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miércoles, 12 de febrero de 2025

SOLTARON A BARRABÁS

 De entrada, no se trata de ser pro-Trump, de idealizarlo ni de tomar partido: es el estado actual del "público", mediado por los grandes medios de comunicación masiva (que implican privatización de lo público), el que ya no busca alguna verdad a través del debate, sino el que apuesta a ganar, así sea descalificando. Los globalistas han decidido que cualquier cosa que haga Donald J. Trump es más que una extravagancia o una majadería: ahora resulta que es una "amenaza" o un "peligro". Lo sorprendente no es este grado de deterioro de la esfera pública, sino la manera en que la izquierda, incluida parte de la comunista, está en lo mismo. Es decir, del lado globalista, por principio de cuentas.

        No está de más decir que esta izquierda ya no tiene historia propia. Digamos que, en Estados Unidos, del lado de los Republicanos, el "viejo gran partido", anti-esclavitud, el de Abraham Lincoln, no es novedad cierta proclividad al proteccionismo y cierta forma de aislacionismo, salvo en una parte de América Latina. Tampoco es novedad, según lo demostró Dwight Eisenhower, el distanciamiento del "complejo militar-industrial", nombrado así por el mismo Eisenhower, ni el rechazo a China. Tampoco es una novedad que Trump se haya visto influenciado por Rockefeller, para quien Venezuela era su "rancho". Lo propio de Trump es su declarado poco gusto por matar, así haya hecho su excepción en su primer mandato, con el iraní Qassem Soleimani. Es igualmente muy de Trump su preferencia por Israel, pero fue con los Demócratas que sucedió lo más reciente en la Franja de Gaza. Algunas declaraciones de Trump son las de quien juega algo de Monopoly: habla de tragarse Gaza por interés en el gas de la Franja, que tal vez es también el de Israel; y de "comprar" Groenlandia por no dejarle la ruta del Ártico a China. Por ahora, Trump llegó a calmar las guerras, no a avivarlas: así ocurrió en Gaza y ocurre en Ucrania, a pesar de los chantajes del ucraniano Volodímir Zelenski y de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). El primer mandato de Trump estuvo exento de guerras; cabe ver si también será el caso del segundo. Eisenhower logró alguna vez ser un presidente muy aprobado en Estados Unidos, aunque a una parte de América Latina no le vaya bien con los Republicanos (y tampoco le fue bien con Eisenhower). Con todo y sus "halcones", Eisenhower buscó poner fin a la guerra de Corea, al macartismo y acercarse a la Unión Soviética, hasta el incidente del U-2. Por cierto, parece que hay quien no desdeña becas de la Fundación Rockefeller: lo borran, pero se trata de la presidentA mexicana, Claudia Sheinbaum, aunque sea globalista.

      Aquí se ha sugerido como fuente de consulta el portal de izquierda Rebelión, por su capacidad informativa. Pero no puede al parecer salir de "la lucha de las especies", por lo que requiere sumarse a la que parece la "humana". Es así que es posible leer que la alianza entre Trump e Israel es "nazisionista", tal vez dejándole el lugar de "nazi" a Estados Unidos. Hay títulos aún mejores, como #el Reich de Trump y la solución final". A ver: "la arremetida antiinmigrante en un país edificado por migrantes tiene hondas similitudes al programa nazi de la solución final", y "como Hitler promete la solución final". Ah, el Reich de Trump. Los migrantes, en éxodo. Ya se acerca "a la primera deportación nazi de 20 mil judíos y seis mil gitanos". Qué prisa: el número de indocumentados mexicanos en Estados Unidos es de poco más de cinco millones, y es poco probable una deportación de esa magnitud, que ni México se espera, aunque sería una cifra parecida a la de seis millones de judíos muertos a manos nazis. Es tan simpático que se vale agarrarse de una convención sobre refugiados que prohíbe repatriarlos si corren peligro de muerte o para su libertad. No es el caso. Hasta se les va a revalidar estudios que no tienen, porque la inmigración mexicana más reciente es de pésima escolaridad y cualificación, y de negativa al inglés. Duele tanto como un gringo en Cancún incapaz de decir siquiera "hola" en español. Ese es el mundo globalista: de John Lennon, sin fronteras, para cada uno con su Imagine. Así son los fariseos: con gran moral para "causar sensación" después de haber soltado a Barrabás, un ladrón hecho pasar por inocente. Es la izquierda que queda: nunca dijo nada sobre los laboratorios biológicos de Hunter Biden, entre otros, en Ucrania; sobre los batallones neonazis Aidar y Azov -patrocinados entre otros por el oligarca judío Igor Kholomoiski- también en Ucrania, o sobre los "banderistas" ucranianos herederos de colaboradores con los nazis. Alguien peligroso como Zelenski no amerita ningún pronunciamiento, aunque sugiera, porque lo hizo, lanzarle un ataque nuclear "preventivo" a Rusia.

