Es erróneo creer que en América Latina "los pueblos" ("nuestros pueblos", dijo el encomendero del otro lado) no tienen idea de lo que hacen y mucho menos del "horizonte deseable".
Cuando en el Ecuador fue electo Rafael Correa por primera vez, el país se estaba cayendo, con el agravante de que la nación nunca fue del todo orgánica, ni el Estado se consolidó como tal. Por lo mismo, fue una "revolución ciudadana" en la cual despuntó la posibilidad de tener ciudadanos. "Para volver a tener patria" era el lema de Alianza País, el movimiento que llevó a Correa al gobierno. Las protestas contra Bucaram y las de los llamados "forajidos" contra Lucio Gutiérrez sugieren que un sector de la sociedad ecuatoriana sí creía en la nación y en el Estado decentes. Los logros de Correa abren la posibilidad de tener una nación real, un Estado que cumpla con obligaciones y ciudadanos de verdad, no para declamar en concursos de oratoria.
En Bolivia sucedió algo parecido, cuando el "Goni" estaba terminando de enajenar los bienes del país, el agua incluida. El voto para Evo Morales también lo fue para tener país y que no se extinguiera. Todo indica que este voto fue leído así por Alvaro García Linera: tener país, considerando que en Bolivia nunca cuajó del todo la nación, ni lo hizo el Estado.
¿Es poca cosa querer Estado y nación? No, cuando no los ha habido. Es erróneo decir que no hay discusión: la hubo en el Ecuador (suscitada en buena medida por Alberto Acosta, aunque Correa no es un "neopopulista autoritario"), la hay en Bolivia (ampliamente fomentada por García Linera) y, en buen grado, la hubo y la hay en Venezuela. Las discrepancias no son pocas, pero la discusión está.
Cualquiera sea el proyecto (socialista o incluso "desarrollista", dentro del capitalismo, como en el caso del "capitalismo andino-amazónico" de García Linera), primero hay que tener donde ponerlo: un Estado, una nación, pero reales, y no discursivos. El tema del socialismo es secundario -y hasta cierto punto, lo es incluso en Cuba.
En los años '80, hubo quien llegó a decir de más de un país latinoamericano que no era "viable". Es una viabilidad cuestionada incluso en México, el único país donde cuajó un Estado-nación más o menos moderno en el siglo XX. Ni siquiera se trata de tener una nueva "narrativa" para convencer a "nuestros pueblos" de que por su propio bien nos sigan, a nosotros, los buenos. La revolución y el socialismo, forzados, pueden ser el opio de los pueblos. Sobre todo cuando quienes pregonan la Buena Nueva no ponen el ejemplo.
Un Estado eficaz y una nación orgánica no son poca cosa. Es el tema, no lo es la fantasía que por lo demás, no va muy lejos: quien, como Marco Aurelio, dice "socialismo", está muchas veces maniobrando en la socialdemocracia y los pasillos del poder, no más. ¿Una causa que legitime a los abajofirmantes? Con todo, no es la hora del Príncipe ni es la de sus consejeros.
Compañero: cuando hables, por favor checa que tus neuronas estén conectadas.
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