Al-Qaeda ha amenazado a Europa, y como se sabe, los estadounidenses de visita en ese continente están llamados a tomar precauciones mínimas. Por ejemplo, dar la alerta si la Mona Lisa en el museo del Louvre aparece con un velo o con burka, aunque no es tan fácil que la policía francesa lo tolere. O si un gondolero veneciano ostenta un turbante y una larga barba, diciendo "Allah es grande" en vez de "O Sole mío". Aunque no es probable que la camorra lo tolere. O si en una plaza de toros española el cartel anuncia una corrida con un bravío llamado "el Talibán" y un torero llamado "el Niño del Fakir", aunque el humor español tal vez no alcance para tanto luego de siglos de líos con los de la media luna.
La verdad es que el secretario general de la OTAN, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, ha decidido firmemente tomar cartas en el asunto que, según se deduce, es inquietante. Para proteger a la City de Londres, al barrio latino de París, a la Torre de Pisa, a la puerta de Brandenburgo y otras joyas arquitectónicas que pudieran ser blanco de Osama, de Bin y de Laden, el aludido funcionario, el danés Anders Fogh Rasmussen, viajó a principios de octubre al Caúcaso, muy específicamente a la república ex soviética de Georgia, que al ritmo que va pudiera ser ex república ex soviética de Georgia, o inclusive de ex Georgia, dadas las ganas del presidente local, Mijail Saakashvili, de ser más estadounidense que un Burguer King. Rasmussen insistió en que sí, Georgia, más temprano que tarde (no lo dijo exactamente así, pero suena bonito), será miembro de la OTAN, por lo que se toman ya las medidas del caso: es decir, rearmar a los georgianos hasta los dientes, luego de la golpiza que les dió el ejército ruso en 2008. Lo que quiere Rasmussen es que, a la brevedad, Georgia cumpla con los estándares que pide la OTAN, y que para la próxima el país del Caúcaso no haga el ridículo ante los rusos en Osetia del Sur o en Abjasia.
Saakashvili se ha comprometido con la "soberanía, la libertad, la independencia y la integridad" de su país, suficientes palabras como para intentar un ataque verbal contra el Kremlin (se puede agregar algo sobre la democracia y los derechos humanos para que el impacto sea mayor).
De Georgia, el danés se fue a Turquía, que anda enojada por lo de los greco-chipriotas, considerados -ellos sí- europeos, a diferencia de los turcos mismos, que a los ojos de los del Viejo Continente no pasan de ser peligrosos mustafás y kemales. Turquía, como sea, se queda en la OTAN; menos problemas haya con Grecia, también país miembro de la OTAN, mejor. Es decir, Rasmussen el vikingo fue, como se estila decir, a "limar asperezas".
Por cierto, no queda claro por qué el jefe de la OTAN fue a darse una vuelta un tanto lejos de Europa, si a la que amenazó Al-Qaeda fue a Europa. Es que Rasmussen quiere proteger a Georgia de Rusia. Lo que hace Rasmussen no tiene lógica ni con lo que supuestamente quiere Obama (proteger a Europa, no al Caúcaso), pero la lógica no es prioritaria cuando de lo que se trata es de salvar vidas estadounidenses. Suena lógico.
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sábado, 9 de octubre de 2010
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