         La izquierda de ahora cree que "imperialismo" es asunto de tiros, por lo que Rusia es la imperialista y, según el ex presidente uruguayo, José Mujica, el mandatario ruso, Vladimir Putin, un "hijo de puta" (no, no Zelenski). Ahora resulta que Trump quiere "la hegemonía mundial", no los que declararon que Estados Unidos es "la nación indispensable" o "excepcional" y, por ende, por encima de otras. En plena confusión, el ex de Harvard y hoy argentino de Cuba, Atilio Borón, cree que fue entre finales del siglo XIX y 1901 que, con el presidente William McKinley, Estados Unidos  "se convirtió en una potencia de alcance mundial", confundiendo el mundo con Cuba y Filipinas (ah, y Hawai). Borón escribe que "Trump representa un peligro para la convivencia internacional (!, un aguafiestas, vaya) y "un retorno a la fase más brutal y descarada del imperialismo" (ay, descarado). No es Trump quien ha hablado de "american superiority" (ni de ningún unipolarismo), pero por cuestiones de conveniencia había que callar sobre "la nación indispensable" o ""excepcional".

     El globalismo, también económico y cultural al grado de poner en tela de juicio la viabilidad de Estados nación enteros, no es el imperialismo de las grandes empresas de la Tríada, Estados Unidos, la Unión Europea y Japón; el matón de Henry Kissinger fue el "amigo de China", incluyendo Xi Jinping, presidente chino, como Bill Gates; ah no, el problema son Elon Musk o Jeff (Jeffrey) Bezos. La especialidad del fariseo es la paja en el ojo ajeno, no la viga en el propio, pero según el gastado David Brooks, de Rebelión, es sólo ahora que Estados Unidos está cerca de ser un ""manicomio". Del imperialismo cultural o del económico, el que le importa a Trump, nada, ni siquiera para reparar en las metidas de pata del mismo Trump en su Monopoly. Trump no es más que un pretexto para seguir ""causando sensación", prolongar la excitación (it´s so exciting) y, en vez de razonar o argumentar, para colgarse una medalla de presunto héroe antifascista, lo que se conoce coloquialmente en México como "saludar con sombrero ajeno". Quedar bien con los amigos, "hacer la ola" y "tener lo que hay que tener": la majadería de Trump como coartada para "seguir haciendo Historia" o, como decía el presidente estadounidense Barack Obama, tan modesto él, "estar en el lado correcto de la Historia". Y además, reivindicar, como otros en Rebelión, las "teorías críticas de la raza", la "ideología de género" (Obama terminó debatiendo sobre la gran importancia de los baños neutros) y las "culturas" woke y cancel. Si no es más que ""asunto de perros", hasta entre los perros también hay razas. Diferentes (da click en el botón de reproducción).



YO NO ME LLAMO JAVIER

 No es muy fácil saber qué es el "pueblo", aunque en él resida la soberanía, al decir de diversas Cons tituciones, la estadounide...