La laicidad no es algo que importe mayormente en la élite francesa. Francois Hollande, mandatario francés, fue luego de los atentados contra Charlie Hebdo y un supermercado judío a presentarse con el gabinete republicano en pleno en una sinagoga, por más que esté estipulado que "la República no reconoce ningún culto" (Hollande podía ir a título privado, pero no oficial). Antes, un primer ministro francés ya había asistido -oficialmente también- en Roma a la ceremonia de El Vaticano para canonizar a Juan XXIII y Juan Pablo II. La República tiene que inclinarse ante todos los intereses privados -como lo dicta el mercado-. Geneviéve Fioraso, ministra de Educación durante el gabinete Ayrault, se anotó a su favor una ley que autoriza a los franceses a enseñar en inglés a otros francófonos en la enseñanza superior (¿el servicio público tiene que ser en inglés en Francia?), y no han faltado quienes quieran que el árabe sea la segunda lengua en las escuelas. Cualquiera que se oponga a la destrucción de la república y la nación -o que simplemente sea ateo y francés a secas- podrá ganarse el insulto (igual puede venir de un trotskista) de "chovinista patriotero", "racista antimeteco" y, desde luego, de "hijo de Marine Le Pen" y por ende fascista consagrado o de clóset.
En esta destrucción de la república, Francia coincide con la política anglosajona en el mundo árabe, política que consiste, desde la creación de los Hermanos Musulmanes, en atacar al socialismo y el interés público locales. Los británicos siempre vieron con buenos ojos a esta Hermandad para parar al secularismo nacionalista del Wafd y a los comunistas. El asunto ya andaba mal cuando en Egipto un intento de asesinato contra Nasser llevó a la prohibición de la Hermandad. Posteriormente, el relevo fue tomado por los salafistas y los yihadistas apoyados por las petromonarquías del Golfo, Arabia Saudita y Qatar. Muy lejos de De Gaulle, los últimos gobiernos "laicos" y "republicanos" franceses -en plena comedia multitudinaria- se han lanzado contra el secularismo árabe de la Jamahiriya en Libia y del Ba'ath en Iraq y Siria.
Entretanto, según denuncias de miembros del parlamento iraquí (como Alia Nasif y Awad al-Wadi) ante Naciones Unidas, Estados Unidos sigue entregando armas al EIIL (Estado Islámico de Iraq y Levante): al-Awadi probó que esta ayuda llegó a los terroristas en Tal Afar y Sinjar, al noroeste de Iraq (Nineveh), y en Balad (centro de Iraq, Salah-al-din). Por cierto que, contra toda lógica, John Kerry declaró en noviembre pasado que "el gobierno de al-Assad y el Emirato Islámico tienen una relación de simbiosis" (!). Ya puede el completo entreguismo de la élite francesa -invitada por otra parte a no venderle Mistral a Rusia y a no levantarle sanciones a este país- ir a Siria a seguir bombardeandolo todo "simbióticamente".
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miércoles, 14 de enero de 2015
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