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miércoles, 16 de julio de 2014

CUBA-RUSIA: EL FUTURO DE LA BASE DE LOURDES

Fuentes de prensa rusa han informado recientemente de la reapertura del centro de escucha (para radio y telecomunicaciones) que tenían los soviéticos en Lourdes, cerca de La Habana, capital cubana. Para Rusia, volver a disponer de este centro (que la Unión Soviética tuvo entre 1967 y 2001) le permitirá no depender de satélites y tener datos sobre Estados Unidos y el hemisferio occidental. Ciertamente, Lourdes es un centro de espionaje y no es demasiado grato que se vuelva a la activación del lugar.
     No sirve de mucho poner el grito en el cielo si no se condena al mismo tiempo la guerra mediática estadounidense contra Cuba (Radio Martí, TV Martí) y la permanencia de la base de Guantánamo, cerca de Santiago, al oriente de la isla. Condenar nada más a Moscú sería tanto como pedir un desarme unilateral, cuando Estados Unidos no ha renunciado al hostigamiento contra Cuba. Por ahí no va.
    Tampoco es muy loable la geopolítica que practican algunos rusos. El general Leonid Ivashov, presidente de la Academia rusa de Estudios Geopolíticos, considera que Rusia debe tener mayor presencia en América Latina para "controlar el apetito" de Estados Unidos (según las palabras del propio Ivashov), por lo que Moscú debiera ir más allá del centro de Lourdes. En algún momento, el ministro ruso de Defensa, Serguei Shoigu, consideró que su país podía tal vez abrir bases militares en Cuba, Nicaragua y Venezuela. De inmediato, los que no se indignan por Ucrania o por la acción de la Organización del Tratado del Atlántico Norte pusieron el grito en el cielo por las palabras del militar ruso.
      El asunto de Lourdes no llega demasiado lejos y no tiene ninguna comparación con el "cordón sanitario" de Occidente contra la Federación Rusa. Hasta cierto punto, como Cuba y Rusia son los agredidos, se trata de una medida defensiva (salvo en una lectura geopolítica), y no de expansionismo.
      Al mismo tiempo, cabe recordar que, al ser derrotada Alemania en 1945, la geopolítica fue proscrita de las relaciones internacionales y de su estudio. Esta geopolítica, creada por anglosajones (en Gran Bretaña, y luego en Estados Unidos) y por alemanes, parte de la creencia de que todo país necesita expandirse para tener un "espacio vital". De táctica, se convierte en estrategia (de medio, en un fin). La geopolítica es la justificación de "intereses" sin principio ninguno, y esta visión ha afectado a los liberales y a los conservadores rusos -sobre todo a éstos. Al final, termina sucediendo lo que ya pasa en el estudio de las relaciones internacionales: casi nadie piensa, casi todos calculan, y hay que leer páginas y páginas -pésimas- de "probabilidades" y "movimientos" en "escenarios" sin que las premisas de estos enfoques sean cuestionadas. Mucho se va en especulación y ni siquiera es posible saber de tendencias reales.
     Por fortuna, ni el presidente ruso, Vladimir Putin, ni el canciller ruso, Serguei Lavrov, han seguido estos antojos de algunos en Rusia que quisieran volver a los tiempos de una Guerra Fría que no tuvo nada de idílica. El mundo actual, quiérase o no, es más pacífico, Moscú pierde menos la cabeza, el tercermundismo (profundamente anticomunista) casi no tiene posibilidades de revivir (ni siquiera por el grupo BRICS, que aglutina a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), y habría más paz si Estados Unidos no hubiera entrado en la fase delirante del imperialismo, una fase senil, pero peligrosa, ya que todas las guerras de 23 años para acá las libra Washington. Por la geopolítica, ni la naturaleza del imperialismo es algo que sea conocido: ni siquiera se ve. No hay mucho de negativo en la probable reapertura del centro de Lourdes: sí mucho en la geopolítica que degrada a los hombres y los países a medios para fines que ni siquiera son fiables. Ahí están las predicciones de guerras con Irán o con Norcorea, de la Gran Guerra Mundial Que Acabará con Esta Humanidad Pecadora, o del fin de lo que sea, de Rusia, por ejemplo. Entretanto, Washington prosigue con una geopolítica secreta que muy pocos intentan descifrar. Es que habría que detenerse a pensar, en vez de calcular.
   

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