En algunos temas, los encargados rusos de la cultura, como Vladimir Medinsky (ministro ruso de Cultura), están claros y rechazan la tolerancia al estilo occidental: el Estado ruso no subsidiará a quien quiera mostrar en la ópera del Príncipe Igor a Yaroslavna masturbándose alrededor de un tubo, ni dará apoyo económico a quien sugiera en una puesta en escena que en La hija del capitán, de Pushkin, los principales personajes masculinos son todos gays y rivalizan por celos (por si Pushkin no se había dado cuenta). Tampoco se tendrá "tolerancia" para el multiculturalismo tal y como es entendido en Occidente (cada quien en su ghetto).
El presidente ruso, Vladimir Putin, habló de proteger a Rusia de "pseudo-valores" y de oponerles algo que no es tan fácil de entender: los "valores tradicionales". Ahora resulta que Rusia piensa según algunos en convertirse en bastión del conservadurismo, así, dicho sea explícitamente. Putin se ha puesto incluso milenarista: "sin los valores contenidos en el cristianismo y otras religiones del mundo, sin milenios de evolución de las normas de la moral y la ética, la gente inevitablemente pierde su dignidad humana", ha dicho el mandatario. Así que el presidente ruso busca "la defensa de los valores tradicionales". ¿Cuáles? "Los valores tradicionales de la familia, ha señalado, la verdadera vida humana, incluyendo la vida religiosa, la vida no sólo material sino también los valores espirituales de la Humanidad". Así va el Kremlin a la familia, a la religión y a la patria. Una parte es entendible, porque, la verdad sea dicha, Rusia ya no sabe ni a qué santo rezarle y de alguna manera hay que crear conciencia y unidad nacionales en un inmenso país amenazado desde el exterior.
En todo ésto hay pésimas inspiraciones, como la del anticomunista feroz Alexander Solzhenitsyn, quien no anduvo -por necedad antisoviética- tan lejos de la extrema derecha europea y "valores" a lo Junger, Evola o van den Broek, como lo ha hecho notar el analista Maxim Kantor. Solzhenitsyn era en el mejor de los casos romántico de una comunidad rusa idílica y en el peor un pseudo-campesino al estilo de los que les gustaban a los alemanes, tipo bávaro -es preferible no decir de qué alemanes se habla aquí. La generación de Putin rechaza Occidente, pero no tiene nada claro desde el punto de vista político: entre la ignorancia soviética (que desconocía el marxismo) y más de 20 años de mass média occidentales es suficiente para aturdir a cualquiera.
Según Putin, "en la época soviética, predominaba la ideología" (vaya: !es la tesis neoliberal, que confunde ideología y propaganda!...). Siempre según el presidente ruso, eran valores cuasi-religiosos. "El código del constructor del comunismo es una lastimosa copia de la Biblia", considera el huésped del Kremlin. Este "código" ha expirado y es tiempo de volver a los valores tradicionales...donde claro, no hay ideología, ni en la familia, ni en la religión (!), ni en la patria. ¿Por qué repetir lo mismo que el neoliberalismo, aunque en nombre del rechazo al liberalismo occidental? Simplemente porque la presión para renegar del sovietismo sigue siendo muy, muy fuerte. De otro modo no se celebraría al disidente -Solzhenitsyn- que escondió la verdad sobre el origen de su disidencia, nunca política ni literaria. En fin, que mientras Occidente se va al table por aquéllo de la tolerancia, Rusia quiere -según sus intelectuales- ponerse a rezar. Hasta Guennadi Ziuganov, líder comunista ruso (ya un poco pasado de tiempo en el puesto), quiere sus íconos.
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miércoles, 14 de mayo de 2014
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