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domingo, 6 de abril de 2014

CUBA SIN AUTOFOBIA

A diferencia de su hermano, Raúl Castro, presidente cubano, trata de ocuparse de problemas terrenales y no demasiado de los celestiales. Así, el menor de los Castro no ha salido en ningún momento a decir que no tiene idea de qué es el socialismo, ni idea de a qué debiera parecerse éste. Raúl Castro ha demostrado que sí sabe, por ejemplo en el reciente Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba. Es muy sencillo: "de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo" (en el socialismo, ya que en el comunismo está planteado "a cada cual según sus necesidades"). El socialismo debe recompensar el trabajo y la capacidad.
     En efecto, Raúl Castro considera que "para distribuir riqueza, primero hay que crearla", algo que en Cuba no es tan obvio y obliga a estimular la inversión extranjera, no exenta de riesgos, puesto que llega a crearse la impresión de que se distribuirá lo que traen otros (los extranjeros, a quienes hay que sacarles aunque sea un blue jean, cuando no la residencia fuera de Cuba).
     El otro asunto es el salarial, y es más grave. Cuba no premia el mérito. Por el problema de la llamada "pirámide invertida", a mayor responsabilidad no hay mayor ingreso personal (y puede ser incluso menor), por lo que se "desestimula la promoción de los más capaces y abnegados hacia los cargos superiores". Sucede también que el salario no satisface todos las necesidades del trabajador y su familia, lo que, según Raúl Castro, "genera desmotivación y apatía hacia el trabajo". El personal calificado se va en ocasiones a trabajos mejor remunerados, pero sin relación con el nivel profesional. Dicho lo anterior, el trabajador no recibe según su aporte a la sociedad: no lo recibe quien trabaja bien, no lo recibe quien no trabaja tan bien, y no aporta a la sociedad -porque no ejerce su profesión- quien sí es remunerado.
     Adicionalmente, la bonificación extrasalarial no siempre está vinculada con resultados (productividad). Finalmente, el presidente cubano considera erróneo no pagar mejores pensiones a casi un millón 700 mil jubilados.
     En suma: el sistema salarial no premia el trabajo y no es meritocrático. El asunto no puede resolverse con un aumento de salarios general en el sector estatal, si el igualitarismo permanece como tal, y no aumenta la productividad y la oferta consiguiente de bienes y servicios. Según el mandatario cubano, la solución está en mejorar la productividad y en tener al mismo tiempo un sistema salarial más flexible, que mantenga conquistas sociales básicas, pero sin bloquear la recompensa especial a quienes trabajan mejor. Para lo anterior, agreguemos, el trabajo debería ser un valor en la sociedad cubana, y no siempre lo es.
    El capitalismo castiga el trabajo, pero premia una capacidad: la de explotar y llevarse la mayor parte de lo de otros, aunque bajo pretexto de que es "lo debido". Así, los millonarios culpables de la crisis de 2008 por especulación , los "hombres de Davos", se premian con sueldos estratosféricos que son en realidad rentas -más que vitalicias. El famoso "1%" estadounidense (los más ricos) se tragó desde 2008 el 95 % del aumento del producto interno bruto en la superpotencia. Toda una parte de la sociedad -una inmensa clase media- no espera del trabajo, sino de la derrama de riqueza, por lo que "se vale de todo" para tener una renta de lo que sea: de un marido extranjero, de un puesto ejecutivo, a cuenta del erario por animación cultural o de la empresa por management, de un puesto de funcionario-gestor, por ser mujer, miembro de una minoría cualquiera (racial o sexual) o incluso como parte de la buena causa. Se reparte a cada cual según su capacidad para sacarle algo- lo que sea, pero que rinda- de beneficio a todo prójimo que se preste. Es lo inverso de lo que propone Raúl Castro: en Occidente, para crear riqueza, vaya, !primero hay que distribuirla! La riqueza la crean los ricos, por lo que hay que remunerarlos cada vez mejor. Y como la cosa no es de mucho esfuerzo en la gran clase media, se da lo menos, o no se da nada (ni siquiera se hace ya el esfuerzo): no vaya ser que otro lo convierta en beneficio propio.

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