Una de las tantas creencias de la izquierda latinoamericana y sus seguidores europeos e incluso estadounidenses lleva a imaginarse que la peor represión del siglo XX en la región fue en el Cono Sur, sobre todo en Argentina, seguida por Chile, en los años '70.
Sin embargo, los países conosureños (incluyendo a Paraguay) no fueron los que sufrieron la peor violencia del siglo pasado: la guerra interna más cruenta (sobre todo entre 1910 y 1920) fue la Revolución Mexicana.
En segundo lugar está Colombia. Tan solo en los años '80, según lo revela el promocional del documental "Colombia invisible", este país sudamericano tuvo 5 millones de desplazados, más de 100 mil desaparecidos (una cifra que supera con creces a las desapariciones de varios países conosureños juntos), tres mil sindicalistas asesinados (Colombia ostenta el mayor número de sindicalistas asesinados en el mundo) y unas 10 mil muertes políticas por año. Es sabido que unos cinco mil miembros de un partido de izquierda (Unión Patriótica) fueron asesinados. Datos sobre Colombia hay más (como el de la existencia de miles de paramilitares), pero este país sudamericano consiguió al mismo tiempo mantener prácticamente incólume una fachada democrática. Lo llamativo es que la izquierda latinoamericana no haya querido ocuparse nunca de Colombia: no lo hizo porque la Violencia es anterior a la Revolución Cubana, porque muchos de los protagonistas no dependían de La Habana, a diferencia de ahora que están en la debacle por los golpes que les propinó el uribismo, y porque los muertos no eran de clase media urbana, en general: solían ser campesinos y otros muchos eran de filiación comunista, por lo que nunca valió la pena contarlos. La Violencia colombiana y sus secuelas, que duran hasta hoy, no existen en ningún libro cubano sobre la "revolución latinoameicana", ni en historias de guerrillas que no tratan más que de las exitosas (Fidel y Daniel), y que no reconstituyen todos los orígenes de la violencia conosureña, en especial en Argentina.
Después de Colombia, el país que más muertes en masa sufrió tampoco es conosureño: se trata de Guatemala, aquí sí bajo recurrentes gobiernos militares. Desafortunadamente, no se ha podido romper el monopolio que desde finales de los años '60 y principios de los '70 ejerció el Cono Sur en el modo de escribir la Historia de América Latina, para beneficio de las clases medias urbanas, del guevarismo, de un puñado de intelectuales tan flojos como voraces y para olvido de movimientos populares de dimensiones importantes, como sucedió en una Colombia que hoy ha cambiado mucho. Tampoco Guatemala ha podido hacer su historia al convertirse en tema de "exotismo indígena" -soy aborigen y así me nació la consensia- cuando no lo fue. A la Historia Revolucionaria tienen derecho los mitómanos, frecuentes en los populismos y sus variantes isleñas. Los demás pueden seguir siendo ignorados. Es que no hay cupo en la Gloria y para mártires hay que hacer fila.
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