Quienes no tienen prisa en condenar al imperialismo estadounidense, ni en llamarlo por su nombre, pueden pensar en las consecuencias, o en que no las habrá nunca.
El actual primer ministro ruso, Vladimir Putin, dijo hace algún tiempo que la política estadounidense está poniendo en tela de juicio siglos de relaciones internacionales concebidas a partir de los Tratatos de Westfalia, que dieron origen al Estado nación moderno. La forma jurídica no importa o se crean estructuras paralelas. Por ejemplo, primero la Organización del Tratado del Atlántico Norte, la OTAN, mata a civiles (niños) en Libia y bombardea la Universidad Nasser de Trípoli, capital libia, y luego de que nadie diga nada, la Corte Internacional de la Haya ordena "arrestar" al líder libio Muammar Kadafi al estilo Old West, por "crímenes contra la Humanidad". Naciones Unidas no dijo nada de lo sucedido en Trípoli, ni lo hicieron Rusia ni China. Apenas se atrevió Moscú a sugerir que la OTAN se "sobrepasa". No hay lugar a engaño, porque no se trata de "daños colaterales": son, como en Afganistán, advertencias apenas disimuladas a la población civil por si no permanece "neutra" o se pasa del lado de los criminales.
Así como no hay derecho a otra ley que no sea la del que tiene la fuerza, no hay derecho a la información: ni a enterarse de las manifestaciones masivas de apoyo a Trípoli y Damasco, por ejemplo.
En plena crisis en el mundo mediterráneo, Estados Unidos fue a meter al Mar Negro, contra la Convención de Montreux (es decir, en otra violación de la ley), el buque militar USS Monterey, un crucero lanza-misiles, parte del escudo antimisiles ideado por Obama y con el sistema de defensa anti-aérea AEGIS a bordo. Cero protestas, salvo unas cuantas del canciller ruso, que Estados Unidos ni siquiera se dignó contestar. Pareció un movimiento vinculado al problema sirio, según el diplomático hindú M.K. Bhadrakumar, y los rusos no quedaron bien parados. Incluso una agencia de noticias oficial rusa, encargada en estos tiempos de toda suerte de piruetas, insinúa que se podría "vender" al gobierno sirio. En cuanto al buque de guerra, fue, además de a plantarse en la costa de Georgia, provocación mayúscula, a participar en los ejercicios conjuntos EU-Ucrania "Brisa del Mar" 2011.
Puede que a los occidentales no les interese vivir con leyes internacionales. Puede que tampoco les moleste no estar informados. Lo anterior indica inconciencia y la creencia de que, después de todo, nunca se verán afectados, lo que es hacer alarde de ignorancia y de inhumanidad. Ocurre de todos modos que estos eventos no son ajenos ni al riesgo de recibir lo que un periódico argentino llamó "un misilazo", ni al de un efecto bumerang sobre una crisis económica que no da visos de resolverse. Con el agravante de que los misilazos duelen y las crisis no se resuelven con ignorantes al timón.
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