Durante la guerra en la antigua Yugoslavia, Estados Unidos y sus aliados se juntaron con los musulmano-bosnios, antiguos colaboradores de los nazis durante la Segunda Guerra Mundial.
El 28 de agosto de 1995, un mortero cayó en el mercado Markale de Sarajevo, en Bosnia, y 38 personas murieron. De inmediato, los serbio-bosnios fueron acusados y se desató una andanada de bombardeos occidentales contra ellos. Después, en los juicios de La Haya (el material es regularmente publicado en el sitio slobodan-milosevic.org), los hechos fueron revisados y quedaron dudas, incluso en los testimonios de observadores militares occidentales que al ocurrir la explosión se encontraban en Sarajevo, no lejos del lugar de los hechos. No era tan obvio que los serbio-bosnios hubieran disparado: no se podía saber con absoluta certeza desde donde había sido provocada la explosión, que para algunos observadores, no era tal vez ni siquiera de mortero.
El hecho contundente es que en la zona operaba -curiosamente- la Décima Brigada de Montaña musulmano-bosnia que, según fue reconocido por expertos occidentales, era superior a los serbios en movilidad para disparar morteros. Al frente de esa brigada se encontraban los seguidores de un auténtico criminal musulmano-bosnio, Musan Topalovic ("Caco" o Zat-so), quien, por puro vandalismo, durante la guerra asesinaba hasta los suyos y violaba incluso en masa a mujeres musulmano-bosnias. Lo que quiere decir lo anterior es que estos fanáticos musulmanes estaban dispuestos a matar a su propia gente si alguna provocación lo requería. Eran los seguidores de "Zatso" -tan criminal como el musulmano-bosnio Naser Oric- quienes estaban en una posición adecuada para tirar sobre el mercado Markale. En este sentido se presentaron alegatos en descargo del líder serbio-bosnio Radovan Karadzic.
La lógica de los musulmanes y sus patrocinadores ("sponsors") es tan contundente que, para combatir al Estado Islámico, el presidente estadounidense, Barack Obama, decidió armar (aún más) a la oposición siria, conocida por sus desmanes e incluso por atentar con gas sarín contra su propia población -según sugirió Naciones Unidas- si un ataque occidental lo amerita. Digamos que los amigos de Estados Unidos -eran los mismos terroristas en Kosovo- no son de fiar ni para su propia gente. Puede que el gobierno estadounidense no sea de fiar ni para los estadounidenses, pero cada quien es libre de creer lo que más le convenga sobre las Torres Gemelas, que para algo está la era virtual.
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