Dos cosas pasaron desapercibidas en la crisis reciente por la que atravesó el gobierno brasileño de Dilma Rousseff. Algunos "personajes" alguna vez fundadores de la primera organización de izquierda en la que militó Rousseff (Organización Revolucionaria Marxista Política Operaria), futuros economistas de gran reputación e idéntica pereza ("cría fama y échate a dormir"), pusieron el grito en el cielo: las manifestaciones eran de la derecha para acabar con un adalid de los BRICS, que incluye a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Lo juró y rejuró el señor de Todos los Santos (también conocido como "De la Concha"), un Premio Mundial de Economía Marxista que nunca supo mayor cosa de marxismo. La realidad de una grave corrupción en la empresa estatal brasileña Petrobrás (y el involucramiento de una friorela de medio centenar de políticos en la corrupción) nunca fue tocada, seguramente que para no prestar el flanco al enemigo, aunque éste no estuviera atacando tanto, no al menos desde el exterior. Tampoco fue mencionado que Brasil en realidad no es adalid de antiimperialismo ninguno: Rousseff y el vicepresidente estadounidense Joseph "Joe" Biden acababan de tener una reconfortante entrevista telefónica, ya que Washington considera a Brasilia su gran "socio" en Sudamérica en materia de seguridad, energía y comercio. Biden le ratificó a la mandataria brasileña el apoyo del presidente estadounidense, Barack Obama (lo que no impide escuchas telefónicas...). Estados Unidos no estaba atacando a Brasil, como no ataca a India (donde estuvo hace poco Obama) ni mucho menos a Sudáfrica. Por lo demás, hay países que se atacan solos (¿como Brasil, tal vez?).
De manera sorprendente, la corrupción, el pretexto, en realidad tampoco le importaba a la derecha brasileña, que vive en tiempos oligárquicos. El periódico español de mayor venta en el mundo, exactamente al igual que el Gran Marxista Santos da Pereza, no dijo nada de algunas medidas -no menores- de Dilma Rousseff contra la corrupción. Rousseff ya las había prometido en campaña. Sin que casi nadie las recogiera en el mundo, la mandataria, resulte o no simpática, y aún a una escala menor que en otros países de América Latina, envió una propuesta de castigo para el enriquecimiento ilícito de los funcionarios públicos y la prohibición de ocupar cargos para personas con antecedentes de corrupción. Rousseff propuso castigar financiamientos oscuros a campañas electorales (castigo a donantes y a partidos involucrados) e incautación de activos mal habidos. Curiosamente, fue la cadena Telesur la que dió a conocer las medidas: los otros, los de derecha y da Pereza do Marxismo Dependentista, estaban como siempre ocupados en otra cosa, las jugadas del "poder" y sus personas, con la realidad como simple pretexto.
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