Según lo muestra la primera vuelta reciente de elecciones presidenciales y legislativas, Chile es, como la mayor parte de los países de América Latina, un lugar dividido: hay un margen no menor de indecisión, pero, pese a la victoria de Jeannette Jara (centro-izquierda), José Antonio Kast, de derecha, es dado por vencedor para la segunda vuelta de diciembre, aunque hay que esperar.
Sumando votos a la izquierda y a la derecha, Chile sigue siendo, como lo ha sido casi siempre, un país conservador: entre Kast, pinochetista; el libertario Johannes Káiser y Evelyn Matthei, la derecha se lleva cerca de la mitad de los votos, mientras la izquierda suma (con Jara, el fallido del Grupo de Puebla, que es el metrosexual Marco Enríquez Ominami, MEO, y el profesor Eduardo Artés, el candidato radical), algo que debe andar por el 30 % de votos. También se ubica a la derecha Harold Mayne-Nicholls. Ahí están, como en Bolivia, uno que otro nombre de origen alemán o croata. Queda cerca de un 20 % para el outsider Franco Parisi, cerca de Jara y sobre todo, de Kast. Parisi es el "antipolíticos".
Contra la invención de los autodenominados "demócratas-liberales", Chile no tiene gran tradición democrática, y sí de ahorcar al liberalismo (como le ocurrió a José Manuel Balmaceda a finales del siglo XIX) y de traicionar, lo que no data del general Augusto Pinochet en 1973. A grandes rasgos, la historia moderna de Chile ha sido, hasta hace no mucho, la de la hacienda (el "fundo") y de los militares, una sobre todo en el centro y otra hacia el sur, en permanente conflicto con el pueblo originario mapuche. Por el predominio del centro agrícola, el norte, de minería, ha sido entre subordinado y relegado. La regionalización del voto reciente muestra el predominio de Kast hacia el centro-sur, frontera con tierra mapuche, a partir más o menos de Concepción y hacia Valdivia. Sintiéndose relegado, el norte se fue en buena medida con Parisi, como si se asociara "centro" y "política" no muy positiva. La otra novedad, más allá de esta "antipolítica" de los llamados "nortinos", es que la aglomeración urbana de la capital, Santiago, tiene más sensibilidad de centro-izquierda, por lo que tiende a ganar Jara, pese a que el gobierno del presidente Gabriel Boric no hizo gran cosa. Sería la línea de ciudades menos "ruralizadas" y con más fisionomía propia. La añeja fisionomía queda un tanto diluida en el norte y en la capital, entre izquierda y "antipolítica", mientras que el voto para Kast es más "tradicional". Para el caso, no parece haber importado la adscripción comunista de Jara. Con una vida desde abajo, de trabajo y difícil, Jara tomó algunas buenas medidas como ministra de Trabajo del gobierno de Boric, contra el acoso laboral, por la jornada laboral de 40 horas y en materia de pensiones. Las invectivas de Kast sobre "Jara, comunista" son bastante primitivas: el Partido Comunista de Chile (PCCh) prácticamente no tiene tradición de extremismo, y sí en cambio de "gradualismo", por lo que Jara es una persona moderada. O dicho de otro modo: Jara es una persona que, viniendo desde abajo, no es extremista, por lo que muestra el absurdo de catalogar al PCCh como de "extrema izquierda". Jara se basa en una propuesta keynesiana, pero no tibia: lograr un "salario vital" para todos, llevar a los ricos a pagar impuestos y aumentar la inversión pública, sobre todo en educación, salud y tecnología. En el centro izquierda, el socialismo o el ecologismo han dejado de presentar interés, salvo para quienes se toman muy a pecho a la presidente Michelle Bachelet. No se trata de "estar en el centro", sino de "hacer alkgo" en el centro, lo que ya no parece tan del entusiasmo de "demócratas liberales" como los mexicanos y sus asociados universitarios.
El centro-izquierda en Chile se mantiene con un electorado estable, ya que repite la mayoría de quienes votaron Boric hace algunos años, a diferencia de Kast y una derecha más dividida (por Matthei y Káiser). Dos cosas están en juego, habida cuenta de esta división: el grado en que la clase dominante está dispuesta a tolerar lo que no son sino reformas keynesianas, pero bastante fuertes, y el grado en que una parte de "la gente" (sin que Parisi sea "populista") está o no dispuesta a seguir en la demagogia que, aunque con la televisión se vista de seda, mona se queda, como dice el dicho, en particular en el norte (Tarapacá, Antofagasta, Atacama). "Ni facho ni comunacho", dice Parisi, que se ha fortalecido en redes y, por ende, entre jóvenes, además de dárselas de "Bukele". Será cuestión del electorado, para saber si quieren hechos o palabras y circo. Por lo pronto, izquierda y derecha dejan un Congreso dividido. (da click en el botón de reproducción).