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domingo, 13 de julio de 2014

VLADIMIR PUTIN EN LATINOAMERICA

El ruso que sostiene que las relaciones de Moscú con América Latina no están "ideologizadas", sino que son "pragmáticas", no hace más que acomodarse a la "narrativa" occidental en boga. En la Unión Soviética se estudiaba la propaganda -los soviéticos hacían la suya y criticaban la estadounidense- pero nunca se tuvo en cuenta qué es la ideología. Tampoco es una política pragmática, si ésta consiste en "seguir intereses"- entiéndase que en conseguir ganancias. El presidente ruso, Vladimir Putin, decidió condonarle a Cuba el 90 % de la deuda contraída en la época soviética, algo carente de sentido desde el punto de vista de los "intereses", pero que el líder cubano Raúl Castro entendió bien, luego de recibir al mandatario de Moscú recordando que Cuba, sin ayuda soviética, "no habría podido subsistir": lo de Putin fue generosidad, en palabras del huésped de la isla. Lo que ni el analista ruso promedio entiende es que Rusia tenga amigos, además de intereses, lo que parece haber llevado también a Putin a una visita relámpago a Nicaragua. Rusia no es la famosa Inglaterra, la pérfida Albión, con intereses y sin amigos.
    Tampoco estuvo Putin en América Latina para alguna "expansión económica" en las narices de Estados Unidos, aunque ciertamente Putin condenó el bloqueo estadounidense contra Cuba. Rusia no es un socio comercial importante para América Latina: el comercio de ésta con Moscú representa apenas 5 % del comercio con China, nada.
    Tener amigos no significa ser romántico, ni idealista, ni andar perdido en las nubes, ni ser lírico, nada de ésto: Brasil, no Cuba, es ahora el socio comercial más importante de los rusos en América Latina. Moscú obtiene de los brasileños carne, café, soya y azúcar. En general, Rusia exporta a los latinoamericanos productos industriales, como metales, laminados de acero, productos de papel y cartón y fertilizantes.
    Al igual que el canciller ruso Serguei Lavrov meses atrás, Putin no vino a provocar a Estados Unidos, ni a servirse de Venezuela como otros se sirven de Ucrania, sin que proteste ningún analista latinoamericano, salvo para gritar que "ahí viene el fascismo". Aunque Caracas es el segundo comprador mundial de armas rusas, Putin no visitó Venezuela, ni siguió con el empeño de un extinto Hugo Chávez, que estuvo nueve veces en Rusia. Nadie viene desde Rusia a "expandirse" ni a maniobrar en América Latina, excepto en la cabeza del periódico español de mayor venta en el mundo o en la de sus réplicas izquierdistas latinoamericanas, que esperan servirse de una amistad genuina para "maniobrar" y "ampliar márgenes" de "soberanía". En realidad, Putin no es Nikita Jrushov y no vino a cambiar Cuba por Turquía, ni a nada parecido.
     En Cuba, Rusia participará en la exploración petrolera en Boca de Jaruco y el noroeste de Cuba en general, lo que le puede ser útil a los cubanos en el futuro, para no depender demasiado de los venezolanos. Habrá más cooperación en el terreno de la medicina, la farmacéutica, la biotecnología y algunos más, en los cuales Cuba destaca. El mandatario ruso considera que su país puede ayudar a Cuba a superar el "bloqueo ilegal", en palabras de aquél. Aún así, Putin no estuvo en ningún momento en América Latina buscándole el flanco débil a los estadounidenses, ni viendo como pegarles "donde más les duele" (y otras joyas del "sentido común" latinoamericano). Ni siquiera invertirá Rusia en gas de esquisto, pese a participar en exploración petrolera en Cuba y Venezuela. Para los rusos, este gas conlleva un fracking costoso y dañino para el medio ambiente. Lo demás es narrativa a conveniencia.

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