Lo que hoy se conoce como "neoliberalismo" poco tiene que ver con el liberalismo previo al siglo XX. Las obras de Ludwig von Mises o de Friedrich Hayek no tienen como fin atacar los privilegios feudales ni, en el límite, defender al capitalismo, que no pasa de ser "el mercado". De lo que se trata desde muy temprano (en los años '20, incluso, en Von Mises, antes de que se hubiera consolidado la Unión Soviética) es de atacar al socialismo y al intervencionismo estatal en general. Esta "cruzada" será retomada por la Sociedad Mont Pélérin apenas terminada la segunda Guerra Mundial y las creencias del "neoliberalismo" serán puestas en práctica en Chile desde 1973 y con mayor vigor con Thatcher y Reagan en Gran Bretaña y Estados Unidos desde principios de los años '80.
En México, Fernando Escalante Gonzalbo publicó hace poco una excelente Historia mínima del neoliberalismo. Hay en Hayek y en otros "neoliberales" la creencia de que sólo un "orden espontáneo", el del mercado, puede a través de los precios mandar las "señales" adecuadas para que la gente sepa cómo orientarse en la economía y, de una manera más general, en sociedad. "Por si acaso, señala Escalante Gonzalbo, el argumento sobre la eficacia suele complementarse con un argumento moral. Las organizaciones, es decir, los órdenes artificiales dependen siempre de la coerción, porque tienen que obligar a la gente a hacer determinadas cosas, a comportarse de un modo u otro, a obedecer. Mientras que los órdenes espontáneos reposan sobre normas de carácter general que permiten decisiones libres".
En nombre de esta libertad y del rechazo a toda "imposición", el sentido común de la época ha llegado a la firme creencia de que cualquier forma de organización es potencial o realmente coercitiva, pero las cosas han ido mucho más lejos aún: no puede darse (aportarse) a ninguna forma de organización porque es "artificial" y las cosas deben ser "espontáneas", para lo que hay por lo demás toda una "psicocracia" encargada de ratificar esta creencia; en apariencia, a la gente "le nace" o "no le nace", pero no tiene deber de tomar parte de forma de organización ninguna que contraríe el credo de la libertad y la espontaneidad. "No hay tal cosa como la sociedad", llegó a decir Margaret Thatcher.. Así las cosas, una sociedad "neoliberal", en la cual está arraigado este "sentido común", es también una sociedad que en muchos niveles es incapaz de organizarse para responder a los desafíos que se le presentan. Sucede probablemente que una sociedad que no puede, no sabe y además no quiere un mínimo de organización puede descomponerse por un periodo prolongado porque, efectivamente, "no hay tal cosa como la sociedad" (there is not such thing as society).
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