Durante mucho tiempo, los llamados "procesos de Moscú" de los años '30 sirvieron al "paradigma de (contra)Stalin", en el sentido de mostrar supuestamente que se "fabricaban culpables" que eran obligados por lo demás a firmar "confesiones" bajo tortura.
León Trotski, una vez exiliado, siempre negó estar conspirando para derrocar al gobierno soviético. Lo hizo delante de una Comisión designada para el caso, la estadounidense Comisión Dewey. Gracias a los trabajos de archivo de Grover Furr, ahora se sabe que Trotski no nada más mentía, sino que además conspiraba contra los soviéticos con la Alemania nazi y el Japón.
En enero de 1980 se abrió al público el Archivo Trotski de la Universidad de Harvard. Pierre Broué, historiador trotskista, descubrió algunas de las mentiras de Trotski. En 1985, el historiador estadounidense Arch Getty encontró que además los archivos habían sido mutilados ("purgados") de bastantes elementos comprometedores para Trotski, quien efectivamente conspiraba contra los soviéticos y mantenía contactos en la Unión Soviética. En el año 2010, el historiador sueco Sven-Eric Holström demostró en un artículo sobre el asunto del "Hotel Bristol" (ligado al primer proceso de Moscú en agosto de 1936) que Trotski mintió sobre el mismo caso.
Los investigadores que la gente de Mijaíl Gorbachov, último líder soviético, mandaba a los recién abiertos archivos soviéticos para volver a "demostrar" que Stalin había ordenado el asesinato de Serguei Kirov (1934), no encontraban nada. Y eran enviados en repetidas ocasiones, siempre a tratar de "confirmar" esta otra mentira de Trotski (Alexander Yakovlev, tan cercano a Gorbachov y a la Central de Inteligencia Americana, CIA, lo hizo sin éxito, tampoco, como lo intentó luego gente del líder ruso Boris Yeltsin)
Furr cotejó los archivos soviéticos de los "procesos de Moscú" con archivos occidentales (double-check) y encontró que Trotski sí mantenía contactos en la Unión Soviética para derrocar a su gobierno. Esto quiere decir que los acusados en los "procesos de Moscú" no estaban mintiendo (el caso más sonado en el cual se mostró que no había mentiras en las confesiones es el de Tujachevski).
Nikita Jrushchov, líder soviético a la muerte de Stalin, también nombró una comisión (Comisión Shvernik) para demostrar que los "procesos de Moscú" habían sido inventados, y la Comisión no consiguió probar nada de lo que esperaba el dirigente.
La primera parte de los trabajos de Furr ha sido publicada en varios idiomas (Trotsky's amalgams) y la segunda (Leon Trotsky's Collaboration with Germany and Japan) confirma la alianza de Trotski con la Alemania nazi y el militarismo japonés. Los hijos del XX Congreso (1956) y sus herederos difícilmente admitirán lo que de todos modos son pruebas de archivo irrefutables, y en el mejor de los casos habrá, por un tiempo indescifrable, silencio y sobre todo denegación, un mecanismo perverso por el cual lo que no conviene simplemente "no ha lugar".
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