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miércoles, 15 de agosto de 2012

COME ON BABY TAKE A CHANCE WITH US

No es que la droga sea buena o mala. Pareciera que se tolera o que debiera ser legal en función de los márgenes de ganancia. No es que la guerra sea buena o mala: se tolera o se evita en función de lo que vaya a salir de beneficio. Vamos, siguiendo a este gran clásico de hoy que es Lady Gaga, no es asunto de hombre o mujer: mientras sea sexo y beneficie con placer, da igual, por lo que la estrella pop considera que el mundo ideal es aquél donde todos le hagan a todo, menos a nada. ¿Alguna prohibición? Papa don't preach!
     A los líderes europeos occidentales les encanta recordar cómo fueron liberados por Estados Unidos en el Día D, hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, pero olvidan que Washington entró a bombardear -atacando incluso fábricas- cuando ya no era necesario. En realidad, se trataba de destruir para lucrar con la reconstrucción, y que los europeos occidentales recibieran préstamos estadounidenses para comprar artículos estadounidenses. Desde entonces, la guerra es negocio, no el "costo" que creen ver economistas como Joseph Stiglitz, cuya pertenencia a la "izquierda" consiste en buenas intenciones, no más. La invasión a Panamá en 1989 fue negocio: Washington prestó para reconstruir y además ganó saqueando (material militar de las Fuerzas de Defensa panameñas, por ejemplo). La invasión a Iraq también fue negocio: fue subsidiada para beneficio de grandes contratistas de infraestructura y con licitaciones petroleras para corporaciones estadounidenses.
     Así, con el fin de la supuesta "amenaza roja", las guerras siguen, en su gran mayoría hechas -directamente o por encargo- por Estados Unidos. El General estadounidense Douglas Mac Arthur, que no era muy suave en sus "maneras" bélicas, afirmaba en 1951: "que nuestro país vaya ahora encaminado hacia un modelo de economía basado en las armas es parte del modelo general de una política desacertada, alimentado con ayuda de una psicosis, inducida artificialmente, de histeria de guerra y nutrida a partir de una propaganda incesante alrededor del miedo". Al despedirse como presidente estadounidense en enero de 1961, Dwight D. Eisenhower alertó contra el poder desmesurado del llamado "complejo militar-industrial" estadounidense.
     Estados Unidos no ha dejado de gastar en armas, aunque no hay Unión Soviética. El sector militar estadounidense emplea a cerca de 6 millones de personas y el "gobierno dentro del gobierno" dispone de un presupuesto superior a la riqueza creada por un país como Suecia. Cerca de 30 millones de estadounidenses (hay 25 millones de veteranos de guerra estadounidenses) reciben cheques directa o indirectamente relacionados con el presupuesto militar.
     Muy bien, ya no hay amenaza. !Bien! Lo bueno es lo que deja ganancia. Si la guerra lo hace, es buena. No es ya ni siquiera  asunto de histeria o miedo: mientras no le toque directamente y en cambio obtenga beneficio, el occidental promedio no está tan loco como para rechazar la guerra si deja ganancia. En lo que tenía razón Mac Arthur era en lo de la psicosis, puesto que lo dicho es tanto como afirmar que "la guerra es un estado de bienestar...". La violencia es un bien si arroja ganancia donde todos se rigen por la ganancia. Que lo diga Paul Craig Roberts, ex funcionario estadounidense del gobierno de Ronald Reagan: "en toda su Historia, el mundo jamás ha asistido a tal idiotismo. Los psicópatas, sociópatas y brutos que dominan en Washington llevan el mundo a su ruina. El gobierno criminalmente perturbado de Washington, sea republicano o demócrata, constituye la mayor amenaza que haya existido sobre la Tierra".
     Quien cree que la guerra es buena porque arroja ganancia cree que ser violento es positivo si hay algo que sacar en beneficio propio. Efectivamente, es psicopatía o sociopatía, muy tolerada con la idea de que la pérdida es para otros, los "bárbaros". Desde luego, el mundo es todavía un "lugar inseguro". Así lo dicen los estadounidenses. De remate.



A VER A QUÉ HORA

 En un libro reciente, el periodista J.J. Lemus, a partir de una investigación muy exhaustiva, ha demostrado hasta qué punto no existe la me...