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martes, 9 de junio de 2015

DESINTEGRAR A RUSIA, UN OBJETIVO

En un documental dado a conocer hace ya varias semanas en el canal estatal de televisión rusa Rossiya-1, el mandatario ruso, Vladimir Putin, afirmó que algunos líderes mundiales le dijeron que "no les molestaría que Rusia se desintegrara". La Federación Rusa es multinacional -tiene desde población europea hasta asiática- y comprende varias religiones, desde la ortodoxa hasta la musulmana, pasando por el budismo y el animismo.
    "Mis contrapartes, muchos presidentes y primeros ministros, afirmó Putin en el documental, me dijeron que habían decidido que Rusia dejaría de existir en su forma actual". "La única interrogante -prosiguió Putin refiriéndose a esos líderes- era cuándo sucedería y cuáles serían las consecuencias".
     En estas circunstancias, es posible recordar que Zbigniew Brzezinski, un viejo halcón de la política exterior estadounidense, sugirió en un libro a mediados de los años '90 la partición de Rusia en tres: una parte europea, una asiática y una "siberiana". Así las cosas, bastaba con leer con detenimiento este texto para conocer de las intenciones estadounidenses. Por lo demás, era un viejo plan, ya que en libros de mucho antes, como Las guerras del futuro, un texto publicado cuando aún existía la Unión Soviética, ésta aparecía "en el futuro" dividida curiosamente en tres partes.
    Putin alegó en algún momento que el propósito era hacer caer a Rusia en un "escenario a la yugoslava", para conseguir la desintegración.
    No es poco lo que se planeó en Occidente y en este mismo orden de cosas fue escrito por Samuel Huntington El choque de civilizaciones, un libro repleto de errores y de simplificaciones, pero que caía como anillo al dedo para fomentar los diferendos por motivos dizque "civilizatorios".
     Durante un par de décadas, en los centros de estudio de las relaciones internacionales se preparó subliminalmente al estudiante occidental para aceptar como natural -digamos que "ancestral"- este supuesto choque, y el análisis de coyuntura se puso a explicar los cambios -desde Europa hasta Asia, pasando por Oriente Medio- en función de una auténtica feria de reclamos identitarios (cada quien se encontró una "esencia"o hasta una "genética"), hechos para atomizar, con un objetivo claro: no según Putin, sino de acuerdo con lo que concibieron los estrategas más importantes de Occidente y Japón. Este circo identitario -donde cada quien fue a buscarse los antepasados más puros- tomó el lugar incluso de una simple mirada al mapa: el "choque" fue intencionado y con dedicatoria.

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