En enero pasado, el mandatario estadounidense, Barack Obama, estaba convencido de que la economía rusa se encontraba "en ruinas", y así lo declaró, repitiéndolo en el discurso sobre el estado de la Unión. Obama creía que estas "ruinas" eran por causa de sanciones que en realidad no terminaron de mostrarse eficaces. Seguramente que, en el fondo, Obama tenía en mente a la Unión Soviética con su tan llevada y traída -y relativa- "escasez".
Lo cierto es que la economía rusa resistió el golpe y para el año 2015 la baja del producto interno bruto no debería ir más allá de un 2 % o incluso menos. El nivel de consumo de los hogares no ha bajado, pese al alza en los precios (sobre todo de productos importados), y el empleo permanece estable. Para el año 2015 se prevé -lo hace por ejemplo el economista Jacques Sapir- una tasa de desempleo como máximo (en el peor de los casos) del 6,5 % (habría que compararla con las brutalidades de la desocupación en el sur de Europa, de España a Grecia). El desempleo ha bajado en Rusia: era de 9,9 % en 2009.
La industria rusa amortiguó el choque (salvo en la agricultura y en la industria agroalimentaria) y mantiene un buen nivel de actividad. Lo que los occidentales "lograron" es simplemente que en Rusia se afirmen las inversiones asiáticas. Muchas empresas rusas se han ido decantando por Formosa, China y Japón y por transacciones en yuanes chinos antes que por el supuesto atractivo europeo. La Federación Rusa se ha reorientado un tanto hacia el Oriente y hacia el Sur.
Por otra parte, con esa "economía en ruinas" (¿no se habrá confundido Barack Obama con Ucrania?), Occidente tal vez esperaba un gran descontento social. Pudiera ser la razón de la ejecución del opositor (con muy poco arrastre social) Boris Nemtsov en el centro de Moscú, un día antes de una marcha a la que, con unos 15 mil asistentes, Occidente le atribuyó alegremente la asistencia de 70 mil, todo para una gran ciudad de más de 12 millones de habitantes. El tiro -el que apuntaba contra el gobierno ruso- falló por completo.
Ningún occidental en sus cinco puede comprender que lo grave no es la supuesta "ruina" rusa, sino el gobierno de quien la cree así, en una crasa ignorancia, sin haber salido de un viejo estereotipo (siempre la "escasez"), así como era de grave la del gobernante -Bush Jr., por ejemplo- que confundía Austria con Australia y Eslovaquia con Eslovenia. ¿Total, qué importa?
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