Cuando algún intelectual de hoy se pone a hablar de "totalitarismo" y/o de "genocidio", espera que, al hacerse grandes las palabras, con él ocurra lo mismo. Hannah Arendt quiso demostrar que el nazi y el comunista fueron los dos grandes totalitarismos del siglo XX, pero comparó lo que no es comparable.
-Bajo el régimen nazi se llevó a cabo una política de exterminio masivo de judíos, y bajo el comunismo soviético no, aunque hubiera ciertamente antisemitismo (existía desde los pogroms en tiempos de los zares). No hay en el sovietismo nada equivalente al exterminio de judíos documentado por ejemplo por Ilya Ehrenburg y Vasili Grossman en "El libro negro".
-Habría que encontrarse en el sovietismo algún genocidio, pero no lo hay. El "Holodomor" ucraniano no fue un genocidio, puesto que no hubo voluntad deliberada de destruir a un grupo racial, nacional, étnico o religioso, salvo en la cabeza de los inmigrados ucranianos en Occidente y las manipulaciones de la Central de Inteligencia Americana (CIA) con los textos de Robert Conquest. Hay pruebas. La hambruna afectó a Ucrania, pero también a Rusia (desde regiones del Volga hasta el norte del Caúcaso, entre otras) y a Kazajstán. No puede haber sido tampoco algo ordenado por "pérfidos rusos" contra Ucrania, entre otras cosas porque Stalin no era ruso (era georgiano). En cambio, cuando después de Stalingrado el ejército nazi estaba en retirada, Hitler ordenó el saqueo y la "tierra quemada" en Ucrania, el granero de Europa: quien se resistía era ejecutado y colgado. Un ejemplo de esta "tierra quemada" está en el oriente de Ucrania (Donetsk).
-En este orden de cosas, habría que probar que el sovietismo aniquilaba a niños, mujeres y ancianos, pero no fue el caso en el gulag. En cambio, al retirarse de Bielorrusia, el ejército nazi, en más de 140 operaciones de castigo, le prendió fuego a 5 mil 295 poblaciones, las saqueó con todo y ganado y cosechas de grano, asesinó a 700 mil civiles, mató a 400 mil soldados de inanición o por ejecución, y deportó a 377 mil personas a trabajos forzados en Alemania (entre los muertos hubo por lo menos 250 mil judíos). En los campos de exterminio eran liquidados ancianos, niños y mujeres. No hay pruebas de una política similar en el gulag.
-Que Stalin le hizo la guerra a su propio pueblo, pero Hitler no, es una falsedad. Al final de la guerra, perdiéndola, Hitler mandó al matadero a niños y jóvenes de las Juventudes Hitlerianas. Tampoco hay casos similares sistemáticos en la Unión Soviética, pese al filme "La infancia de Iván", de Andrei Tarkovski. No hay en el sovietismo ninguna "guerra del Estado contra su propio pueblo", algo que se ha querido convertir en agravante del estalinismo por contraste con el nazismo. Cuando los soviéticos llegaron a Alemania, cometieron saqueos, violaciones y homicidios (sobre todo en Prusia oriental, Silesia y Pomerania), pero fueron frenados por ley (un ejemplo está en el Frente ucraniano del mariscal Iván Konev), e incluso Ilya Ehrenburg, que no paraba de incitar al odio contra la "maldita Alemania", fue mandado a callar en un editorial de "Pravda", el 14 de abril de 1945, de tal modo que el Ejército Rojo dejara de atacar a civiles alemanes (lo que efectivamente sucedió). Es una diferencia marcada con los nazis: apenas llegaron a Stalingrado, bombardearon objetivos civiles -y no militares ni industriales- para sembrar el pánico. No hay ni un hecho parecido de parte soviética en Alemania, ni siquiera en Berlín.
-Se puede seguir con cuentas alegres a lo Nicolas Werth. Habría que hacer operaciones simpáticas: todos los deportados al gulag eran presos políticos y no había delincuentes comunes (en cuyo caso la Unión Soviética era todo un éxito social), o los había y habría que interpretar de otro modo las cifras disponibles.
-Lo descrito por Alexander Solzhenitsin no tiene comparación con los campos de exterminio alemán, ya que el gulag no estaba destinado a la aniquilación en masa.
La gran mayoría de estos hechos está expuesto fidedignamente por Michael Jones en el libro "El trasfondo humano de la guerra. Con el ejército soviético de Stalingrado a Berlín". Los hechos importan poco, sin embargo, cuando el discurso no se interesa por la verdad, sino que descalifica para proseguir en el narcisismo de las democracias occidentales y su -muy supuesta- asepsia.
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