La destrucción de la Unión Soviética y el bloque socialista no fue violenta, salvo excepciones. Se pareció más bien a un acto de seducción en el cual, con tal de estar a la moda, buena parte de los habitantes del otro lado de la Cortina de Hierro no tuvo ninguna dificultad en dejarse persuadir. El mundo capitalista venía construyendo un escaparate desde tiempo atrás: se sabía así, por ejemplo, que Berlín Occidental era una "vitrina" para deslumbrar al Este "gris".
En la seducción, el ser de quien seduce parece perderse escondido en el parecer. Así que el mundo capitalista no enseñó los dientes ni las garras, sino las mercancías y el dinero, al punto que en 1991, poco antes de ser objeto de un "golpe de Estado", el líder soviético Mijaíl Gorbachov estuvo cerca de conseguir algo así como un Plan Marshall para su país en una reunión del G-7. Y es probable que muchos soviéticos lo desearan. Tenían ante sí, más allá de escaparates locales semi-vacíos o vacíos, un gigantesco "mercado del deseo" exterior, hecho más de publicidad y de mensajes subliminales que de propaganda directa, a diferencia de la propaganda soviética, que nada o casi sabía de mercadotecnia. Si el apoderarse del bloque socialista fue una "promoción de venta", funcionó a la perfección. Fue al mismo tiempo una "promoción de venta" y una compra (algo así como una OPA, Oferta Pública de Adquisición), más que un acto de guerra.
Después cambiaron las cosas. El ser despuntó detrás del parecer, con su naturaleza y sus propiedades. Acabaron tocando a las puertas de la otrora Rusia soviética no los Reyes Magos ni Santa Claus cargados de regalos, sino tropas, buques de guerra, cazas, escudos "anti-misiles" y toda una parafernalia bélica, sin que los rusos tengan una explicación convincente, porque decir que el mundo capitalista "se quedó en la época de la Guerra Fría" y que "los tiempos han cambiado" no es un argumento, sino una pirueta retórica o un mal intento de revire. Simplemente, aunque existan otras posibilidades y tendencias hoy, la guerra es inherente al capitalismo, no por cuestiones de "mala intención", sino de sobre-producción, exactamente el mismo motivo por el cual hubo la "promoción de venta" previa que tanto encandiló a los soviéticos y los atrajo por lo menos desde los años '70.
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viernes, 7 de julio de 2017
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