En el portal de Counterpunch, el articulista Mike Whitney afirma: "EE.UU. está en la fase de apertura de una guerra contra Rusia". Es en gran medida lo que parece.
Whitney conoce bien el modo de proceder estadounidense: si Rusia interviene en el Este de Ucrania, se activarán todos los reflejos antirusos de Occidente, que no han cambiado desde la Guerra Fría, y se dirá que Moscú tiene vocación expansionista, puesto que supuestamente la tuvo en el pasado desde el Este europeo hasta Afganistán. Algún tercermundista lo confirmará recordando la Primavera de Praga. Habrá que "parar a este nuevo Hitler", aunque el presidente ruso, Vladimir Putin, no haya emprendido expansionismo alguno, ni designado a nadie como enemigo (los judíos, por ejemplo), ni mandado a nadie a la cámara de gas, ni bombardeado ninguna ciudad, etcétera. ¿Qué importa? Con Saddam Hussein se hizo lo mismo: era también "un nuevo Hitler".
Si Rusia no interviene, el riesgo está en que de la provocación se pase a un conflicto abierto, que será un foco más de tensión en las puertas de la Federación Rusa. Como lo hace notar Whitney, haga lo que haga, Rusia corre el riesgo de tener pérdidas. Basta seguir el twitter del halcón estadounidense Zbigniew Brzezinski para ver que, efectivamente, se trata de encajonar a Rusia en este "juego" -dizque de "rusos étnicos"- que parece de "perder-perder".
Whitney muestra tal vez sin quererlo lo que muchos creen de Rusia. Ya se ha probado el guión en Afganistán, Iraq, Libia, Siria y otros lugares que Whitney no menciona, como Yugoslavia. "La supervivencia de Putin y de la Federación Rusa -escribe el autor en Counterpunch- dependen en gran medida de su capacidad de comprender rápidamente la nueva realidad (...) Si decide ignorar las señales de advertencia a la espera de que Washington pueda ser apaciguado o que sea posible frenar a los hombres que dictan la política exterior de EE.UU. (...), puede enfrentar el mismo fin que Sadam o Gadafi". Así que incluso Whitney, como más de un estadounidense, cree que la Federación Rusa es un país del Tercer Mundo. Es la misma creencia de la Guerra Fría sobre lo mal que se vive en Rusia por "la escasez" en "el comunismo". Tampoco importa la realidad, sino una creencia que sostenga al occidental en su pedestal de "triunfador". De aquí no es posible salir, menos con ignorancia y un alud de despropósitos que le han hecho decir al periodista estadounidense Robert Parry que ni en tiempos del extinto Ronald Reagan existía un periodismo tan "desmedrado" y con tal "desempacho", dispuesto a repetir sin cesar afirmaciones demostrablemente falsas. No es seguro que en Occidente importe si es verdadero o falso: es más excitante dejar a Rusia "out" para sentir que sí, cómo no, estamos "in" y tenemos "lo que hay que tener".
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