El hecho de que la crisis capitalista actual se exprese por sobre-acumulación y sobre-producción crea una impresión contraria a la de la crisis misma, al haber abundancia de mercancías. Quien se ponga a ver escaparates y anuncios luminosos publicitarios -la saturación de todo- no pensará que hay crisis y que sobre-acumulación y sobre-producción pueden enmascarar una falta de plusvalía, como tasa, aunque no forzosamente como masa. El resultado es un crecimiento cuantitativo de contradicciones sin solución cualitativa. Por lo demás, la apología del capitalismo ha sabido "vender" de distintas maneras esta sobre-producción, mostrándola como la abundancia que efectivamente es por contraste con la "escasez" de lo que era el bloque socialista o lo que existe en países como Cuba.
Otro hecho no mostrado es el sobre-consumo. Lo que está sistemáticamente insinuado es el sub-consumo, entendido como promesa renovada de incorporación a la abundancia, lo que en algunos casos se hace con deuda y en otros con prestaciones clientelistas. La izquierda de origen social-demócrata y progresista (en el estilo del progresismo argentino, brasileño o incluso venezolano) ha jugado esta carta que no es otra que la de un especie de peligroso "sismondismo": en vez de pasar por el trabajo (como parece querer hacerlo por el momento el mandatario estadounidense electo Donald Trump). pasa por la promesa de dar cierta capacidad de consumo a cambio de comprarse "lealtades", todo sin considerar el mérito ni esfuerzo alguno. No está de más señalar que el portal latino-americanista Alainet estuvo reproduciendo hace algún tiempo una serie de artículos de elogio de Sismondi, el economista suizo del siglo XIX. No es todo: "presagiando" un dizque nuevo "sistema-mundo", en el mismo portal y en otros Ignacio Ramonet insinúa el modo de seguir "ofertando" desde arriba en vez de cambiar las cosas desde abajo: calcula de aquí al año 2030 que las clases medias se tripliquen, pasando de mil millones a tres mil millones de personas -toda una masa de potenciales clientes para "pronósticos" como los de Goldman Sachs-. Muy bien, solo que, de acuerdo con el mismo Ramonet, la población al 2030 sería de ocho mil 500 millones, por lo que hay cinco mil 500 millones de personas que no estarán en la clase media y que en su inmensa mayoría tampoco estarán en el "1%". ¿La solución? Una temporal, como siempre, como la promesa de "inclusión" hecha "para todos", pero siempre concretada para una parte que termina estando dispuesta a ignorar que tres mil en ocho mil 500 no hacen más que una pequeña isla de prosperidad y privilegios.
Mientras Sismondi sea el anhelo socialista -redistribuir, en vez de cambiar las condiciones de producción- no se habrá despejado ni siquiera el peligro mencionado por Diego Guerrero en su introducción a los escritos escogidos de Sismondi (Sobre-producción y sub-consumo): el de un socialismo nacionalista, estatalista y anticomunista (con frecuencia no mencionado como tal) no exento de emparentamientos con fascismos y neofascismos.
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