"Estado de Bienestar" no quiere decir mayor cosa, como tampoco "mercado", por cierto.
Hitler creó un grandioso Estado de Bienestar: militarizado, pero con buena infraestructura pública (unas carreteras sin par), sin desempleo, con eficiencia, con un nivel de vida que asombró a los rusos cuando al final de la Segunda Guerra Mundial llegaron a suelo germano. ¿Cómo era posible que un país que lo tenía todo se hubiera lanzado a semejante agresión?
A finales de los años '30, Franklin D. Roosevelt no había resuelto del todo la crisis y el desempleo seguía siendo relativamente elevado. Estados Unidos mejoró gracias al keynesianismo militar (la guerra permitió emplear a mujeres y a negros y migrantes) y a la conflagración mundial. Desde entonces, la potencia pasó a depender de la guerra para mantener el "Estado de Bienestar". El bienestar del estadounidense depende de la capacidad para pasarle la factura a buena parte del mundo.
El "Estado de Bienestar" de posguerra en algunos países latinoamericanos sí, fue de bienestar: es más, de una forma de bienestar que se llama peculado, malversación de fondos públicos. Algunos hicieron en forma bastante grosera lo que otros en el mundo desarrollado: servirse del Estado para enriquecerse, con la figura del "político-empresario". El Estado populista fue un "Estado de Bienestar", aunque hubo algunos con más "bienestar para su familia" que otros.
"Estado de Bienestar" es la versión keynesiana del radicalismo según el cual "otro mundo es posible". En el límite, cabe hacer lo que Francois Hollande en Francia o Barack Obama en Estados Unidos: arrancarles algo de dinero a los ricachones -que suelten o que se vayan con Gerard Depardieu a engañar rusos-. No hay que tocar nunca a la clase media, aunque la estadounidense viva por encima de sus medios. La tarta debe crecer, para que haya más para un "todos" que quiere decir "nosotros" y un nosotros que significa "yo y mi familia".
Escoger entre "neoliberales" y "keynesianos" no es cosa de trabajadores con intereses propios. Es cosa de oscilar entre el "patrón malo que no suelta" y el "patrón bueno", a ver si afloja y no se aflige. Si no afloja, a ver si se puede con transa, y que el patrón robe pero deje robar, etcétera. Es todo lo contrario del interés de clase. Así como no se puede hablar de capitalismo ni de socialismo, ni tampoco de imperio, tampoco es posible ya hablar de clases. Al rato será imposible hablar de sociedad, ya que no habrá nadie.
Un estadounidense pobre no pasa de ser un millonario en aprietos. Un estadounidense rico tiene derecho a que lo rescaten, ya que el rico es el que la detona y la derrama. La gallina de los huevos de oro está en el rico, no en el que trabaja (¿qué le podríamos arrancar a un trabajador? Nada). Tampoco es posible hablar de trabajo, por lo demás. La clase media es la que "redistribuye": y claro, redistribuir consiste en que la clase media salga de media para llenarse los bolsillos y ser media alta, tirando a rica baja o a rica media (es decir, medio rica...). ¿Qué tal si redistribuimos la riqueza entre quienes ya la tienen, pero la redistribuimos de otro modo? Queremos pastel, pastel, pastel...
¿Hay un exceso de centros comerciales? Bien: saturemos al mundo de consumidores con mayor bienestar: es ganar-ganar, ya que así vendemos más, de lo que sea.
Circulen, por favor.
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