la Empresa Privada). Como lo ha hecho notar Pineda, en este momento el enfrentamiento es entre quienes aspiran al orden burgués y quienes quieren conservar el oligárquico, así sea remozado. Lo que no queda claro es qué hace el FMLN "obstruyendo" a Bukele junto con los segundos, al menos que esté pasando lo que no es ajeno a otros países de América Latina: ante la perspectiva de un cambio democrático-burgués, lo que aparece como lo propio y nativo es el orden oligárquico, salvo que ARENA es mejor que los ex guerrilleros para el clientelismo. No es tan seguro que Bukele "sea devorado" (Pineda) mientras otros le apuestan al progresismo Demócrata estadounidense.

(hasta abajo, Ana Guadalupe Martínez en otros tiempos). Y no, "éso" no era todo:

 





FANÁTICAMENTE MODERADOS

 En varios países de América Latina, la izquierda, que tiende más bien a ubicarse en el centro-izquierda (del que no queda excluida Venezuel...