Ni la iniciativa de apertura de Barack Obama, mandatario estadounidense, hacia Cuba, ni la visita a la isla por parte de Francois Hollande (!fue a pedir el cese del bloqueo!), un mandatario francés siempre listo para interpretar los deseos de Washington y adelantárseles, auguran mucho de bueno. Los estadounidenses y muchos cubano-estadounidenses -que además son electorado- se preparan para volver a comprarse una isla, aunque a la venta de ésta no se le de este nombre. Desde el aparato cubano, los conocidos de siempre seguramente se alistan, encumbrados en la política, para sacar desde ésta -como se obtiene desde determinadas revistas y la invitación selectiva de colaboradores, por ejemplo- una renta de situación, una tajada, una "punción" sobre la inversión extranjera, que ni siquiera será garantía de "fuerzas productivas". El actual líder del Estado cubano, Raúl Castro, no podía hacer de otro modo: no es posible pedir el cese del hostigamiento económico durante décadas para explicar de paso que esas "fuerzas productivas" no arrancan y rechazar luego la apertura cuando llega.
Con todo, acabado el tercermundismo, Raúl Castro fue de los pocos mandatarios del Tercer Mundo que se apersonó al Desfile de la Victoria en Moscú, el 9 de mayo pasado. No todo es maniobrar: Castro recordó una "gran amistad, que se conserva", prueba de lealtad de un hombre clave en la institucionalización de la Revolución Cubana (en particular en la profesionalización del ejército), en la aceptación de relaciones de mercado y que hace dos décadas no buscó ver por lo suyo dejando el resto a su suerte, alegando que la solidaridad no era "su" historia.
Rusia tiene proyectos para reconstruir las hidroeléctricas Máximo Gómez y Habana Este, para modernizar el puerto de Mariel y el combinado metalúrgico Antillana de Acero. Otra buena noticia es que Cupet (Cubapetróleo) y el consorcio ruso Zarubezhneft establecieron ya una empresa mixta que empezó las perforaciones en el yacimiento de Boca de Jaruco. Para quienes no han estado pensando de qué nuevo patrón irse a colgar (o de reconciliaciones con el patrón de antaño), la cercanía entre Moscú y La Habana -que sí es parte de la historia cubana y latinoamericana, aunque sea poquito- es prueba de que no todo fue errado, ni resultado de alguna equivocación en medio de asuntos supuestamente ajenos.
La amistad y los intereses no están reñidos: como lo ha hecho notar en entrevista a Sputnik Mundo el diplomático cubano Santiago Pérez Benítez, mientras los hay que quieren de Cuba que vuelva a ser exportadora de materias primas, Rusia hará inversiones que busquen potenciar la industria nacional cubana. Son elementos que según Pérez Benítez podrían permitir recuperar la "confianza estratégica". Un viejo amigo es mejor que dos nuevos, dice un dicho ruso. El problema es que también lo piensan -y siempre lo pensaron en el aparato cultural y en parte del aparato político cubano- quienes creen que es amigo el de la casa de al lado, por el solo hecho de estar a 90 millas y ser conocido de siglos. Vaya criterio éste -el de la geopolítica- de la amistad. Si está cerca, importa poco que el amigo sea matón o chulo, porque está a la mano.
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