México seguramente seguirá en descomposición por lo menos hasta el año 2024, es decir, un sexenio más terminado el actual (las elecciones presidenciales son en 2018).
El oficialista Partido Revolucionario Institucional (PRI) renunció a gobernar, salvo en excepciones como la del secretario de Gobernación, Miguel Angel Osorio Chong: es un hecho comprobable que el país es hoy mucho más pacífico que en los dos sexenios anteriores. Sin embargo, el priísmo hizo unos cuantos negocios y se dedicó -para no parecer autoritario- a "la hora de las complacencias", al grado que seguramente no le haya faltado cierta razón a Francisco Labastida Ochoa -ex candidato del PRI a la presidencia- al afirmar que el partido en el gobierno se desgastó incluso por aprobar el matrimonio igualitario. En otros casos, los propios priístas se quejaron de que las cuotas de equidad de género, por ejemplo, se impusieron al mérito en la militancia. El PRI se comportó al mismo tiempo haciendo negocios y como si el lema fuera "el cliente siempre tiene la razón" ("al cliente lo que pida").
La alternativa blanquiazul (Acción Nacional, de derecha) es el protofascismo, que ya tuvo 12 años para instalar desde el gobierno hasta la "sociedad civil" la insolencia, la ineficacia en las tambaleantes instituciones y lo que dijo alguna vez el priísta Manlio Fabio Beltrones: "hacen lo que hacemos, más lo que creen que hacemos".
La otra alternativa es el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, del izquierdista Morena (Movimiento de Regeneración Nacional). López Obrador, pese a su vanidad, tiene un proyecto interesante: la austeridad republicana o, si se quiere, el cese del dispendio -ciertamente escandaloso- en el sector público. Más allá de este proyecto, que contribuiría a darle credibilidad a las instituciones, Morena carece de cuadros y es un amasijo de "infantiles de izquierda", muchos enfermos de protagonismo, socialmente resentidos, etcétera, que probablemente repetirían los errores de los gobiernos progresistas latinoamericanos (Brasil, Argentina, etcétera). Por lo demás, hay en Morena anarquistas o "libertarios" que coinciden objetivamente con un Acción Nacional al que nunca atacan, ya que todo es estar contra la autoridad, la que sea, con el inconveniente de que el PRI la perdió.
La única ventaja de Morena es que dejaría despejado el camino para recuperar lo mejor del PRI (con o sin el PRI, que de algún modo se traicionó a sí mismo): la institucionalidad, pero esta vez sin que sea una palanca para acumular "desde arriba" y "disponer" de lo ajeno. Otros políticos, menos infantiles (aunque hoy jóvenes, pero con profesión, a diferencia del activista López Obrador y la escasa experiencia de los candidatos de Acción Nacional) y con más espíritu de servicio público, podrían tal vez capitalizar pasado un sexenio lo creado por López Obrador -si lo consigue- y consagrar un auténtico servicio público en México (aunque ni a los miembros protagónicos y activistas de Morena les interesa). El PRI solo puede ser superado con más y mejor institucionalidad, "por arriba". Por lo bajo y con la demagogia (que está en los tres, PRI, Acción Nacional y Morena), únicamente seguirá el caos, simplemente porque en México no se quiere -y ya no se sabe-vivir en común
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sábado, 28 de enero de 2017
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