El líder nazi Adolf Hitler no se adentró solo en la Unión Soviética. Cuando este país fue atacado, en la agresión participaron voluntarios de Bélgica, Holanda, Noruega y Francia, por ejemplo, y cuerpos militares enteros de Finlandia, Hungría, Rumanía, Croacia, Italia, Polonia y España (con su "División Azul"), entre otros. En cierto modo, puede decirse que Hitler creó una "coalición de socios y aliados", aunque nada comparable a lo que tiene actualmente la Organización para el Tratado del Atlántico Norte (OTAN), ni más ni menos que 28 estados a las puertas de la Federación Rusa.
Hitler no consiguió desmembrar a la Unión Soviética. Occidente, en cambio, con la OTAN por delante, consiguió tragarse a países como los del Báltico (Estonia, Letonia y Lituania), toda una parte de Ucrania (salvo las regiones de Donetsk y Lugansk), Moldavia y unos cuantos del Caúcaso (Georgia, Azerbaidján), a los cuales soñaba con llegar el Fuhrer -en busca de las riquezas petroleras del mar Caspio- antes de que comenzara el invierno ruso (el plan de Hitler era arribar a la desembocadura del río Volga a la altura de Astraján).
En los Balcanes, la OTAN consiguió liquidar a Yugoslavia y reducir a Serbia a su mínima expresión, recreando -como lo hizo la Italia fascista durante la segunda Guerra Mundial- las ambiciones megalómanas de Albania.
Gracias a las "primaveras árabes", Estados Unidos y sus "aliados y socios" ya consiguieron hacer una exitosa campaña de Africa del Norte, salvo parcialmente en Egipto. Al mismo tiempo, Estados Unidos consiguió reventar Oriente Medio y hundirlo en el caos, salvo en el pequeño bolsón de resistencia sirio.
Por si fuera poco, la OTAN ganó en profundidad al instalarse -también con una coalición- en Afganistán. Hitler no había soñado con llegar hasta Oriente Medio y Asia Central, tal vez por cierta moderación que el Occidente actual no conoce.
La OTAN no ha encontrado quién le pida cuentas de nada en Occidente. Hitler, por cierto, tampoco encontró mayor resistencia: aunque la historiografía británica acostumbra suponer más "errores de Stalin" de los que pudieron existir (y fueron pocos): la sola batalla de Smolensk, frente a la agresión nazi-fascista, duró dos meses, el tiempo que le tomó a Francia capitular y aproximadamente lo que demoraron los británicos en largarse -casi corriendo- del continente a su isla..
No se trata aquí de ninguna fantasía, la de desmembrar a Rusia: como lo recordara hace poco Nikolai Pátrushev, Secretario del Consejo de Seguridad de Rusia, Madeleine Albright, alguna vez secretaria de Estado estadounidense, declaró tranquilamente que Siberia y Extremo Oriente "no le pertenecen a Rusia", algo muy parecido a las consideraciones de Zbigniew Brzezinski, el estratega del actual mandatario de Estados Unidos, Barack Obama. Ni a Hitler se le habían ocurrido estas cosas.
La diferencia está en una boyante Alemania durante el Tercer Reich. En cambio, hoy, es un Occidente en serias dificultades económicas el que considera que la Federación Rusa simplemente no debería existir en su estado actual. Parecidos, los hay, aunque si el Fuhrer viviera, ya debiera saber que no hay nadie por encima del número uno, que es Estados Unidos. Y puede que tampoco haya nadie mejor posicionado que Estados Unidos, con todo y "socios y aliados", para una decadencia de consecuencias todavía difíciles de prever.
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