Un periódico mexicano vio hace poco cómo varios buques rusos invadían el mar Caribe. La alucinación no pasó a mayores, pero sirvió tal vez para ganar algo de rating infundiendo miedo o provocando morbo entre los lectores.
Como el canciller ruso, Serguei Lavrov, se encuentra de gira por varios países latinoamericanos, incluso algunos analistas rusos especulan -es ésto- que, ya que Estados Unidos se mete en la "esfera de influencia" de Rusia, ésta se reserva el derecho de hacer lo propio en el "patio trasero" de Washington. Lo emocionante está en vivir de "lo mejor de la Guerra Fría" en el Caribe, el momento de la crisis cubana de los misiles en 1962, cuando efectivamente Moscú pareció colarse a pocas millas del territorio estadounidense.
Ciertamente, Rusia vende armas en Latinoamérica, por cierto que no sólo a Venezuela (también a Brasil, por ejemplo). Brasil y Argentina son los principales socios comerciales de Rusia en América Latina. No es nuevo, ya que Moscú mantuvo vínculos con la dictadura argentina en los años '70, algo reprobable. Ahora, Lavrov estará en Cuba y Nicaragua, nada nuevo tampoco, ya que son sólidos aliados desde hace mucho tiempo. El canciller ruso estará en Perú y en Chile. Nada nuevo tampoco: mucho más que el Caribe, a la Federación Rusa le interesa estratégicamente el Pacífico latinoamericano. Ya fue así en los años '70, con el militar Juan Velasco Alvarado en el gobierno peruano. Lavrov no ha inventado nada.
Lo que sí es notorio es que Rusia no tiene intención de hacer lo que le atribuyen algunos, incluidos analistas rusos: prueba de ello es que Lavrov no pasará por Venezuela, lo que significa que el canciller ruso no piensa venir a Latinoamérica a provocar. He aquí una primera diferencia.
La segunda es que, pese a lo que diga el servicio ruso de la BBC británica, no hay simetría entre esferas de influencia, ni semejanza, nada: apenas unas ecuaciones ocurrentes entre quienes, en vez de usar la cabeza para razonar, la prefieren para calcular y sacar cualquier cuenta. Incluso pese a las advertencias del ministro de defensa ruso Serguei Shoigu, quien insinuó que Moscú pondría bases en uno que otro punto latinoamericano, la verdad actual es que, a diferencia completa de lo que sucede alrededor de Rusia, alrededor de Estados Unidos no hay ni una sola base militar rusa, ni siquiera en Cuba (fueron desalojadas hace ya bastantes años): no las hay en Canadá, ni en México, ni en el Caribe, ni en Venezuela, ni en Centroamérica, por lo que no tiene ningún sentido -salvo excitarse- hacer ecuaciones entre Europa del Este y América Latina. Sin embargo, lo de razonar ya no es lo propio de un mundo fascinado por cualquier cálculo que parezca verosímil, aunque no sea cierto. Así que ahora resulta que Lavrov está invadiendo América Latina.
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martes, 29 de abril de 2014
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