Hablar de "los ricos" no sirve de mayor cosa. Los hay que quisieran una reanimación productiva, incluso con medidas de tipo keynesiano, y los hay que están satisfechos con la plutocracia actual (el gobierno de los ricos), que se basa en las grandes finanzas, con Wall Street a la cabeza. Los primeros no han conseguido hacerse de una auténtica doctrina de reanimación más allá de la añoranza por los tiempos del "buen Keynes", el que quería la eutanasia del rentista. Los segundos no conocen límite y puede que sean los peligrosos, por su capacidad para arrastrar a los demás. Son algo así como "fachos VIP", fuera de muchas realidades del mundo, ni se diga de las del trabajo. Peor aún, estos plutócratas creen que la riqueza la crea el dinero, no el trabajo, puesto que es "el dinero" el que "se" invierte. Ahora se sabe que fueron las grandes finanzas internacionales las que promovieron al nazi-fascismo en los años '30. Hoy, no dejan de tener base social y capacidad para imponer su visión del mundo.
Tampoco sirve de mucho hablar de "clase media", salvo por convención. Hay ahora una clase media más o menos empobrecida, precaria, dependiente del salario, y otra clase media que ha ascendido al estilo estadounidense, con empleos chatarra -completamente ineptos- pero bien remunerados, porque "hacen circular" de todo, empezando por el capital: son los gestores, managers, coachs, expertos y asesores que ganan grandes sumas por apretar botones para que todo siga "moviéndose" (!no pares, sigue sigue!), y que coexisten con empleados de hamburgueserías y cafeterías que trabajan duro -con un trabajo más manual, con menos botones y sí cadena de montaje- para obtener casi nada y también con el viejo estrato medio improductivo, al que se le paga por hacer declaraciones pomposas entre un evento político-cultural y otro. Del mismo modo en que subsiste una "clase media" decente, que quisiera ganarse la vida como tal,y sin ver tan castigado al trabajo, hay una "clase media" de cuello blanco convencida de que su ociosidad y sus "gestiones" y "botones" merecerían pasar del lado del plutócrata, al que admiran y copian en todas sus extravagancias californianas, un resto de la "revolución conservadora" reaganiana: el pantalón color mostaza con zapatos rojos, el paseo en chanclas (sandalias) por el mall (me acabo de despertar...), el atuendo de safari (ando de cacería, soy depredador ¿y qué?), los lentes de pasta con aire gatuno, el peinado barato que parece caro porque el cabello "pájaro loco" anda suelto y négligé, la nueva barba larga y tupida -no rala tipo cura español- de fanático de todo lo que sea ideológicamente maloliente, la última preferencia sexual a exhibir en público (lo hago con mi perro, so what?), la insolencia en la calle, la patineta del adolescente a los 40, la red social y el twitter para "los de la casa" y por momentos el amago de votar para la izquierda como algo muy de la "clase creativa". Hay una parte de la clase media lista para seguir un fascismo si es la moda (aunque la moda consista en seguir destapando cloacas); hay otra clase media que en este caso se la pasaría mal.
¿Y los pobres? Por lo general, tienen que trabajar. Aun así, nunca fue un secreto que entre los pobres reclutan los de arriba a sus sicarios y mercenarios (con las mismas extravagancias) para la cruzada de turno. Son los "empleados" de las otras dos clases -la media y la superior- que matarán por unos centavos. Parte está en saber qué sucederá si el capitalismo, como parece ser hasta aquí, ya no logra volver al cauce realmente productivo: puede dar en distintas formas de delirio, desde los riesgos de la cruzada contra Moscú hasta los de una decadencia por si fuera poco legalizada y reivindicada (!viva mi instinto!).
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