Una parte del exilio español en México -país que dió asilo a León Trotski- se complació durante mucho tiempo en contar a modo el desenlace de la guerra de España (1936-1939): la culpa la tuvieron Stalin, la Internacional estalinista y muy en particular personas como el agente del NKVD (policía secreta soviética de ese entonces) Alexander Orlov, quien asesinó al histórico líder del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista) catalán, Andreu Nin.
Este tipo de argumento (aunado a los relatos de Orwell), basado en hechos ciertos, opacó sin embargo con lo secundario lo principal: que fueron las grandes potencias occidentales, Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia quienes vendieron tranquilamente a la República española.
Para muestra un botón. El Banco de España, temeroso desde 1931 de la influencia financiera anglosajona, depositó cerca de 53 toneladas de oro (20 de junio y 15 de septiembre de 1931) en el Banco de Francia, sucursal Mont-de-Marsan, y algo más en Londres. Desde 1931, el Banco de España recibía adelantos regulares sobre este depósito. Sin embargo, las cosas cambiaron entre 1933 y 1935 y Francia empezó poco a poco a negarse a seguir con los adelantos. Entretanto, Londres y Washington se alinearon muy rápido con Franco al estallar la guerra civil española: según lo ha demostrado Douglas Little, desde 1924 la empresa ITT controlaba el 100 % de la telefonía española y temía leyes como la Cierva, de 1925, que limitaba la propiedad extranjera en las inversiones en España, lo que volvía también recelosos a los empresarios mineros británicos, como los de la Río Tinto (cuprífera). El temor era verse desplazados por empresas alemanas, aunque por ejemplo Río Tinto acabo con relaciones amistosas con los germanos.
Quedaba Francia. En vez de darle el oro a la República en dificultades, lo negó, curiosamente en etapas cruciales, sobre todo cuando los republicanos avanzaban (como en las batallas de Guadalajara y Teruel), de tal forma que la misma República se veía en dificultades para pagar armas, entre otras cosas. De 1937 a 1939, sobre el tema del oro de España, el Banco de Francia se quedó mudo ante las peticiones españolas republicanas, estranguladas, mientras en secreto recibía a emisarios de la Junta de Burgos y a emisarios del nazismo alemán. Annie Lacroix-Riz ha hecho una minuciosa investigación de archivo sobre este bochornoso tema (Le choix de la défaite).
Con la "no intervención" por delante,por un decreto ley del primero de julio de 1939 la sucursal de Mont-de-Marsan decidió que a Franco le correspondían un peso de oro fino de 40 229 kgs, 415 gramos, 8 decigramos, repartido en 667 bolsas completas de 40 mil dólares y 7 bolsas incompletas. Esta decisión nunca fue publicada en el Journal Officiel (Diario Oficial). Así que, como escribe Lacroix-Riz, "la Francia republicana le consintió a Franco lo que le negó a la España republicana acosada por el Eje". Francia repitió esta "gracia" con toneladas de oro del Banco de Bélgica entregadas desde París al Reichsbank. Como ante los asuntos de Austria, de Checoslovaquia y en parte de Polonia, antes de culpar a Stalin "por lo que resulte" las grandes potencias occidentales no dudaron mayormente en apoyar los intereses del nazismo en España por "realismo", mientras algunos idealistas y otros románticos y "críticos del dogmatismo" siguieron buscando al chivo expiatorio que permitiera tener un culpable y disolver las responsabilidades.
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