América Latina, hoy, no es el patio trasero de Estados Unidos, y el comercio exterior de la región ya poco tiene que ver con el de la segunda posguerra del siglo pasado.
Se esperaba en los años '80 que Japón se convirtiera en el segundo de a bordo, pero no fue así, y tampoco la Unión Europea tiene un papel protagónico, del tipo que buscaban tal vez los socialdemócratas. El nuevo es China. Este país ya es el principal socio comercial de grandes países como Brasil y Chile. Las relaciones comerciales entre China y Perú y entre China y Argentina son igualmente importantes.
Cuba le ha dado prioridad al seguimiento de lo que ocurre en China y Vietnam, de tal modo que el vicepresidente cubano, Miguel Díaz-Canel, acaba de visitar esos países asiáticos, en un gira que dice bastante sobre el rumbo que podría tomar la isla antillana.
El otro país que acaba de estrechar lazos con Asia es Nicaragua. ¿Se perfila un "condominio" entre Estados Unidos y China en América Latina? En más de un aspecto, sí. No queda claro que sea rivalidad, pese al Acuerdo de Asociación Transpacífico: México lo promueve, pero no ha descartado mejorar las relaciones con Beijing.
Como lo ha sugerido Vicky Pelaez en su columna de Ria Novosti, la presencia china en América Latina no es amenazante: no dará lugar a ninguna injerencia descarada, mucho menos militar, y los chinos suelen acompañar su presencia de cooperación científica y técnica, algo benéfico (desde luego, mucho más que las bases militares o las operaciones encubiertas).
Al mismo tiempo, lo que interesa a China en la región son recursos naturales (productos agrícolas y mineros). El muy, muy viejo tipo de especialización de América Latina no está cambiando.
El polémico acuerdo entre Nicaragua y una empresa china para construir un Canal interoceánico a través del país centroamericano dice mucho. Es un acuerdo lleno de promesas, hecho por lo demás con un socio de Hong Kong dudoso, HK Nicaragua Canal Development Investment Co (la compañía está registrada en Gran Caimán, y no hay un claro aval oficial chino ). No hay por qué dudar de quienes advierten sobre los riesgos ecológicos y sociales del proyecto: no es un secreto que, en sus inversiones y aunque ayuda en la cooperación, China -o muchas empresas chinas- también llegan a depredar. No hay nada escrito sobre el proyecto nicaraguense ni sobre lo que representa para el Canal de Panamá, cuya ampliación está en otras manos (europeas). El canal panameño sigue apareciendo como el más realista.
La situación se asemeja a la de finales del siglo XIX, cuando Lesseps quiso un canal para Francia en Panamá y los hondureños, por cierto, se hacían estafar con proyectos faraónicos como el propuesto para Nicaragua (Estados Unidos había hecho presión previa en el istmo de Tehuantepec mexicano). El "condominio" durará lo que la estabilidad de las relaciones sino-estadounidenses. Como sea, es un dato nuevo que no se puede soslayar.
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