Hasta los años '70 del siglo pasado, existía en el entonces Tercer Mundo la idea de que la soberanía política, muchas veces de reciente conquista en África y Asia, debía acompañarse de soberanía económica y también cultural, tema sobre el que se escribió bastante. En América Latina, había cierta influencia del desarrollismo, con rectoría del Estado en una economía mixta (como la de México o más tarde la de Nicaragua), de la Revolución Cubana (que nacionalizó y estatizó todo lo estadounidense) y de Chile (donde Salvador Allende también hizo algunas expropiaciones, como la del cobre). Hoy ni siquiera se habla de "economía mixta" porque no se piensa en un Estado con cierta autonomía, sino garante de intereses privados, los que ahora llevan la batuta. En algunos casos, como el de México, se ha demostrado que el Estado en los '70 era menos intervencionista de lo que se hizo creer.
En materia cultural, se trataba de privilegiar la creación y la producción nacionales frente al riesgo de extranjerización, y se crearon instituciones para el propósito, aunque no sin cierta visión "folclorizante". En materia económica, los países del Tercer Mundo buscaban, en particular, un comercio internacional más justo, con mejores precios para la venta de productos agrícolas o materias primas, a partir de la experiencia de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), y que la inversión extranjera transfiriera tecnología, para ir aprendiendo y produciendo lo propio, un poco al modo en que en algún momento lo hizo Japón o, mucho más tarde, China a su manera. Se buscaba igualmente una mayor ayuda oficial al desarrollo. Hoy casi no se habla de desarrollo o no se lo entiende, sino apenas de "países emergentes".
Lo que suele omitirse, para América Latina al menos, es que al mismo tiempo, desde los '70, cambió la casa con el creciente endeudamiento externo: llegado el momento de pagar, lo que a la vuelta de los años se convirtió en el Consenso de Washington, los acreedores, desde los países centrales, pusieron las condiciones para lo que estaba hipotecado. Se trataba de ir vendiendo los bienes de la casa, lo que llegó a conocerse como "venta de garage"; de vender para ir comprando más al extranjero, para lo que se pensó igualmente en el libre comercio; y sobre todo, de darle "una pintadita" a la casa trayendolo todo desde el exterior bajo la forma de inversión extranjera; con una que otra "remozadita" se podía además sacarle más al turismo extranjero. La clase dominante dejó de ser rectora, así conservara el título de propiedad de la casa y, con ello, el derecho a rentarla o alquilarla, pero todo lo demás pasó a decidirse desde afuera, dada la hipoteca, previa a la "venta de garage". Se pasó no sólo a la total confusión cultural, sino a la pérdida de soberanía económica. Como encima comenzó la creencia de que la riqueza la crean los ricos, se creyó que salir adelante pasaba a depender de la capacidad para "traer riqueza" desde afuera. Se acabó el Tercer Mundo, entre otras cosas al no haber Segundo, y empezó la rebatinga por atraer recursos desde el exterior bajo la forma de importaciones y de inversiones, directas o indirectas. Como en la casa aparecieron productos de importación y gente para ofrecer "detonar" y "derramar", se volvió open house. Algunos de la familia tuvieron que irse, porque lo extranjero importado destruyó empresas y fuentes de trabajo, y porque los inversores no alcanzaron a llenar el vacío; se empezó a vivir, en parte, del trabajo de una parte de la familia en el exterior. Nada más quedó el título de la casa y alguno que otro dependiente. De soberanía económica y cultural no se volvió a hablar.
Los "países emergentes" o "mercados emergentes" fueron lo que siguió como consecuencia, no como novedad: para los países centrales y sus empresas, el modo de encontrar dónde invertir y de poner a varios del Sur a rivalizar por las inversiones; y para las exportaciones (importaciones del Sur), encontrarse nuevos mercados de consumo un poco por doquier: en suma, "emergentes" para exportar mercancías (importadas por quienes en la casa se hicieran de "un dinerito") y capitales (inversión directa e indirecta). Sin ninguna novedad: es lo característico de lo que no se puede nombrar, el imperialismo, a cambio de algún nichito de una que otra curiosidad en el mercado del país central. Los BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) fueron por lo mismo en el origen una idea "emergente" de negocios (de Goldman Sachs), aunque Rusia haya buscado convertirlos en fuente de alguna soberanía más efectiva. China, la clave, puso el ejemplo de cómo abrir el mercado a la inversión extranjera y el truco contable en el comercio intra firma (la empresa estadounidense que exporta desde China a Estados Unidos) y en el comercio (la exportación de un bien desde una empresa estadounidense en China hacia Estados Unidos). La diferencia está en parte en lo logrado desde el punto de vista tecnológico, a diferencia del Sur Global. Algunos habían advertido que, en los '80, se abría una era de mayor control informal de países y empresas del centro sobre la periferia, y se consiguió. Es lo que hay. Con el hecho de que la integración económica en la Unión Europea ((UE) comenzó a limitar la soberanía económica de algunos miembros, entre otras cosas al no tener moneda propia; y de que Japón, como la UE, carece de elementos para tener mayor autonomía, dada ((en ambos casos) la subordinación militar. Como sea, son potencias económicas, desde este punto de vista con motor propio. No pasa lo mismo con China ni por cierto con Estados Unidos, por motivos distintos a merced del exterior, en el caso Chino por el comercio y las inversiones y en el estadounidense, por depender del dólar para vivir por encima de los propios medios: es la otra cara de tantos países que viven de los medios de otros, no de los propios. Parasitaos los unos a los otros: por si a alguien le extraña, Estados Unidos ya casi termina de parasitar al "huésped" ucraniano, mientras hay todavía quienes creen que es Ucrania la que tiene "el derecho y la libertad" de parasitar a cuanto occidental se deje. Mucho bichito suelto y soberanías económicas y culturales carcomidas, queda por saber hasta qué grado (da click en el botón de reproducción).