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viernes, 7 de diciembre de 2012

EL BISNE

El Ejército Sirio Libre -un grupo de terroristas contrario al régimen de al-Assad- difundió en estos días un video en el que amenaza con usar armas químicas contra los alauitas. Es una provocación, aunque sin importancia para la opinión pública occidental: los amigotes de Washington y unas cuantas capitales europeas están dispuestos a usar armas de ese tipo, pero el régimen de Damasco está advertido de que no lo haga (y difícilmente lo haría).
     Cuando intervino en Libia, la Organización para el Tratado del Atlántico Norte (OTAN) lo hizo en nombre de la defensa de la población civil. El líder libio Kadhafi fue advertido de no atacar a civiles, mientras que la OTAN lo hizo tranquilamente: en la ciudad de Sirte, por ejemplo, se sabe hoy que los occidentales y sus aliados fanáticos islamistas masacraron a civiles, ejecutaron a heridos en hospitales, quemaron viviendas y no quedó infraestructura en pié, ni un edificio intacto, luego de ataques con cohetes y morteros. Los civiles que trataron de rescatar a heridos también fueron atacados.
     No es asunto de mentira ni de doble moral. Si así fuera, habría tal vez indignación. El "principio" es otro. Cualquier resistencia -con o sin armas químicas, civil o no- es un costo. Por lo tanto, prohibirle al enemigo apoyarse en civiles o usar determinado tipo de armas es abaratar costos. En cambio, si el aliado lo hace, es ganancia y se maximiza. Occidente puede usar uranio empobrecido en Kosovo, Afganistán, Iraq y Libia, y sus fanáticos armas químicas en Bani Walid, en Libia: es rendidor y eficaz. Al final, aparecen las empresas estadounidenses a reconstruir lo que los bombardeos occidentales destruyeron. La guerra es un negocio.
     Y si la guerra es un negocio, hay que vender caro y comprar barato. Las amenazas son inventadas: no hubo armas de destrucción masiva en Iraq, ni amenaza real de Kadhafi, ni hay indicios serios de que el régimen sirio vaya a usar armas químicas (dicho sea de paso, Rusia advirtió muy claramente contra esta muy remota posibilidad). Así lo han reconocido incluso militares estadounidenses, como Lawrence Wilkerson, un coronel retirado que fuera cercano a Colin Powell.
     De lo que se trata, con la amenaza fabricada, es de comprarse a la dizque opinión pública: la amenaza fabricada aparece como costo, y para que esa opinión no lo pague, se le ofrece seguridad y protección. La "opinión pública" occidental compra seguridad, algo así como un "seguro contra riesgos" (un "seguro contra armas químicas" o lo que se parezca), y paga: el pago consiste en no ver, no darse cuenta y en no saber (es un no querer saber, puesto que el asunto "ya está pagado"). Como los muertos los ponen otros, esa dizque opinión pública sabe que la seguridad se la compra a buen precio, tan bueno que cualquiera que la haya adquirido piensa que puede venderse a sí mismo caro. Lo que cuenta es hacer una operación rendidora, "la diferencia", gracias a la cual hasta el último de los últimos y de la peor ralea -el del perro, la señora de la casa, los niños y el automóvil 4x4- se cree que puede venderse caro, aunque sea porque cree comprar barato. El mundo es un Buen Fin, un Black Friday y uno se compra hasta la seguridad de que el golpe lo recibirá otro y no será devuelto. "Uno" se compra ser "alguien" sobre la diferencia de precios y la guerra es "business as usual". ¿Ok, my friend?
     ¿What's the matter with you?
     ¿What do you think you do?

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