Robert Robertson ha escrito en su blog (que reproduce el portal de "Odnako") lo que era Nikita Jrushev: desde las veladas en la dacha de Stalin, el futuro líder soviético aparece como un payaso.
Lo más grave del jrushevismo y su deshielo fue la "idea " de "alcanzar y sobrepasar" al capitalismo. Lo que resultó fue -como lo señala Robertson- ponerse a equiparar lo diferente: equiparar, entonces, los objetivos de los dos sistemas, el capitalista y el socialista. ¿Qué había que equiparar? En apariencia, la potencia económica. Sin embargo, Robertson indica: "desde entonces, los indicadores de los dos países (la Unión Soviética y Estados Unidos) (estuvieron) comparando constantemente el nivel de consumo privado". En estas condiciones, se creó lo que Robertson llama el "complejo psicológico correspondiente": que el sovietismo era inferior, en particular en el nivel de vida, entendido -sin más- como capacidad para el consumo. Así, el sovietismo apareció como "escasez" y, de manera curiosa, el capitalismo como promesa de "abundancia para todos", un absurdo. Robertson considera que, colocadas las cosas en este terreno, el socialismo podía aparecer apenas como mala copia del capitalismo. Una copia aburrida, sin entretenimiento (lo que el turismo hacia el Este hizo valer: nuestras fuerzas productivas producen "sensaciones"). Los soviéticos dejaron así de estar orgullosos de su sistema. Comenzaron más bien lo que Robertson llama "miradas envidiosas sobre los Estados Unidos".
En Occidente, salvo excepciones (como Samir Amin, muy crítico de ese objetivo de "alcanzar y sobrepasar"), este jrushevismo facilitó -incluso entre miembros de partidos comunistas- la aparición de una tesis que dió al capitalismo por superior: suele confundirse aquí consumo y desarrollo de las fuerzas productivas (se equipara por lo demás fuerzas productivas a técnica o a medios de producción). ¿Qué se decía? Que el capitalismo todavía tenía muchos recursos, y que había que "alcanzarlo". Los conversos del deshielo ciertamente "alcanzaron", o más bien dicho, les "alcanzó" y el proceso les hizo justicia: para ellos y para sus familias.
En el ex soviético, la costumbre fue la de ponerse a denigrar lo propio y perdura hasta hoy: consiste en escupirle al ruso por lo que sea y con el "argumento" que sea, prosiguiendo con ese "complejo psicológico" del que habla Robertson.
El asunto de clase está olvidado y ahogado en la Gran Fraternidad Universal que es la clase media: el capitalismo es superior por el consumo (la gran diversidad de productos), los niveles de servicio y el ocio, y el trabajo importa muy poco. El impacto psicológico y cognitivo -como lo llama Robertson- de estas "ideas" no se puede omitir, y ha liquidado toda posibilidad de que sea hegemónica una contracultura que existe, pero que se tiene que aguantar la insistente agresión del clasemediero del que, como de Jrushev, hay que estarse preguntando a cada momento si es fanfarrón, o si es blofeo que pone empeño en una mala fe -fe en la comodidad- apenas disimulada.
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