En más de un aspecto, Occidente está repitiendo en Siria el guión utilizado en Libia. Consiste en apoyar a terroristas, luego de haber acusado a Siria de fomentar el terrorismo. Ya se encuentra operando en Siria el Grupo Islámico Combatiente, oriundo de Libia, catalogado por Naciones Unidas como terrorista. Es decir que, en homenaje a la congruencia y en respeto a la opinión pública, en Occidente se apoyan las maniobras de un grupo que los propios occidentales han llamado "terrorista". Parte de este apoyo lo brindan los servicios secretos británicos (M16). En cuanto a Libia, Naciones Unidas avaló el accionar de un grupo, el mismo Grupo Islámico Combatiente, que aparece en las listas de Naciones Unidas como organización peligrosa.
Según declaraciones del presidente sirio Bashar al Assad a Pravda.ru, desde 2003 Siria ha sido presionada para que rompa vínculos con Rusia. De manera muy concreta, al momento del ataque contra Irak, el entonces secretario estadounidense de Estado, Colin Powell (el mismo que mintió tranquilamente sobre las supuestas "armas de destrucción masiva" iraquíes), se apersonó en Siria para amenazar al gobierno de al Assad. Powell pidió que Siria girara de "180 grados" en su alianza con Rusia y terminara los acuerdos que tiene con Moscú. Powell no dudó en amenazar con una acción armada contra Siria. Si el actual régimen de Damasco cayera, Rusia tal vez perdería la única base naval de la que dispone en el Mediterráneo, lo cual favorecería el control estadounidense de este mar.
Lo dicho explica los esfuerzos actuales de Rusia por mediar en el problema sirio. Sin embargo, la Liga Arabe no es de confiar, ya que ha caído en manos de países que son incapaces de retomar la defensa de la causa palestina, de criticar a Israel y de oponerse a la injerencia estadounidense en la región. Junto con Turquía, el papel clave en la desestabilización lo están jugando las monarquías petroleras de la península arábiga. Rusia juega las cartas que puede, pero no son las mejores.
El papel de la Liga Arabe se parece al de la Organización de Estados Americanos en América Latina, hace algún tiempo. En su momento, la mayoría de los países latinoamericanos fue incapaz de condenar la intervención armada en Panamá, en diciembre de 1989. Hoy todavía es común oir hablar del "dictador" Manuel Antonio Noriega que, dicho sea de paso, nunca fue especialmente sangriento. Quienes durante la intervención juraron en una base militar estadounidense, quienes utilizaron armas letales contra población civil indefensa en la capital panameña, quienes la saquearon y quienes se burlaron de la soberanía de Panamá, nunca fueron juzgados, ni ha pasado por la cabeza de nadie llevarlos a juicio: sería tanto como llevar a juicio a la superpotencia que, desde el fin de la muy supuesta "amenaza soviética", ha emprendido seis guerras abiertas en distintas partes del mundo (Panamá, Somalia, Yugoslavia, Irak, Afganistán, Libia), sin que aparezca quien diga que Washington es un peligro para la estabilidad internacional. Parece que la opinión de masas occidental perdió toda capacidad para discernir. Lo que hace el confort...
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martes, 20 de diciembre de 2011
FANÁTICAMENTE MODERADOS
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