Así como en Rusia (donde la Revolución fue en 1917) hay división entre sovietismo y comunismo, en México (donde la Revolución comenzó antes, en 1910) hay "dos PRI" (Partido Revolucionario institucional), un PRI-sistema y un PRI-idea. No es un secreto que el candidato del Movimiento Progresista en las recientes elecciones mexicanas, Andrés Manuel López Obrador, viene del PRI, como su importante mentor, Enrique Gonzalez Pedrero. El virtual ganador de las elecciones en el estado de Tabasco, Arturo Nuñez, viene del PRI, como el poblano Manuel Bartlett (ex gobernador del estado de Puebla), y el ganador en el estado de Morelos, Graco Ramírez, viene del Partido Socialista de los Trabajadores, en buena medida "satélite" del PRI a raíz de la apertura política con López Portillo, en 1977. Han existido otras separaciones (por ejemplo, de la colimense Socorro Diaz).
El PRI-sistema heredó de la segunda posguerra (a partir del "cachorro de la Revolución") la costumbre de la manipulación, el golpe -con frecuencia bajo- a cualquier resistencia, bastante desfachatez y lo que Octavio Paz vió bien en una entrevista reproducida en "Pasión Crítica": en México (así era hasta el hoy ex presidente Vicente Fox), no hay empresario que pase a la política, pero se pasa por la política para hacerse de negocios (llenarse los bolsillos, vaya). Seguramente sea la costumbre del grupo del estado de México que nació en la segunda posguerra a la sombra de Isidro Fabela. El PRI-sistema dió el golpe -preparado desde 1982, o incluso algo antes- que consumó en 1988-1994. Sus tentáculos llegan incluso a parte del derechista Acción Nacional (el muy derechista Manuel Espino se fue al PRI-sistema) y a parte de "las izquierdas", obnubiladas por los cuentos del "centro político" (el regente de la ciudad de México, mejor alcalde del mundo y ambicioso a más no poder), o por una aparente radicalidad (el petismo ligado en el origen al PRI-sistema y su familia). En la división que se originó en 1988, el PRI-sistema ha terminado convertido en PRI-dinero. Parte del PRI-idea (pese a los clientelismos petistas o amarillos) sigue reivindicando la existencia de la nación mexicana y de las instituciones (la fortaleza inicial de la Revolución Mexicana), en serio, no al servicio del "bienestar para la familia". Hay que saber leer la votación, incluida la de Morelos, Tabasco y Puebla, o la presidencial: México, cayéndose como Estado-nación, deambula entre dos PRI. Ni a la izquierda ni a la derecha, sino todo lo contrario. Parece difícil que el PRI-sistema se sacuda la infuencia del dinero y de una tecnocracia que ni siquiera entiende para qué persiste en "reformas estructurales". En el PRI-idea tampoco hay deslinde completo frente a los privilegios creados entre 1988-1994.
Los jóvenes y los intelectuales (incluidos algunos del PRI-sistema y los arrimados al "centro de la izquierda") se han tragado por su parte un guión estadounidense: supuestamente, estamos viendo una película del buen demócrata contra el villano autoritario, que es también de "la ciudadanía" contra "el system" (dizque de partido único, lo que nunca fue el caso, ni después de 1977, ni antes). Desde principios de los años '80, el Comité reaganiano de Santa Fe, mediante dos documentos (I y II, disponibles en la Web), dijo a quien lo quisiera oir que Estados Unidos quería ver al PRI fuera del poder en México: al PRI-idea, se entiende. Nada de nacionalismo.
Quienes juegan al vídeo-juego de demócratas contra autoritarios (llevando incluso a Peña Nieto a decir lo que sea, del estilo "no volverá el pasado" o "somos una nueva generación") tienen algo en común: hijos del golpe de 1988-1994, que consistió en hacerle creer a México que es de "primer mundo" (con el Tratado de Libre Comercio), jamás, insistamos, jamás hablan de nación (ni en la "república del amor" hippie y de derecho a a felicidad que le sembraron al PRI-idea), aunque sí mucho de poder, y a como dé lugar (si es necesario, pasando por alto la institucionalidad, a la vez provocando y colocándose en "el centro", el sistema-dinero). Son los hijos del golpe de 1988-1994: se manifiestan en la calle -con el apoyo de intelectuales demagogos hasta lo penoso, porque los niños enseñan a los viejos, ahora- porque quieren, en vez de un país real, una alternancia de Primer Mundo (con un izquierdista amarrado por la clase media, la intelectualidad y la "cultura"). Es el sistema-dinero contra el que ha peleado López Obrador, alertando sobre lo que está pasando no en el poder, sino en las "instituciones" y en la sociedad toda. Ocurre la descomposicion para regocijo de conspiraciones que sí hay y que, como el diablo, tienen la ventaja de hacer creer que no existen. Los documentos de Santa Fe I y II llamaban a coptar a los intelectuales: ya está, porque el marketing funciona, y funciona muy bien.
Por cierto: dice el fiscal -el que arrasa, sí, porque también hay honestidad en México- que las cosas se ganan con trabajo, no descalificando a los demás. Ojalá se consolidara una izquierda para ciudadanos (en vez de ciudadanos de a mentis al servicio de megalómanos de izquierda o del PRI-sistema): la vocación de servicio, en suma. Es de Primer Mundo.
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