Estados Unidos ha conseguido afianzar posiciones en el Mediterráneo, no nada más en el norte de Africa: también Washington lo ha conseguido en el sur de Europa, un continente cuya moneda, el euro, se tambalea ante la poco disimulada felicidad en el otro lado del Atlántico.
El actual presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, fue entre 1985 y 1990 director ejecutivo del Banco Mundial. Entre 2002 y 2006, no hace mucho, el economista italiano fue vicepresidente operativo del gigante especulador estadounidense Goldman Sachs. Con este gigante también estuvo relacionado Romano Prodi, dos veces primer ministro de Italia.
Mario Monti, flamante primer ministro de Italia, pareciera parte del gabinete de Barack Obama: fue director europeo de la Comisión Trilateral y de la directiva del grupo Bilderberg. Monti ha sido asesor de Goldman Sachs.
El tercero, el primer ministro griego Lukas Papadimos, ha pasado por el MIT (Massachusetts Institute of Technology), Harvard y Columbia. Por cierto, Draghi ocultó la magnitud del déficit griego durante el gobierno conservador de Kostas Karamanlis.
Así las cosas, salvo en España, donde unos están con cara de indignados y otros rezando por el fin de la crisis, en el resto del sur de Europa mandan tecnócratas directamente ligados a las altas finanzas estadounidenses, sospechosas de especular contra el euro.
Es igualmente una verguenza para Europa el presidente Nicolás 1ero de Francia (sí, el esposo de la emperatriz Carlita), que en la crisis que involucró a Dominique Strauss-Kahn no hizo nada por evitar que el Fondo Monetario Internacional cayera en manos de intereses estadounidenses, así los represente la francesa Christine Lagarde.
Europa midió mal sus pasos porque Alemania desestabilizó el proceso de integración, lento, para tragarse a toda prisa a cuanto país del Este europeo quisiera dejarse engullir. Así, Europa se encuentra hoy sobrecargada de países miembros, 27, muy dispares. El Este europeo apenas disimula que es una sucursal para los intereses económicos conjuntos de Alemania y Estados Unidos.
Lo que no parecía tan cercano era la apertura de nuevas sucursales en el Mediterráneo, en manos de los culpables de la crisis. No es demasiado raro que la socialdemocracia europea no haya podido evitar lo sucedido: esa socialdemocracia suele ser corrupta y, si en algo tienen razón algunos analistas rusos de Ria Novosti, es que el mundo pagará con una larga recesión el hecho de vivir por encima de sus medios, que es lo que ha ocurrido en algunas partes del sur europeo. La gracia es que la austeridad la impondrán tecnócratas al servicio de la potencia que, viviendo por encima de sus medios, no se ajusta el cinturón, sino que deja a medio mundo en calzoncillos. Vaya manera la de presentarse de Europa por el mundo desde que es "la gran Europa".
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martes, 13 de diciembre de 2011
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