Las elecciones recientes en Costa Rica pueden ser leídas de distintas maneras. Claro, es posible pensar, por los resultados, que el país centroamericano es uno más de los que participan en este "cambio de época" en el que Nosotros con "M" de Moi et mes amis estamos a la vanguardia. Después de todo, irá a la segunda vuelta un candidato "socialdemócrata" y tuvo resultados aceptables la izquierda del Frente Amplio, encabezada por José María Villalta. Sin embargo, los programas a la izquierda no son los mismos.
Curiosamente, el programa más americanizado lo presentó el Frente Amplio, que calculó una redistribución de la riqueza, la defensa de las añejas garantías sociales ticas e incluyó, en este "país de oportunidades para todos y para todas" (algo muy "keynesiano"), los temas de moda: pueblos originarios y afrodescendientes, derechos de las mujeres y equidad de género, personas con discapacidad y adultos mayores, diversidad sexual, juventud, niñez y adolescencia y, desde luego, una buena dosis de cultura. Estos temas se llevan buena parte de la propuesta escrita que presentó Villalta. Es una propuesta de "Estado de Bienestar"-kinder donde todos y todas puedan agarrar lo suyo y tener su juguete. Villalta tuvo cerca del 17 % de los votos: no está mal, pero tampoco es como para la euforia.
Luis Guillermo Solís, académico del Partido Acción Ciudadana, tuvo un resultado mejor que el de Villalta: más del 30 %, suficiente para ir a la segunda vuelta contra Johnny Araya, de Liberación Nacional. En vez de cantar loas a la nosotrosidad, habría que considerar elementos concretos: el partido de Solís ganó ampliamente en el Valle Central costarricense, de poca herencia colonial y verdadera tradición liberal (San José, Alajuela, Heredia, parcialmente Cartago), mientras que el Partido Liberación Nacional, con su populismo pepefiguerista a cuestas, obtuvo sus mejores resultados en lugares atrasados, desde Nicoya y Guanacaste hasta la costa Caribe y parte de la sierra de Talamanca y Puntarenas. Aunque Solís tiene una formación cercana a Estados Unidos y a los organismos internacionales (también la tenía Rafael Correa en el Ecuador), presentó un programa menos americanizado que el chico Villalta, "yo era muy pequeñito cuando cayó el Muro". En concreto, y más allá de temas comunes con Villalta (reducir la pobreza) o de temas obligados (recuperar el crecimiento), Solís presentó OTRO programa que el de la izquierda, y que consiste en luchar contra la corrupción, algo que NO está en el programa del Frente Amplio. ¿Por qué no está?
En efecto, el primer punto del programa de Solís pone todas las baterías en volver a profesionalizar el servicio público para obligarlo a rendir cuentas, seleccionar los funcionarios por mérito y llevarlos a comportarse con ética. En suma, se trata de liquidar las prácticas clientelares -es un viejo asunto del pepefiguerismo y su modo de cooptar frente a Vanguardia Popular- y de fortalecer un servicio público que en Costa Rica, de todos modos, es bastante bueno desde alrededor de 1948 (a los pocos años del 48 se creó en Costa Rica el servic io civil de carrera). Todo el Valle Central costarricense votó contra la corrupción.
Estas medidas de reforma en profundidad del Estado han sido tomadas también en el Ecuador -donde Correa fue el candidato ciudadano, no el de la izquierda- y en el Perú, e incomodan a una izquierda que en América Latina tiene con frecuencia hábitos corruptos y aborrece el mérito, por lo que crea rechazo en el electorado, que alguna memoria tiene. Pura vida, mae: Solís no propone felicidad, sino alegría, y no es lo mismo. ¿Quien no se alegra ante un buen funcionario público y el deber cumplido, lo que es distinto de ser feliz por haber agarrado parte del pastel o por estar en el cuarto de los juguetes? Costa Rica es un país, no un jardín de niños.
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