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jueves, 1 de diciembre de 2016

NUEVOS RICOS: TRANSGREDIR ES FASHION

A su manera, los Clinton y los Obama representan el resultado de 30 años de saqueo que han formado parte de la destrucción del capitalismo monopolista de Estado, sin que mayor cosa haya sido puesta en su lugar. No es posible pronosticar por ahora si el mandatario estadounidense, Donald Trump, podrá limitar los estragos -entre otros, culturales- de los "nuevos ricos" que hicieron su agosto con el cosmopolitismo y la depredación a cuenta y a costa del erario nacional. Nada más falso que el mal llamado "neoliberalismo" haya sido simplemente una "fábrica de pobres"; también lo fue de arribistas dispuestos a dejar su humanidad (¿la tenían?) en el camino al "ser alguien en la vida", entendido incluso como ser más ostentoso que millonario (Beatriz Sarló), llegado el caso.
      En algún momento, a principios de 2012, Beatriz Sarló describía en La nación el nuevo estilo que, digamos, parecía consistir en colgarse de la riqueza que manaba de las privatizaciones, mientras, en el caso específico de Argentina, desde la dictadura había sucedido a la vez el derrumbe del aparato productivo y justamente la "aparición" de estos "emergentes": los nuevos ricos. Fue con el menemismo, como en otros países con el fujimorismo, con los adecos o con el seductor de la patria. El menemismo, al decir de Sarló, "(...) también fue el régimen que permitió la impunidad en la costumbre de los poderosos y, en primer lugar, de los gobernantes. Con el menemismo se difunde la idea de que no hay reglas, sino discursos que explican lo que, combinando lo negativo y lo supuestamente positivo, se llamó 'transgresión'". Así, "los ricos fueron fashion", pero también se volvió in transgredir, provocar, "adelantarse a golpear", desafiar a lo que George Orwell llamaba "decencia común", hasta llegar a lo que por su parte Suart Ewen ha llamado "la sociedad indecente" y otros el "capitalismo pulsional". Para Sarló, el menemismo obtuvo una victoria simbólica (en el imaginario cultural), además de impunidad. A su vez, "el kirchnerismo, que dió varias batallas culturales, no rompió con el glam del menemismo". Después de todo, Menem era "un sensual, que no interponía barreras entre lo público y lo privado".
       "El estilo tardocapitalista del burgués flamígero, el burgués de relojes, autos y pisos lujosos, casas vulgares con muchos baños, cruceros y ropas de marca, es un estilo de época", escribía Sarló, y comentaba: "desde el menemismo quedó legitimada la cultura de la riqueza.- Sus triviales hitos fueron una pista de aterrizaje internacional, incongruente en medio de una provincia miserable; los trajes brillantes, el cuello de camisa italiano y el nudo de corbata windsor convertidos en uniforme administrativo; el champagne, y una Ferrari roja apta para transgredir velocidades máximas en la carretera (probando el absurdo de los bólidos supercaros)". ¿A qué llegó la transgresión, agravada en el caso de países con narcomoney? No lejos del proto-fascismo latente en el "capitalismo pulsional", se llegó al culto de lo vulgar "desinhibido" como fashion y algo más. En esta "era de la desfachatez", como la llamara Sarló, "una cultura del 'todo vale' se compatibiliza bien con un capitalismo del todo vale, empezando por la corrupción y los negocios de amigos".
     "El capitalismo -decía Sarló- todavía tiene una doble deuda que no es seguro que pueda cubrir: la decadencia de su cultura en términos éticos y de solidaridad, por una parte; la banalidad de sus principales emblemas de consumo, por la otra". ¿Todavía se puede algo para salir de este camino a la decadencia y al proto-fascismo?

FANÁTICAMENTE MODERADOS

 En varios países de América Latina, la izquierda, que tiende más bien a ubicarse en el centro-izquierda (del que no queda excluida Venezuel...