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domingo, 17 de octubre de 2010

EL DRAMA DE TONGA

Estados Unidos parece tener la muy firme intención de no resolver nada de lo que dice querer resolver en Afganistán, donde hay unos 120 mil soldados de cerca de medio centenar de países. Tal vez habría que resolver las cosas de otro modo: en concreto, haciendo algo con los 50 millones de adictos a drogas a base de opio, adictos que se encuentran en un mundo desarrollado que les ofrece poco de vital y mucho de escape, con tal de que no haya protesta social, o que ésta sea de lo más limitada.
En vez de combatir el problema en la fuente, Estados Unidos y sus aliados lo toleran, cuando no lo fomentan. Ni siquiera cabe descartar que Estados Unidos tolere la siembra de estupefacientes en Afganistán y el tráfico con tal de mantener un "frente de tensión" en las fronteras rusas y en Europa. Los "aliados" no temen hacer el rídiculo: han invitado a mandar fuerzas (unas 200 tropas) a Afganistán a la isla de Tonga, en el Pacífico. Los de Tonga (son 104 mil habitantes) están por enviar un primer contingente de 55 hombres, que habrán de ser entrenados por el ejército británico en suelo afgano. Es decir, su Real Majestad de ocupará de seres de Tonga que lucharán contra el Talibán. El acuerdo fue tomado el 8 de octubre pasado, presumiblemente sin que los signatarios hayan fumado nada. En cuanto a los afganos, hace rato que deben preguntarse si no están halucinando.
Por lo pronto, los desmanes hacia la frontera norte de Afganistán no están mal. En Tadzhiquistán, éso de tener como vecinos a fanáticos islámicos que nadie para en concreto ha provocado la lucha contra cerca de 200 bandas terroristas, culpables de unos 3 mil atentados, en los últimos 12 años (es decir, mientras se supone que los aliados de Tonga debieran acaber liquidado al Talibán). En cuanto a Kirguistán, donde se celebraron el 10 de octubre elecciones parlamentarias, el sur del país cayó en manos de narcotraficantes, que controlan la región de Osh. El régimen anterior de Kirguistán, el del depuesto Bakíev, estaba permeado por el tráfico de droga, empezando por familiares de Bakíev, y hasta llegar al jefe de seguridad del mandatario enviado al exilio. Bakíev había llegado al gobierno gracias a una "revolución de colores", llamada en este caso "revolución de los tulipanes", celebrada por los estadounidenses como advenimiento de la democracia. Habida cuenta de lo que se incauta en la frontera sur de la ex Unión Soviética en Asia Central, y del crecimiento del número de drogadictos en Rusia, no es de descartar que, aún si haberlo dicho, al promover la democracia en Afganistán los occidentales también hayan fomentado otro de sus acostumbrados relajos de colores: "la revolución de las amapolas" sonaría bonito para la fiesta que desde hace una década se traen los de la OTAN, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, en suelo afgano. Están tan metidos en la adormidera que ni tino tienen al disparar y con la mayor de las frecuencias los blancos son civiles, también conocidos como "Los Colaterales".
Mejor hubiera sido instalar a los de Tonga en algún suburbio europeo, como para capturar a uno que otro "dealer", de los que abundan, y mandar al consumidor a ver palmeras de verdad en las islas turquesa del Pacífico celeste. No desesperemos y pensemos que un soldado de Tonga puede hacer el milagro: capturar a Osama Bin Laden y a su mujer Lucy, que está en el cielo con sus diamantes.

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