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martes, 27 de mayo de 2014

LA RELIGION EN RUSIA

Contra lo que suele creerse y decirse, la Unión Soviética no persiguió todo el tiempo a los religiosos, ni tampoco a las minorías con una religión distinta de la ortodoxa. En 1944, y a diferencia de lo que ocurría algunas décadas antes en el imperio zarista, las autoridades soviéticas, preocupadas por la unidad nacional (era la época de la guerra contra el invasor nazi), permitieron por ejemplo la restauración de las Asambleas Espirituales Musulmanas, que se instalaron así en Tashkent, Bakú, Majatchkala y Ufá. El acuerdo tácito fue que los religiosos respetaran a su vez las ceremonias y los documentos civiles (nacimiento, matrimonio, fallecimiento). A pesar de las dificultades en 1919 (cuando fueron cerradas las madrasas musulmanas) o de algunas persecusiones con Jrushov, sovietismo y religión coexistieron.
     Es con la caída de la Unión Soviética que llegó un "renacer" religioso que han aprovechado potencias medias extranjeras, como Turquía, Paquistán y Arabia Saudita. Así por ejemplo, de 300 mezquitas que había en territorio soviético en 1991, hoy son (en la ex Unión Soviética) 100 mil, al mismo tiempo que se abren escuelas de adoctrinamiento bajo influencia egipcia, turca, saudiárabe o paquistaní, con el regreso de las madrasas y de las peregrinaciones a La Meca. Una parte de los islamistas (el islam ruso es mayoritariamente sunita) está bajo influencia del salafismo-wahabismo, como ocurrió en el norte del Caúcaso, donde tuvo lugar entre los años '90 y principios del siglo XXI la guerra de Chechenia. La influencia radical parece ser mayor entre los jóvenes: a menor experiencia del sovietismo, mayor atracción por el extremismo islámico. Con todo, en la Federación Rusa el islam sigue pregonando una forma moderada, la de la región Volga-Urales (el islam tártaro), secularizada, con pocas fiestas religiosas, poca asistencia a las mezquitas y no muy generalizada lectura del Corán. El emblema de esta moderación es la mezquita Kul-Sharif, al lado del Kemlin de la ciudad de Kazán.
     Con la emigración de ex repúblicas soviéticas a la Federación Rusa (los uzbekos, que son mayoría en los inmigrantes, son musulmanes), algunos están interesados en crear tensiones similares a las de Europa Occidental, aunque los conflictos en Rusia son limitados (y los azeríes, con quienes a veces los hay, son chiítas). En esta línea, un "regreso" de la "Rusia eterna" con todo y religión abriría una línea de fractura, pese a que los encargados de la cultura rusa han señalado la apertura de los ortodoxos a otros mundos religiosos. ¿Conviene esta "vuelta a la religión" cuando es lo que esperan quienes enrolan -incluso en Tatarstán- a muchos jóvenes en la religión (ahora 90 % de los jóvenes tártaros se dice religioso)?
     Bajo presión incluso del partido comunista (ruso), Vladimir Putin, presidente ruso, ha insistido en que, según la Constitución de Rusia, el separatismo está penado (como lo está en muchos otros lugares del mundo, por cierto). El problema no está nada más en los que están bajo influencia extremista islámica; también los hay rusos que declaran peyorativamente a Moscú como "capital musulmana" o que empiezan a practicar el rechazo al musulmán, en un estilo no muy distinto del ruso que ve en el ucraniano o bielorruso a un "pequeño ruso", rebajándolo, o de la política ucraniana que llama -como lo hizo Yulia Timoshenko- a "matar rusos". Una política cultural equivocada -o inexistente, porque la cultura siempre es "para después" de la "gran jugada"- puede servir a quienes no parecen muy apresurados en irse del mundo islámico, de Medio Oriente hasta Afganistán -lo acaba de dejar en claro Barack Obama, presidente estadounidense, en Siria y en Afganistán.

¿EL MAL MAYOR, UN MAL MENOR?

 Ningún comportamiento humano está exento de errores, aunque el clientelismo frecuente en América Latina presenta dos problemas: el temor a ...